En este cuarto domingo de Pascua se nos ofrece el evangelio según san Juan en el que Jesús habla de sí mismo utilizando imágenes relacionadas con ovejas, corrales, pastores y rebaños. El papa Francisco ha utilizado en innumerables ocasiones imágenes parecidas a estas para referirse al rol de obispos y sacerdotes que, teniendo que cumplir el rol de pastores, no debieran sino tener “olor a oveja”. Los riesgos de tratar a los fieles como ovejas o borregos de un rebaño los conocemos; toda metáfora tiene sus límites, y ésta ya ha dado harto de sí.
Quisiera poner atención en el valor que se da en este relato al poder de
la voz conocida. Es eso lo que posibilita que las ovejas la escuchen y la sigan.
La cercanía y el cariño que dan la familiaridad y cuidado cotidianos no es algo
que se improvise ni que se pueda impostar falsamente.
Hace unos días tuve el regalo de leer un relato autobiográfico, el de
Katherine Lavín, titulado “Mi vivencia escondida en un mundo sin vida”. En la
portada del libro se la puede ver a ella sonreír serenamente, plena de
confianza y amor en sí misma. Es un relato duro y estremecedor, en el que da
cuenta de su vida. Particularmente de sus más de cuatro años viviendo en la
calle, con un creciente consumo problemático de drogas, y un cuanto más.
Me conmovió el libro por varias razones. La principal es porque su
proceso de escritura forma parte de un camino de sanación que no esconde las
profundidades del abismo en el que estuvo sumida. El gatillante inicial de los
primeros pasos de ese camino de recuperación fue caer en la cuenta de la
responsabilidad con su cuarto hijo que estaba por nacer, Bastián, y los apoyos
que le brindaron en el hospital donde lo dio a luz para que pudiera internarse
en una comunidad terapéutica. En ese momento particular de su vida pudo poner
atención y seguir a su voz interior que le animaba a volver a pararse,
amplificada por la voz de personas bien concretas que le mostraron un camino
distinto de las drogas y la prostitución para proveerse de ellas.
Ella nos compartió, en el lanzamiento del libro, que se demoró un tiempo
largo en poder volver a confiar en los demás, incluidos los miembros del equipo
terapéutico. Era tal el daño de los años de calle y las adicciones, que tenía
que reaprender a confiar, partiendo por confiar en sí misma y en su propia
capacidad de amar. El drama de la narcocultura y la inseguridad en las calles
tiene un correlato también dramático en vidas como la de Kathy.
Me ha dejado pensando el relato de la vida de Katherine, mirando lo que
ocurre en nuestro país. Tal vez sufrimos también de consumo problemático de
distintas cosas que nos ciegan la mirada y nos hacen perder el horizonte de
sentido hacia el que caminar. Quienes tienen la misión de conducirnos o aspiran
a ello no parecen estar del todo preocupados de lo que es mejor para el bien de
todos, sino de lo que saque más aplausos circunstanciales o permita subir en
las encuestas. Confunden lo que está bien con lo que les conviene.
La próxima semana tenemos la oportunidad de votar por quienes van a
continuar el proceso de redacción de una nueva constitución. Ojalá quienes sean
electos escuchen las distintas voces que rondan en nuestro país, y puedan
discernir entre ellas las que nos lleven por un camino que cuide el bien común,
el reencuentro y la valoración de las diferencias, la prosperidad y el
desarrollo sostenible.
Fragmento del Evangelio: “El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.” (Jn. 10, )
EVANGELIO
Yo soy la puerta de las ovejas.
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan 10, 1-10
Jesús dijo a los fariseos:
“Les aseguro que el que no entra
por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón
y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El
guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su
nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas
y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño,
sino que huirán de él, porque no conocen su voz”.
Jesús les hizo esta comparación,
pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Entonces Jesús prosiguió:
“Les aseguro que Yo soy la puerta
de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y
asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta.
El que entra por mí se salvará;
podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para
robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y
la tengan en abundancia”.