domingo, 19 de marzo de 2023

Paternidad en crisis

 Paternidad en crisis (Lc. 11, 14-23)

Nos encontramos ya en el cuarto domingo de cuaresma. Los textos del evangelio que hemos proclamado desde el miércoles de ceniza en adelante son muy catequéticos y nos muestran elementos fundamentales de lo que significa ser cristianos: son una invitación a reconectar con lo medular de nuestra fe. En el relato del evangelio según san Lucas que proclamamos hoy se nos muestra el milagro de sanación de un mudo, que levanta murmuraciones contra Jesús: si expulsa a un demonio –ese era el modo de comprender algunas discapacidades en ese entonces–, entonces es que debe venir del demonio.

El discernimiento de espíritus es un arte muy necesario en los tiempos que corren. Al discernir se trata de elegir, entre cosas buenas, la mejor, impulsados por el Espíritu Santo que nos conduce a la realización histórica del Reino de Dios, que alcanzará su plenitud en el cielo.

Hoy –19 de marzo– también celebramos la memoria de San José. Aunque aparezca poco mencionado en los evangelios, José ha tenido una influencia muy grande en el niño Jesús que crió junto a María, su esposa. Sólo se atestigua su presencia en sus primeros años de vida: al participar en sueños del anuncio del Ángel Gabriel a María; al partir a Belén desde Nazareth para participar de un censo, entonces nació Jesús en un pesebre; al escuchar en sueños también del peligro que se cernía sobre el recién nacido y huir entonces a Egipto; al peregrinar a Jerusalén y no encontrarlo, sino en el Templo, enseñando a los maestros de la ley.

Quizás uno de los dolores más extendidos en nuestra sociedad chilena tenga relación con la figura paterna. La paternidad y las masculinidades se encuentran en una profunda crisis. Baste señalar que ha crecido los últimos años la cantidad de mujeres que crían solas a sus hijos, en hogares monoparentales liderados por ellas, con la ayuda probablemente de la abuela.

Buena parte de los movimientos feministas que llevan décadas bregando por el reconocimiento de la igual dignidad y derechos para las mujeres, explicitan que la cultura occidental ha sido eminente patriarcal: las conquistas del derecho a voto o de un igual acceso a la educación, de la presencia en la política o en ambientes profesionales y directivos, han ido contribuyendo significativamente a una mayor inclusión. Otro aspecto destacable es el de las tareas domésticas y de cuidado: aunque aun mayoritariamente ejercidas por mujeres, hay conciencia creciente de su relevancia y del necesario reconocimiento que les es debido en justicia, así como de los equilibrios de corresponsabilidad y cocuidado de las personas mayores, con discapacidad o de los niños.

¿Y en la Iglesia? Enfrentamos también una crisis de proporciones del sacerdocio, figura masculina que ha concentrado por siglos el poder para administrar los sacramentos y ejercer la autoridad en las estructuras de gobierno. Los abusos sexuales y de poder que hemos conocido en las últimas décadas dan cuenta, entre otras cosas, del poder casi ilimitado que tenían miembros del clero respecto del resto de los fieles, lo que ha impedido reacciones oportunas ante traspasos de límites y hasta delitos que han sido muy dañinos. Hemos de seguir dando pasos hacia transformaciones culturales e institucionales que promuevan espacios sanos y libres de toda violencia y abuso.

Cada época tiene sus demonios que expulsar y, como contraparte, sus virtudes que hacer florecer. Pidamos la gracia grande de sintonizar en estas semanas antes de Semana Santa con ese mismo Espíritu que impulsó a Jesús, para que nos ayude a que entre aire fresco a nuestras vidas y hagamos de nuestro país y nuestra Iglesia un lugar más acogedor e inclusivo.

Fragmento del Evangelio: “Si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes” (Lc. 11, 20)

EVANGELIO

El que no está conmigo está contra mí.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas    11, 14-23

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: “Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.

Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: “Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.  Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.

El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.