¡Vamos, mujer! (Lucas 1, 39-45)
Nos encontramos hoy en el cuarto domingo de adviento, el próximo viernes ya es la Nochebuena. Es hoy también día de elecciones presidenciales en nuestro país. Pidamos el don del Discernimiento. Se trata de elegir entre los candidatos, aquel que consideremos contribuya mejor a cuidar y promover el bien común: el conjunto de las condiciones sociales e institucionales que sean favorables para que todos podamos desplegar nuestras capacidades, y al mismo tiempo cuidemos a quienes entre nosotros van quedando más atrás, van quedando fuera, al margen, y cuidemos juntos el medio ambiente. Desarrollo sostenible le hemos llamado: económico, social, ambiental.
En el evangelio de hoy se nos presenta a María que visita a su prima Isabel. Es un relato pleno de fecundidad: en María que en su juventud va a ser mamá de Jesús; en Isabel que en su vejez va a ser mamá de Juan. El encuentro entre ellas exulta de alegría. Las palabras que dice Isabel son preciosas, de bendición para María y para el niño que viene en camino. Siempre me ha parecido inspirador el que junto al anuncio ofrecido por el Ángel a María, se le anuncia que su prima Isabel, ya mayor, también está embarazada. Y entonces María parte, sin demora, a su encuentro, a su servicio.
Sin ánimo de forzar las cosas, este pasaje del Evangelio según san Lucas puede iluminar nuestro presente. Vemos como María se moviliza. Está embarazada y podría haberse quedado en su casa, pero va donde su prima y se queda con ella unos meses. Vemos también cómo las buenas noticias individuales lo son también de toda la comunidad, ameritan ser comunicadas, ameritan encuentros. El soplo del espíritu no se agota en lo que Dios me dice "a mí, sobre mí", sino en los signos de los tiempos, la vida de los demás, la comunidad, los otros. Por último, la salvación que se expresa en la alegría compartida tiene un carácter colectivo: Juan saltó en el vientre de Isabel al oír el saludo de María. Es el mismo Dios que se involucra con su Pueblo y con toda la humanidad en términos colectivos: su soplo genera una movilización hacia el encuentro con el otro, encuentro que genera vida. La fiesta de la democracia que celebramos hoy tiene mucho de todo esto también.
En la Cantata Santa María de Iquique se expresa un anhelo: “Vamos mujer, partamos a la ciudad. Todo será distinto, no hay que dudar. No hay que dudar, confía, ya vas a ver, porque en Iquique todos van a entender”. El movimiento desde las salitreras a la ciudad hace más de un siglo, con esperanza de ser bien recibidos, culminó en una masacre mayúscula. Hoy recibimos cada día a cientos de personas desde distintos países, que vienen acá con la esperanza de ser bien recibidas. Las salitreras caídas en desgracia, donde el trabajo y la paga no alcanzaban para vivir, son hoy muchos de los países hermanos de América Latina. La ciudad ya no es Iquique sino nuestro país. ¿Cuál será nuestra reacción? ¿Estaremos a la altura? Son miles las familias que buscando un mejor futuro para sus hijos atraviesan países y fronteras, y se han avecindado en esta que llamamos “copia feliz del Edén”. Hace algunas semanas supimos de la trágica muerte de una mujer en su paso por el desierto. ¿Cuántas otras desgracias tendremos que lamentar?
Navidad es tiempo de encuentros, de fiesta, de regalos. Particularmente significativa será la fiesta y los reencuentros tras casi dos años de pandemia. No olvidemos que lo principal es la celebración del nacimiento de Jesús: un niño que envuelto en pañales nació en un pesebre, pues no había lugar para él y su familia, la de María y de José, en la ciudad. ¿Cómo lo recibiremos? Que en la escena del encuentro entre estas dos mujeres embarazadas encontremos algunas pistas para reflexionar, y proceder en consecuencia. ¡Feliz Navidad!
José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General Hogar de Cristo
Texto del Evangelio: “María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lucas 1, 39-45)