¿Dónde vives? (Juan 1, 35-42)
Estamos comenzando el año litúrgico, tras la celebración de la Navidad y, el domingo pasado, la fiesta del Bautismo de Jesús. Se nos presenta en el evangelio que proclamamos hoy parte del comienzo de la actividad pública de Jesús, tras haber sido bautizado por Juan Bautista en el río Jordán. Es el mismo Juan Bautista el que lo señala como “el Cordero de Dios” a algunos de sus seguidores, quienes esperan la llegada del Mesías, que los reanime, convoque y lidere, y reconocen a Jesús como tal, y comienzan a seguirlo.
La pregunta que le hacen a Jesús, para conocerlo, ¿Dónde vives?, es de total relevancia. Pablo Freire decía con lucidez: “la cabeza piensa donde pisan los pies”. Me permito agregar, la cabeza piensa, el corazón ama, el espíritu reza, donde pisan los pies. El lugar donde vivimos es donde tejemos relaciones, y desde donde miramos y valoramos el resto de la ciudad, el país y el mundo. Esta pregunta, ¿Dónde vives?, me lleva a algunas reflexiones particulares.
En tiempos de elecciones – este año tendremos como nunca elecciones - no es raro ver que se promueven en algunos lugares candidaturas de personas que no viven precisamente en el mismo lugar de quienes quieren servir. Alguno ha señalado que acá tenemos un grave riesgo de sobre representatividad de las personas que viven en las comunas más ricas por sobre las demás comunas de nuestro país, o de los que viven en la Región Metropolitana por sobre otras regiones, y muchas de ellas corren con cierta ventaja por tener mayor acceso a recursos y por ser conocidas, ser rostros. Ojalá que se puedan valorar y potenciar los liderazgos locales, de tal forma que en las labores de conducción (gobernadores, alcaldes, concejales) y de representación (constituyente, parlamento), quienes sean elegidos estén realmente conectados con su respectiva comunidad electoral.
Precisamente uno de los temas que ha provocado gran descontento en nuestro país es la desconexión radical de ciertos grupos de elite con las inmensas mayorías. El periodista Oscar Contardo ha insistido en “Antes de que fuera Octubre” sobre este y otros asuntos, que son muy relevantes de considerar mirando los últimos 30 años, si aspiramos a transformar nuestra sociedad y cultura en una realmente inclusiva. Y esto incluye, por cierto, a quienes nos decimos creyentes, miembros de la Iglesia Católica, y en mi caso, de la Compañía de Jesús.
También conectado con el ¿Dónde vives?, quisiera destacar la publicación en las páginas de este diario (C7, miércoles 13) de un mapa en que se muestran los lugares en los que en la Región Metropolitana de Santiago, grupos de narcotraficantes lanzan frecuentemente fuegos artificiales, desafiando a las autoridades y haciendo notar que ahí ellos son amos y señores. ¡¡Sabemos exactamente donde viven!! El arquitecto Iván Poduje en “Siete Kabezas: Crónica urbana del estallido social” ha insistido en la dimensión territorial del estallido social, y como la desigualdad territorial, el menor acceso a bienes, servicios, áreas verdes, los abismos que separan a las personas en nuestras ciudades, y el control territorial que ejercen bandas de narcotraficantes, entre otras razones, explican en buena medida la virulencia con que el estallido destructor de octubre de 2019 se expandió por nuestras ciudades.
Les he recomendado de algún modo dos libros. Como un regalo musical para este tiempo, que complementa el tema de este comentario, me permito también recomendarles una canción: “Declaración de Domicilio” de Eduardo Meana, en la versión de Cristóbal Fones, S.J., lanzada recientemente (puede buscarla en Spotify o Youtube). La pregunta ¿Dónde vives? debiera llevarnos a la pregunta por el dónde y cómo queremos vivir: una ciudad y sociedad que sea acogedora con todos, y en donde no tengamos que encerrarnos tras cercos eléctricos o rejas por el miedo a los otros que por allá están amenazando nuestra existencia y seguridad, y en donde podamos responder sin ningún tipo de vergüenza, como Jesús, “Vengan y lo verán”.
Fragmento del Evangelio: “Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?” Ellos le respondieron: “Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?” “Vengan y lo verán”, les dijo.”. (Lc. 1, 30-32)
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