domingo, 10 de mayo de 2020

Comunión en la fragilidad


Comunión en la fragilidad
La emergencia sanitaria y la distancia en que nos hemos obligado a estar, ha despertado la conciencia de una “antiguamente-nueva” forma de comunión, la de nuestra común vulnerabilidad y fragilidad.

En el evangelio de hoy proclamamos parte de las palabras de despedida puestas en boca de Jesús al final del relato de la última cena. Jesús ha lavado los pies a sus discípulos, se ha mostrado, en sintonía con su vida y enseñanzas, como el que sirve. Y en estas palabras ofrece a los suyos una nueva perspectiva, un horizonte nuevo, ante la inminencia de su Pasión. Jesús es camino, verdad y vida para alcanzar a Dios, a quien llama Padre. La íntima comunión entre Jesús y su Padre Dios, de la que nos hace participar, se expresa en una comunión entre nosotros: para todos hay un lugar en la casa del Padre. En el prólogo de este mismo evangelio, se afirma poéticamente que el Verbo, la Palabra Eterna de Dios creador, se hizo carne y acampó entre nosotros. Aunque en las diversas oraciones de nuestras celebraciones, a cada rato, y particularmente en el Credo afirmamos el carácter todopoderoso de Dios, en la persona de Jesús ese todo-poder se hace toda-vulnerabilidad, toda-fragilidad.
Precisamente algo de lo que se nos ha revelado radicalmente en este tiempo de pandemia global es nuestra común fragilidad y vulnerabilidad. Un virus invisible a simple vista ha puesto en jaque nuestra economía, nuestras costumbres y hábitos, nos ha hecho encerrarnos en nuestras casas. Si estábamos habituados a participar de la comunión sacramental, presencia real de Cristo en la Eucaristía, ahora hemos debido acoger esta comunión que nos une a todos los seres humanos, en la presencia real de Cristo en cada uno de nosotros que conformamos su Cuerpo.
Desde esta comunión con lo más vulnerable (y los más vulnerables) entre nosotros, es oportuno levantar la cabeza a diversas situaciones de precariedad y reconocer que para muchos parece no haber un lugar en nuestro mundo. Me refiero primeramente a la situación que en nuestro país están viviendo ciudadanos peruanos, venezolanos, bolivianos y de otras nacionalidades: no pueden pagar arriendos, han perdido el empleo, o ya se terminó la temporada agrícola. Con las fronteras de sus países cerradas, y poco más que lo puesto, algunos han podido ser recibidos en parroquias o casas de retiro, otros están en las calles, afuera de las puertas de sus consulados, o acampando en plazas.
De modo más permanente, en nuestro país hay aproximadamente 15 mil personas en situación de calle. Probablemente con la crisis económica que está sucediendo a la sanitaria este número va a aumentar. Tomé conocimiento de uno de ellos contagiado de COVID. A pesar de diversos esfuerzos, no hubo manera de que fuera recibido en alguno de los albergues dispuestos por la autoridad. Tras algunas horas en la urgencia de un hospital, él mismo se arrancó, le perdieron el rastro. Y es que hay algunos grupos, por sus particularidades, que no han aparecido del todo en el radar de la autoridad ni en el horizonte de las medidas tomadas por la emergencia, o bien algunas de estas medidas simplemente son insuficientes.
Las respuestas que han dado y van a seguir ofreciendo nuestras autoridades y las instituciones que nos hemos dado para cuidar el bien común y a los más pobres entre nosotros, no tienen forma de atender de buena manera la totalidad de estas particularidades. Aquí es donde esta comunión en la fragilidad y vulnerabilidad que hemos constatado, ha de propiciar entre los cristianos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad – como ha ido ocurriendo – diversas iniciativas de solidaridad y servicio que procuren aliviar la indigencia y anhelos de sobrevivencia de miles, haciendo posible que haya verdaderamente un lugar para todos.

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General Hogar de Cristo

Fragmento del Evangelio: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habi­taciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde Yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy”. (Jn. 14, 1-12)

lunes, 4 de mayo de 2020

Relatos, reflexiones y aprendizajes preliminares ante la pandemia COVID19


En Chile llevamos poco más de siete semanas desde que la amenaza lejana del COVID se acercó tanto que nos cambió completamente la vida. Ofrezco estas reflexiones y aprendizajes preliminares a partir de lo que hemos vivido en el Hogar de Cristo, donde sirvo como Capellán General, y también desde Techo, el Servicio Jesuita a Migrantes, y otras organizaciones sociales relacionadas con la Compañía de Jesús en Chile, en las que tengo también alguna responsabilidad. Lo hago también desde mi comunidad jesuita Jesús Obrero en la población Los Nogales de la comuna de Estación Central, que el jueves 30 de abril entró en cuarentena, en la Región Metropolitana de Santiago. ¡La cabeza piensa donde pisan los pies!

