¿Será posible salir de Babel,
entenderse y construir juntos otra ciudad
que no se acaba?
Durante la Congregación General 36 de la Compañía de Jesús, que ya lleva transcurriendo unas seis semanas, se me
ha regalado la posibilidad de participar en el equipo que anima cada día
la oración de la mañana. Con la música, la escucha de la Palabra y de algunos
textos ignacianos, con el silencio y la intercesión responsorial, los más de doscientos
delegados de todo el mundo que participan de esta reunión se disponen al
intercambio y discusión de mociones e ideas, a la redacción de documentos, y
también a la elección de compañeros para ocupar alguna responsabilidad en la
conducción de este cuerpo que somos.
La ayuda del equipo de intérpretes y traductores
ha sido fundamental para poder entenderse, y para dar la libertad a cada cual
de poder expresarse en la propia lengua materna. Son diversos los idiomas que se hablan. Hay tres
oficiales: el inglés, el español (castellano) y el francés. Solo cinco de los delegados
dicen no entender el inglés. La segunda lengua más hablada es el español,
seguida -por lejos- del francés. La preponderancia de estos idiomas da cuenta
de la colonización de los otrora imperios occidentales por todo el mundo.
Aunque en buena parte de los países que alguna vez fueron colonias extranjeras
se mantienen las lenguas locales, para poder comunicarse con el resto del mundo
usan estas otras. ¿De qué maneras puede expresarse esta diversidad?
Aquí es donde, me parece, ha
tenido un papel importante la música, tanto en los ritmos como en el lenguaje. Hemos
cantado y hemos sido bendecidos en distintas lenguas: zwajili, guaraní, hindi, inglés,
ruso, griego, catalán, árabe, lituano, alemán, latín, gujarati, japonés, coreano,
chino, español, tamil… y seguro que se me van algunos. En este enlace se pueden encontrar
las oraciones de cada día, tanto descargando los textos como viendo los videos.
Con las melodías y ritmos es un
poco más difícil. Ya los instrumentos que tenemos a la mano – guitarra, violín,
teclado – cargan la balanza hacia un cierto tipo de música. Además de los
cantos de Taizé, que el menos en su melodía son más o menos mundialmente
conocidos y existen versiones en varios idiomas, hemos intentado incluir ritmos
de otras latitudes. Al comenzar la oración procuramos tocar alguna melodía para
calmar los ánimos y aquietar las aguas. Hemos tocado música de Taizé,
Pink Floyd, Cesareo Gabarain, Simon&Garfunkel, Julio Numhauser, Víctor Jara,
Jorge Drexler, Cristóbal Fones, Fito Paez, Johann Sebastian Bach, The Secret Garden, Martín
Valverde, Violeta Parra, y varios otros, combinando melodías explícitamente religiosas con otras que
pertenecen a la música popular.
Esta experiencia me ha permitido
valorar el poder de la música como constructora de identidades colectivas. El
hecho de cantar juntos de algún modo produce o realiza a la comunidad que se
congrega. Y, ciertamente, ha sido posible notar cómo al pasar las semanas los
delegados han podido cantar juntos.
Francisco José de Roux, jesuita colombiano
participante de la CG, y que ha colaborado por años en los diálogos de paz
entre los grupos en conflicto en Colombia, habla de este grupo de congregados
como una parábola del proceso de diálogo, unificación, reconciliación,
encuentro, etc. que Dios quiere conducir en el mundo, entre grupos diversos, de
distintas razas, lenguas y experiencias. Este hecho, según él, es lo más
significativo de la realización de la Congregación General. Acá puedes ver su testimonio.