En Chile llevamos poco más de siete
semanas desde que la amenaza lejana del COVID se acercó tanto que nos cambió
completamente la vida. Ofrezco estas reflexiones y aprendizajes preliminares a
partir de lo que hemos vivido en el Hogar de Cristo, donde sirvo como Capellán
General, y también desde Techo, el Servicio Jesuita a Migrantes, y otras
organizaciones sociales relacionadas con la Compañía de Jesús en Chile, en las
que tengo también alguna responsabilidad. Lo hago también desde mi comunidad
jesuita Jesús Obrero en la población Los Nogales de la comuna de Estación
Central, que el jueves 30 de abril entró en cuarentena, en la Región
Metropolitana de Santiago. ¡La cabeza piensa donde pisan los pies!
El
rol del Estado en sus distintos niveles. Quizás más que nunca hemos vuelto la
mirada a las autoridades e instituciones del Estado, esperando una respuesta.
En nuestros países latinoamericanos la capacidad de las autoridades para
reaccionar oportunamente con medidas eficaces y con una correcta percepción de
la gravedad de la amenaza en ciernes nos ha ofrecido diversidad de
manifestaciones. Ahí donde había una institucionalidad sanitaria adecuada y
donde se han seguido las instrucciones de las autoridades, cuando las ha
habido, el contagio y la cantidad de muertos han sido menores. Pero no ha sido
fácil articular y alinear a las autoridades de distintos niveles. Los alcaldes
en Chile demoraron un poco en confiar plenamente en que el Gobierno estaba
tomando las mejores decisiones, velando por el bien común. El Gobierno demoró
un poco en tomar en cuenta la opinión de las autoridades locales. Se enviaron
recados por la prensa, con recriminaciones mutuas de distinta índole. Se
pelearon por los primeros muertos. Hasta que se pusieron a trabajar juntos, y
el resultado ha sido mejor para todos.
El
rol de la Empresa y el de la Sociedad Civil Organizada. Casi
inmediatamente al comienzo de la crisis, y con bastante agilidad, se han ido
desplegando diversas iniciativas. Primeramente para cuidar del propio interés –salvaguardar
a las personas–, pero luego para comenzar a convocar y asociarse, a juntar
recursos, a agilizar la llegada de elementos de protección personal, a empujar
a las autoridades a que velen por el bien común y tomen decisiones basadas en
evidencia. Destaco el rol articulador de la Confederación para la Producción y
el Comercio en Chile, entidad que agrupa a los 6 más grandes gremios
empresariales. También el Colegio Médico, otra organización gremial, ha jugado
un rol fundamental y muy oportuno, poniendo al servicio de la emergencia su
experiencia y conexión con lo que ocurre en cada territorio.
Colaboración
y alianzas. Sentados en la llamada Mesa Social, autoridades, organizaciones de
la sociedad civil, gremios y universidades, han podido ir compartiendo los
distintos puntos de vista que han ido ampliando la mirada de quien debe tomar
decisiones. Las Organizaciones de la Sociedad Civil, particularmente todas
aquellas que trabajamos con la población más vulnerable, hemos recibido apoyo,
tanto de parte del Estado como del sector empresarial, y a la vez hemos ido
compartiendo nuestros protocolos y particulares puntos de vista, con la
consigna de que en estas circunstancias nadie se salva solo.
Foco
en los más pobres y vulnerables. No es ninguna novedad que quienes más
mal lo pasan ante las crisis de cualquier naturaleza son quienes tienen menos
recursos y redes para apoyarse. Las medidas de higiene propuestas, que suponen
disponibilidad de agua para lavarse las manos, y de espacio suficiente para que
sea posible el distanciamiento social recomendado, son impracticables para un
número significativo de compatriotas: quienes viven en campamentos (slums) o en condiciones de hacinamiento
crítico, simplemente no pueden. Quienes están en situación de calle,
simplemente no tienen casa en la que guarecerse o respetar el toque de queda. Las
brechas existentes antes de la crisis sanitaria se agudizarán durante y tras
esta. Las escuelas y liceos han desarrollado modalidad de clases online, sin
adaptar del todo la metodología, sobreexigiendo a los/as padres/madres o
cuidadores, y sin considerar que en algunas familias no hay disponibilidad de
espacio, computadores o conectividad suficientes para su implementación.
Algunos expertos señalan que las brechas al interior de cada curso/sala de
clase, se agudizarán: si en un curso de 40, 5 han podido seguir al pie de la
letra todas las lecciones y tareas, 25 han podido hacerlas más o menos, y 10 no
han podido hacer nada, la equidad en el proceso educativo será malograda más
aún que en tiempos “normales”.
Incidencia.