El rol del Estado en sus distintos niveles. Quizás más que nunca hemos vuelto la mirada a las autoridades e instituciones del Estado, esperando una respuesta. En nuestros países latinoamericanos la capacidad de las autoridades para reaccionar oportunamente con medidas eficaces y con una correcta percepción de la gravedad de la amenaza en ciernes nos ha ofrecido diversidad de manifestaciones. Ahí donde había una institucionalidad sanitaria adecuada y donde se han seguido las instrucciones de las autoridades, cuando las ha habido, el contagio y la cantidad de muertos han sido menores. Pero no ha sido fácil articular y alinear a las autoridades de distintos niveles. Los alcaldes en Chile demoraron un poco en confiar plenamente en que el Gobierno estaba tomando las mejores decisiones, velando por el bien común. El Gobierno demoró un poco en tomar en cuenta la opinión de las autoridades locales. Se enviaron recados por la prensa, con recriminaciones mutuas de distinta índole. Se pelearon por los primeros muertos. Hasta que se pusieron a trabajar juntos, y el resultado ha sido mejor para todos.

El rol de la Empresa y el de la Sociedad Civil Organizada. Casi inmediatamente al comienzo de la crisis, y con bastante agilidad, se han ido desplegando diversas iniciativas. Primeramente para cuidar del propio interés –salvaguardar a las personas–, pero luego para comenzar a convocar y asociarse, a juntar recursos, a agilizar la llegada de elementos de protección personal, a empujar a las autoridades a que velen por el bien común y tomen decisiones basadas en evidencia. Destaco el rol articulador de la Confederación para la Producción y el Comercio en Chile, entidad que agrupa a los 6 más grandes gremios empresariales. También el Colegio Médico, otra organización gremial, ha jugado un rol fundamental y muy oportuno, poniendo al servicio de la emergencia su experiencia y conexión con lo que ocurre en cada territorio.

Colaboración y alianzas. Sentados en la llamada Mesa Social, autoridades, organizaciones de la sociedad civil, gremios y universidades, han podido ir compartiendo los distintos puntos de vista que han ido ampliando la mirada de quien debe tomar decisiones. Las Organizaciones de la Sociedad Civil, particularmente todas aquellas que trabajamos con la población más vulnerable, hemos recibido apoyo, tanto de parte del Estado como del sector empresarial, y a la vez hemos ido compartiendo nuestros protocolos y particulares puntos de vista, con la consigna de que en estas circunstancias nadie se salva solo.

Foco en los más pobres y vulnerables. No es ninguna novedad que quienes más mal lo pasan ante las crisis de cualquier naturaleza son quienes tienen menos recursos y redes para apoyarse. Las medidas de higiene propuestas, que suponen disponibilidad de agua para lavarse las manos, y de espacio suficiente para que sea posible el distanciamiento social recomendado, son impracticables para un número significativo de compatriotas: quienes viven en campamentos (slums) o en condiciones de hacinamiento crítico, simplemente no pueden. Quienes están en situación de calle, simplemente no tienen casa en la que guarecerse o respetar el toque de queda. Las brechas existentes antes de la crisis sanitaria se agudizarán durante y tras esta. Las escuelas y liceos han desarrollado modalidad de clases online, sin adaptar del todo la metodología, sobreexigiendo a los/as padres/madres o cuidadores, y sin considerar que en algunas familias no hay disponibilidad de espacio, computadores o conectividad suficientes para su implementación. Algunos expertos señalan que las brechas al interior de cada curso/sala de clase, se agudizarán: si en un curso de 40, 5 han podido seguir al pie de la letra todas las lecciones y tareas, 25 han podido hacerlas más o menos, y 10 no han podido hacer nada, la equidad en el proceso educativo será malograda más aún que en tiempos “normales”.

