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Por estos días en que hemos sido atiborrados de imágenes de los
tiempos de la Unidad Popular, del día del Golpe de Estado y de la
Dictadura que lo sucedió, surge inevitablemente la pregunta por la
sociedad en que vivimos y las ciudades en que habitamos, por la sociedad
en que anhelamos vivir y la ciudad que queremos habitar. Algunos
proponen dar vuelta la página. Parece ser que esto, al menos en cierto
sentido, no es sano ni posible.
En Santiago hay lugares emblemáticos y dolorosos que siguen ahí. En
ellos nos encontramos habitualmente. Ellos nos hablan de la historia, de
nuestra historia. Las angostas y las anchas alamedas; La Moneda;
anhelada, bombardeada, herida, restaurada, maquillada, cicatrizada. La
Villa Grimaldi, hoy transformada en el Parque de la Paz. Otros centros
de detención y tortura convertidos en memoriales. Los cordones
industriales de Vicuña Mackenna o Cerrillos, de donde vendría la
resistencia al Golpe. El Estadio Nacional, con sus actuales asientos
rojos y azules, y sus antiguos tablones de madera en un pequeño corral
de la galería norte. El río Mapocho, por donde alguna vez flotaron
numerosos cuerpos sin vida. Ahí están para que no nos olvidemos, para
que no sea posible olvidar, para que no demos vuelta la página tan
rápido.
Ha habido procesos dolorosos, violentos, conflictivos y frustrados.
También otros exitosos. La nacionalización del cobre, el sueldo de
Chile. Por otra parte, la Reforma Agraria. Los campos expropiados,
violentamente tomados, ocupados. Los inquilinos convertidos de pronto en
propietarios. Y, tras el golpe, algunos de los campos devueltos.
Muchísimos campesinos perseguidos. Junto a ello la enorme migración del
campo a la ciudad, las tomas de terreno en las periferias, y el aumento y
densificación de los campamentos. Todo esto no es sino la explicitación
de una sociedad fracturada. En todo ello, antes, durante y después,
hubo protagonistas y también cómplices, activos y pasivos. Nuestros
pechos los llevan grabados, lo sabrán nuestros hijos también… cantábamos
en el Himno Nacional. Convivencia. Comunidad. Sociedad. Ciudad. Las
historias en la Historia.
A continuación, dos historias de la Historia. Dos historias que hablan de lugares y de memoria.
Hace poco participé
en una celebración en la Universidad Católica en la que se entregó un
reconocimiento a los familiares de los 28 profesores o estudiantes
detenidos desaparecidos o ejecutados políticos de esa comunidad
universitaria. Escuchamos, como en una letanía, varias veces sus
nombres. Tras la celebración de la Eucaristía, uno a uno fueron pasando
adelante hijos, nietos, padres, madres, esposas, hermanos. Los
asistentes aplaudían, lloraban. En un discurso muy emocionante, Ana
María Arón, una de los familiares, decía: con este acto nos han sacado
la mordaza… ¿Hasta cuándo vamos a hablar? Hasta que no tengamos nada más
que decir. (Mira acá más detalles de esa celebración).
Este acto, y el largo y dificultoso proceso de su preparación, ha
permitido recomponer en parte una comunidad rota, expresión local del
quiebre nacional.
Unos días antes tuve la ocasión de participar en un encuentro en que
recordábamos a Joan Alsina, sacerdote catalán asesinado el 19 septiembre
de 1973 en el Puente Bulnes, quien se desempeñaba en ese entonces como
Jefe de Personal del Hospital San Juan de Dios. Quien lo asesinara
recuerda años después que Joan le dijo en ese momento: Por favor no me
pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el
perdón. Desde ese encuentro surgió la iniciativa de restaurar el mural que hace unos años lo recuerda, y que constituye un lugar de tanto dolor para muchos.
Sin mordazas, sin vendas. Desde el lugar donde cada uno nació, ha
vivido, mira la ciudad y su historia. Desde ahí, inevitablemente, nos
habita la memoria. Desde las heridas propias o del círculo cercano.
Desde las rabias o los miedos. Desde las acciones u omisiones. Si no
conocemos otros lugares de la ciudad, si no dialogamos con quienes han
tenido una historia distinta a la propia, difícilmente podremos avanzar
hacia la construcción de una sociedad inclusiva; si nos hemos relegado o
encapsulado, si nos inunda el miedo o los prejuicios descalificadores,
difícilmente podremos conjugar la primera persona del plural, punto de
partida para la construcción de una sociedad que a todos reúna, una
ciudad que a todos cobije.
Mural en memoria de Joan Alsina ubicado en el puente Bulnes de Santiago, restaurado en sept. de 2013 |