domingo, 11 de septiembre de 2022

Misericordia

 Misericordia (Lc. 15, 1-32)

El texto del Evangelio según san Lucas que proclamamos hoy nos ofrece tres parábolas en las que la misericordia se nos revela como camino de salvación, encuentro y alegría. El marco de estos relatos está dado por la contraposición entre dos grupos de personas: por un lado los pecadores y publicanos – cobradores de impuestos para el imperio romano - que se acercan a Jesús para escucharlo; por el otro los fariseos y escribas, celosos custodios de la ley, que miran con desprecio al primer grupo y le reprochan en murmuraciones a Jesús que se siente a la mesa con ellos. El segundo grupo se siente superior moralmente al primero, y no puede comprender cómo es que Jesús les dedica tanta atención.

Las tres parábolas puestas en boca de Jesús – la del pastor que busca y encuentra a la oveja perdida; la de la mujer que encuentra una moneda; la del padre que abraza y hace una fiesta ante su hijo menor que vuelve a casa - son respuesta a esta contraposición de grupos que tienen una actitud muy distinta ante la novedad y frescura que trae el Evangelio. Unos parecen acogerse al rostro misericordioso de Dios y a los gestos de compasión sanadora que se les ofrecen en Jesús. Los otros parecen escudarse en la rigidez de la ley para dividir a las personas entre buenas y malas, limitando la acción de la gracia que renueva con su alegre misericordia: es lo que le ocurre al hermano mayor en el tercer relato, incapaz de sumarse a la fiesta que ofrece su papá.

El domingo pasado hemos tenido en nuestro país una elección democrática con la más alta participación en décadas. Una inmensa mayoría rechazó la propuesta de Constitución elaborada en proceso deliberativo por la Convención. Ya es historia. Ante este acontecimiento tan importante para los destinos de nuestro país también podemos reconocer distintas actitudes contrapuestas. El evangelio de hoy nos muestra un camino a seguir.

Las posibles lecturas de los motivos del resultado de la elección dan para mucho. Tenemos que intentar comprender las profundas razones detrás de este resultado tan contundente, identificando los caminos posibles de andar para seguir conviviendo como compatriotas en adelante. Ante todo, tendamos puentes de encuentro que permitan recuperar la amistad cívica y la perspectiva de comunidad y reciprocidad que posibilite seguir conversando y construyendo futuro.

La enseñanza de Jesús tiene alcance universal. Nos advierte del peligro de mirar en menos a los demás o de anteponer rígidamente la ley y las costumbres a la vida en libertad de las personas. Contra la soberbia y el orgullo se erige como camino la humildad. Contra la avaricia, la via de la generosidad y el desprendimiento, en atención a las necesidades de los demás. Contra el conservadurismo que tiene al miedo como principal consejero, la apertura a la novedad del Reino. Contra el pecado alienante y deshumanizador, un camino de conversión y conexión con el Espíritu que renueva todas las cosas. Contra la hipocresía moralizante, la alegre novedad del Evangelio. Intentemos sintonizar con ese Espíritu de Jesús que sigue revoloteando por donde quiere, anunciando buenas noticias en medio de su pueblo, profundamente arraigado en la misericordia.

Fragmento del Evangelio: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola.” (Lc. 15, 1-3)