Incidencia. En sintonía con esta realidad que se ha ido haciendo evidente, una preocupación fundamental en el Hogar de Cristo han sido las personas que servimos. Todas ellas forman parte de los grupos más vulnerables de la sociedad y no cuentan con suficientes redes de apoyo: personas en situación de calle, personas mayores, personas con discapacidad, y más. Para cuidarlas y cuidar a los equipos de trabajadores que les cuidan, hemos activado, siguiendo las indicaciones de la autoridad sanitaria, cuarentenas preventivas en todos nuestros programas residenciales. Son cerca de 4500 personas, sumados a 1500 trabajadores, que están en un régimen especial. En el caso de hospederías, hemos ampliado su servicio a las 24 horas del día. Al mismo tiempo hemos propiciado la convocatoria de una mesa de trabajo con población vulnerable, que complementa la labor de la Mesa Social. Las medidas específicas requeridas para los más vulnerables son radicalmente distintas a las del grueso de la población. Con ese propósito, en colaboración con otras organizaciones de la sociedad civil, conseguimos se adelantara el plan invierno para las personas en situación de calle, con características sanitarias particulares. También conseguimos la transferencia de recursos privados para la habilitación de esclusas sanitarias en nuestros programas. A través del Servicio Nacional de Adulto Mayor (SENAMA) y de la Central de Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud (CENABAST) y de otros servicios estatales, conseguimos elementos de protección personal para cuidar a nuestros acogidos y equipos de trabajo. Hemos implementado un sitio dedicado a explicitar nuestras necesidades particulares, buscando levantar fondos para cubrirlas (ver enlace a campaña).

En la Bodega del Hogar de Cristo en Estación Central, Santiago de Chile, recibimos una donación de Elementos de Protección Personal de parte del Gobierno Metropolitano. En la foto está Hector Pérez, encargado de logística HC, José Fco. Yuraszeck, capellán general HC, y Felipe Guevara, intendente de la RM.

Lo nacional vs. lo territorial y local. En estas últimas semanas, tras el paso de la amenaza sanitaria a la incipiente crisis de empleo y, por tanto, de hambre, se han ido desplegando a todo nivel, diversas iniciativas. Juntos, entre Hogar de Cristo, Techo, Fondo Esperanza, el Servicio Jesuita a Migrantes, Red de Alimentos, Movidos por Chile, hemos lanzado la campaña “Chile Comparte” (www.chilecomparte2020.cl). A pesar de que hemos logrado conseguir algunos recursos y ya repartir varios miles de cajas de alimentos a las personas y familias que atendemos en nuestros programas, la necesidad es muchísimo mayor. Ahí es donde iniciativas no necesariamente articuladas de las Iglesias, Juntas de Vecinos y otras organizaciones de base han permitido acudir a aliviar las acuciantes necesidades de quienes perdieron su fuente de trabajo o que debido a la cuarentena implementada no están pudiendo salir a trabajar. Sirva como ejemplo que el Fondo Esperanza ha constatado que más del 80% de sus socias (125.000 en total) no ha sido capaz de devolver oportunamente los créditos otorgados, en expresión notable del frenazo a la economía familiar y nacional que esta crisis sanitaria ha provocado. Al no poder ofrecer sus productos o servicios, toda la cadena se detiene. Ante la emergencia, lo primordial es lo más básico que garantiza la sobrevivencia: un lugar para guarecerse, la alimentación, la salud. Algunas familias migrantes, ante la disyuntiva de pagar el arriendo o comer, han optado por lo primero: habiendo perdido el trabajo precario que los sostenía, no quieren quedar en la calle. Urge ir en ayuda de ellos.
 
Entrega de Caja de Alimentos de la campaña Chile Comparte, Mayo 2020

En el mismo sentido, otro de los grandes pasos de los últimos días en Chile ha sido la conformación de mesas regionales, que replican la nacional, pero se abocan a atender las necesidades particulares de sus territorios, articulando iniciativas, juntando a personas e instituciones. No bastan las directrices y coordinaciones a nivel central, si no hay un correlato de ellas a nivel local/comunal, que se ocupe de las coordinaciones territoriales necesarias, y a la vez sirva de conexión, cable a tierra, con el nivel central, que no tiene cómo percibir del todo lo que ocurre particularmente en cada lugar. Al terminar de escribir estas líneas me he informado que ya en la mayoría de las regiones del país estas mesas de coordinación local se han implementado.

Acompañarnos y celebrar la vida a la distancia. Ante la imposibilidad de encontrarnos presencialmente, desde el 19 de marzo en adelante hemos estado celebrando la Eucaristía online a través de las redes sociales (https://www.facebook.com/hdecristo/live). Un punto fuerte fue el día jueves santo, en el que año a año en el Hogar de Cristo celebrábamos en los diversos programas sociales la Última Cena y el Lavado de los Pies, expresión concreta de nuestro trabajo cotidiano. Desde los diversos programas del Hogar enviaron fotografías, y al momento del ofertorio los hicimos presentes, conectándonos a la distancia. Algunos domingos, ayudados por la Funeraria del Hogar de Cristo, hemos podido acompañar a la distancia a familias que han perdido un ser querido en el marco de esta pandemia, ofreciendo un homenaje de despedida, mostrando sus rostros y orando por su eterno descanso. Además hemos desarrollado distintas modalidades de acompañamiento telefónico, tanto a personas que están contagiadas o que tienen a algún familiar enfermo, como a los equipos que han implementado la cuarentena.

