Celebrar (Mt. 22, 1-14)
En algunos días más, el jueves 19, celebraremos el aniversario 79 del
Hogar de Cristo. Recordamos en esta circunstancia a su fundador, el padre
Hurtado, que atento a los dolores y necesidades de su tiempo, convocó
alegremente a muchas personas para procurar aliviarlos. Ese mismo espíritu nos
anima el día de hoy: como las necesidades y dolores van cambiando, urge tener
siempre una mirada actualizada, para responder creativamente y con amor a
ellas. Por estos mismos días también, se conmemora el cuarto aniversario del
estallido social que hizo evidentes dolores, tensiones y necesidades no atendidos
en distintos frentes, y puso en cuestión nuestra convivencia e instituciones.
Los últimos domingos hemos estado reflexionando sobre el contenido del que
es quizás el principal anuncio de Jesús, el Reino de los Cielos, iluminados por
distintas parábolas: el día de hoy se acentúa el carácter de invitación festiva
que tiene, con la imagen de un banquete de bodas. Al mismo tiempo se supone la
libertad para acoger (o no) esa invitación. El modo como se responde a esta
invitación tiene consecuencias muy concretas para la vida.
Estamos ya entrados en el último trimestre del año, el próximo mes viene
la Teletón, y en lo que se refiere al proceso constitucional - que ha sido el
modo de canalizar institucionalmente el desbarajuste post estallido social (“La
Vuelta Larga”, a decir del ex ministro Gonzalo Blumel, les recomiendo su libro)
- hemos entrado también en la última etapa, en manos de la comisión de
expertos, para luego armonizar y proponer un texto que debe ser plebiscitado a
mediados de diciembre. La exacerbación de la violencia nunca ha sido camino
para la paz duradera: mire no más lo que está ocurriendo en Palestina e Israel.
El relato del Evangelio según san Mateo que proclamamos hoy puede
iluminar nuestro presente: la redacción de una nueva constitución debiera ser
motivo de alegría y fiesta, buscando que todos quienes vivimos en Chile nos
sintamos acogidos y representados, al menos en sus aspectos fundamentales. Si
algo aprendimos del proceso anterior, es que cuando las tintas se cargan para
un lado del espectro político, la inmensa mayoría no se siente representada.
Esta segunda, y tal vez última oportunidad por ahora, puede correr el mismo
riesgo por el lado contrario. ¡No desperdiciemos la oportunidad!
Al igual que los primeros invitados a la boda en la parábola, los asuntos
cotidianos y que son aparentemente más urgentes, pueden quitarnos el interés de
participar. Con perspectiva de largo plazo, levantando la mirada, no hay quizás
nada tan importante como ponernos de acuerdo en un texto que sirva
verdaderamente como la casa común que nos cobije, la mesa que permita que todos
encuentren un lugar. Se trata de organizar de mejor modo a las distintas
instituciones que nos hemos dado para cuidar el bien común, especialmente a los
más pobres y vulnerables entre nosotros, y que al mismo tiempo garantice
estabilidad y certeza jurídica, fundamentos para el desarrollo sostenible.
Aprendamos de las lecciones recientes de nuestra historia, sumando a ello
también la sabiduría milenaria del evangelio: hagamos lo posible para que se
ensanche la mesa en nuestro país, que todos encuentren un lugar en él y
tengamos motivos colectivos y permanentes para celebrar.
Fragmento del Evangelio: “El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren”.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. Éf 1, 17-18
Aleluya.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine
nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido
llamados. Aleluya.
EVANGELIO
Inviten al banquete nupcial a todos los que
encuentren.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 22, 1-14
Jesús habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a
los fariseos, diciendo:
El Reino de los Cielos se parece a un rey que
celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a
los invitados, pero éstos se negaron a ir.
De nuevo envió a otros servidores con el encargo de
decir a los invitados: “Mi banquete está preparado; ya han sido
matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las
bodas”. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno
a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los
maltrataron y los mataron.
Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas
para acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus
servidores: “El banquete nupcial está preparado, pero los invitados
no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los
que encuentren”.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a
todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de
convidados.
Cuando el rey entró para ver a los comensales,
encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le
dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?”. El otro
permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: “Átenlo
de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y
rechinar de dientes”.
Porque muchos son llamados, pero pocos son
elegidos.
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