Un caso particular. Quisiera terminar estos relatos, con dos casos particulares, que evidencian lo complejo de esta crisis, sobre todo para los grupos más vulnerables y quienes trabajamos con ellos. En una de las residencias de adultos mayores del Hogar de Cristo tuvimos un caso de contagio por Covid-19 confirmado mediante examen. Se activaron los protocolos y cuarentenas para el grupo de personas que tuvo contacto con él, se le puso en aislamiento preventivo, y recibimos la visita de la autoridad sanitaria para verificar que todo estuviera en orden, y así fue: pero debido a su nivel de dependencia, y a algunas de sus patologías, la autoridad determinó que no era posible llevarlo a uno de los albergues sanitarios dispuestos para hacer cuarentena, sino que debía permanecer ahí. Hay un grupo de personas, como esta que comentamos, que no entran dentro de las posibilidades ordinarias de atención dispuestos por las autoridades, quedan marginadas completamente. Es con ellos que debemos permanecer y estar, aún a riesgo de nuestra propia salud.

Otro caso particular. La tercera semana de abril recibimos en el Hogar de Cristo en Estación Central a un grupo de 35 ciudadanos bolivianos que habiendo dejado de trabajar en labores agrícolas como temporeros, estaban sin poder volver a su país, con lo puesto, en la calle. A poco andar se fueron sumando más personas, llegando, en ese lugar, a juntarse 65. Junto a la municipalidad de Estación Central, el Servicio Jesuita a Migrantes y la parroquia de la Santa Cruz, habilitamos un albergue para ellos (ver nota en web HC). Apenas instalado, tuvimos noticia de que había al menos 8 grupos similares en número en distintos lugares de la ciudad. Gracias al apoyo de Televisión Nacional (ver nota de TVN), dimos a conocer esta situación y, casi al mismo tiempo, la de esos otros grupos, que no habían conseguido albergue y estaban pasando la noche en las afueras del Consulado de Bolivia. Esta publicidad provocó que la urgencia fuera asumida por las autoridades: más de 900 ciudadanos bolivianos fueron acogidos en diversos espacios de la Iglesia de Santiago y se gestionó su traslado al norte, a Iquique, para que hicieran ahí su cuarentena preventiva antes de poder cruzar la frontera chileno boliviana. Este ha sido un ejemplo de buena articulación entre distintas organizaciones, de Iglesia, de la Sociedad Civil, del Estado, y a la vez una expresión de que en situaciones de emergencia, los grupos más vulnerables son los que más mal lo pasan y si no se buscan modos eficaces de visibilizarlos y hacer presión, las decisiones que permitan ir en su ayuda, demoran mucho más.

Abiertos al tiempo que viene. Aunque no hemos podido acercarnos físicamente a la comunión sacramental, hemos experimentado quizás más que nunca otro tipo de comunión, la de la común fragilidad y vulnerabilidad. Por cierto hay quienes tienen más medios para enfrentarla. En Chile el virus entró a través de compatriotas que habían estado en el extranjero (Italia, España), y los primeros casos de mayor contagio se han conocido en el barrio alto de Santiago, cuyas comunas, las de mayores ingresos, entraron rápidamente en cuarentena. Con el correr de las semanas se han activado cuarentenas preventivas en otros lugares, como la que me encuentro ahora que escribo estas letras, en la comuna de Estación Central. En las últimas semanas se ha conocido que en varios cités o viviendas comunitarias, en que mayoritariamente viven migrantes, han proliferado los contagios. Es la conciencia de la común fragilidad ante un diminuto virus para el que aún no hemos desarrollado, colectivamente, anticuerpos, lo que nos ha hecho poner atención y cuidado. La interdependencia planetaria que nos ha llevado a extremar la globalización, ahora ha sido el vehículo de difusión de este virus que nos ha puesto a todos en peligro.

Las alianzas particulares que hemos establecido en el tiempo de la emergencia, por necesidad de vida o muerte, debiéramos poder profundizarlas en adelante. Se han tomado medidas extraordinarias ante una situación extraordinaria, buscando defender el empleo y cuidar a las micro, pequeñas y medianas empresas, que de no tener suficiente liquidez y capital de trabajo al estar detenidas casi del todo las ventas, arriesgan toda la cadena productiva. Con el desempleo llegará el hambre. Hay muchos problemas que conocíamos antes, pero que no eran considerados del todo urgentes, como el hacinamiento crítico, la abismante desigualdad urbana en acceso a parques, bienes y servicios, la precariedad de vivienda que implica la vida en campamentos, con el limitado acceso a saneamiento, agua potable o alcantarillado. Otros temas urgentes son la realidad de los jóvenes expulsados del sistema escolar (llamados Ninis), y la existencia de barrios en los que campea la narcocultura y la destrucción del tejido social. Muchos de estos problemas han sido abordados en Chile en las mesas del llamado Compromiso País (http://www.compromisopais.cl/): alianzas entre el sector empresarial, universidades, el estado, las organizaciones de la sociedad civil. Han sido esos mismos vínculos los que se han activado para atender la emergencia. Urge profundizar este tipo de alianzas, manteniendo el sentido de urgencia sobre cada uno de esos temas cuando vuelvan los tiempos “normales”.

Los conocimientos, capacidad de convocatoria y saberes particulares de las organizaciones de la sociedad civil (como el Hogar de Cristo o Techo) o gremiales (como la CPC o el Colegio Médico), han sido de vital importancia al momento de atender la emergencia. Tras un primer período de recriminaciones por la prensa, se han instituido mesas a nivel nacional y regional, con presencia de los principales actores relevantes y capacidad de escucha de las demandas particulares de los territorios. Esto ha permitido validar las indicaciones de las autoridades, y ayudarlas a mejor acertar. Es este un camino que debemos seguir profundizando en el futuro, con el concurso de todas las competencias con que cuenta la sociedad en su conjunto.

Aunque el Estado suele llegar tarde, por su poca agilidad, y además no siempre focaliza sus esfuerzos en la mayor necesidad, por los potenciales intereses políticos asociados al ciclo electoral, ha sido la respuesta del Estado con sus instituciones la que ha permitido hacer frente a la crisis. En el sistema público de salud chileno, donde se atiende el 80% de la población, ha habido muestras extremas de buen servicio. A través de las Fuerzas Armadas se han traído insumos médicos desde el extranjero. También las Fuerzas Armadas, junto a organizaciones de la sociedad civil, han contribuido a repartir cajas de alimentos y otros insumos relevantes en localidades aisladas. Lo mismo ha ocurrido a nivel local, con la institucionalidad de los municipios desplegada en terreno, atendiendo el bien común y a la población marginalizada. Tenemos que seguir avanzando en el cuidado y fortalecimiento del Estado y sus instituciones: que sean robustas y ágiles, y que comprendan su quehacer en colaboración y complemento con la sociedad civil. Las subvenciones de distinta naturaleza que organismos del Estado destinan a la población más vulnerable, ya sea directamente o a través de organizaciones colaboradores, son realmente una ayuda eficaz.

Como nunca hemos desplegado diversos modos de teletrabajo, cuando este es posible: la cuarentena en casa, obligatoria o preventiva, ha descongestionado totalmente las calles y autopistas, con el consiguiente descenso en los índices de contaminación del aire. Hemos aprendido a trabajar y reunirnos a la distancia, evitando desplazamientos innecesarios. Intuyo que en estos nuevos modos, apurados por la emergencia, se abren nuevas posibilidades para el modo de trabajo futuro: tendremos que tomar lo bueno que hemos aprendido.

Sigamos conversando. Hasta aquí dejo estos relatos y reflexiones preliminares, que ya se han alargado más de lo que había pensado inicialmente. Espero que si es que usted ha llegado hasta aquí leyendo, esto que he escrito le ayude e inspire a compartir también sus propias experiencias en esta pandemia que nos asola. Solo unidos vamos a lograr salir adelante y una manera de unirnos es compartir los relatos de lo que estamos viviendo y las reflexiones que inspira.

José Francisco Yuraszeck Krebs, S.J. (@jfyksj)
Capellán General del Hogar de Cristo – Chile
4 de mayo de 2020


(Un estracto de este escrito fue publicado el lunes 11 de mayo de 2020 en el Sitio WEB de los Jesuitas Latinoamericanos: https://jesuitas.lat/es/noticias/2023-relatos-reflexiones-y-aprendizajes-preliminares-ante-la-pandemia-covid-19