En
sintonía con esta realidad que se ha ido haciendo evidente, una preocupación
fundamental en el Hogar de Cristo han sido las personas que servimos. Todas
ellas forman parte de los grupos más vulnerables de la sociedad y no cuentan
con suficientes redes de apoyo: personas en situación de calle, personas
mayores, personas con discapacidad, y más. Para cuidarlas y cuidar a los
equipos de trabajadores que les cuidan, hemos activado, siguiendo las
indicaciones de la autoridad sanitaria, cuarentenas preventivas en todos
nuestros programas residenciales. Son cerca de 4500 personas, sumados a 1500
trabajadores, que están en un régimen especial. En el caso de hospederías,
hemos ampliado su servicio a las 24 horas del día. Al mismo tiempo hemos
propiciado la convocatoria de una mesa de trabajo con población vulnerable, que
complementa la labor de la Mesa Social. Las medidas específicas requeridas para
los más vulnerables son radicalmente distintas a las del grueso de la
población. Con ese propósito, en colaboración con otras organizaciones de la
sociedad civil, conseguimos se adelantara el plan invierno para las personas en
situación de calle, con características sanitarias particulares. También
conseguimos la transferencia de recursos privados para la habilitación de
esclusas sanitarias en nuestros programas. A través del Servicio Nacional de
Adulto Mayor (SENAMA) y de la Central de
Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud (CENABAST) y de otros servicios estatales,
conseguimos elementos de protección personal para cuidar a nuestros acogidos y
equipos de trabajo. Hemos implementado un sitio dedicado a explicitar nuestras
necesidades particulares, buscando levantar fondos para cubrirlas (ver enlace
a campaña).
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En la Bodega del Hogar de Cristo en Estación Central, Santiago de Chile, recibimos una donación de Elementos de Protección Personal de parte del Gobierno Metropolitano. En la foto está Hector Pérez, encargado de logística HC, José Fco. Yuraszeck, capellán general HC, y Felipe Guevara, intendente de la RM. |
Lo
nacional vs. lo territorial y local. En estas últimas semanas, tras el paso
de la amenaza sanitaria a la incipiente crisis de empleo y, por tanto, de
hambre, se han ido desplegando a todo nivel, diversas iniciativas. Juntos,
entre Hogar de Cristo, Techo, Fondo Esperanza, el Servicio Jesuita a Migrantes,
Red de Alimentos, Movidos por Chile, hemos lanzado la campaña “Chile Comparte”
(www.chilecomparte2020.cl).
A pesar de que hemos logrado conseguir algunos recursos y ya repartir varios miles
de cajas de alimentos a las personas y familias que atendemos en nuestros
programas, la necesidad es muchísimo mayor. Ahí es donde iniciativas no
necesariamente articuladas de las Iglesias, Juntas de Vecinos y otras
organizaciones de base han permitido acudir a aliviar las acuciantes
necesidades de quienes perdieron su fuente de trabajo o que debido a la
cuarentena implementada no están pudiendo salir a trabajar. Sirva como ejemplo
que el Fondo Esperanza ha constatado que más del 80% de sus socias (125.000 en
total) no ha sido capaz de devolver oportunamente los créditos otorgados, en
expresión notable del frenazo a la economía familiar y nacional que esta crisis
sanitaria ha provocado. Al no poder ofrecer sus productos o servicios, toda la
cadena se detiene. Ante la emergencia, lo primordial es lo más básico que
garantiza la sobrevivencia: un lugar para guarecerse, la alimentación, la
salud. Algunas familias migrantes, ante la disyuntiva de pagar el arriendo o
comer, han optado por lo primero: habiendo perdido el trabajo precario que los
sostenía, no quieren quedar en la calle. Urge ir en ayuda de ellos.
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Entrega de Caja de Alimentos de la campaña Chile Comparte, Mayo 2020 |
En el mismo sentido, otro de los
grandes pasos de los últimos días en Chile ha sido la conformación de mesas
regionales, que replican la nacional, pero se abocan a atender las necesidades
particulares de sus territorios, articulando iniciativas, juntando a personas e
instituciones. No bastan las directrices y coordinaciones a nivel central, si
no hay un correlato de ellas a nivel local/comunal, que se ocupe de las
coordinaciones territoriales necesarias, y a la vez sirva de conexión, cable a
tierra, con el nivel central, que no tiene cómo percibir del todo lo que ocurre
particularmente en cada lugar. Al terminar de escribir estas líneas me he
informado que ya en la mayoría de las regiones del país estas mesas de
coordinación local se han implementado.
Acompañarnos
y celebrar la vida a la distancia. Ante la imposibilidad de encontrarnos presencialmente,
desde el 19 de marzo en adelante hemos estado celebrando la Eucaristía online a través de las redes sociales (https://www.facebook.com/hdecristo/live).
Un punto fuerte fue el día jueves santo, en el que año a año en el Hogar de
Cristo celebrábamos en los diversos programas sociales la Última Cena y el
Lavado de los Pies, expresión concreta de nuestro trabajo cotidiano. Desde los
diversos programas del Hogar enviaron fotografías, y al momento del ofertorio
los hicimos presentes, conectándonos a la distancia. Algunos domingos, ayudados
por la Funeraria del Hogar de Cristo, hemos podido acompañar a la distancia a
familias que han perdido un ser querido en el marco de esta pandemia, ofreciendo
un homenaje de despedida, mostrando sus rostros y orando por su eterno
descanso. Además hemos desarrollado distintas modalidades de acompañamiento
telefónico, tanto a personas que están contagiadas o que tienen a algún
familiar enfermo, como a los equipos que han implementado la cuarentena.
Un
caso particular. Quisiera terminar estos relatos, con dos casos
particulares, que evidencian lo complejo de esta crisis, sobre todo para los
grupos más vulnerables y quienes trabajamos con ellos. En una de las residencias
de adultos mayores del Hogar de Cristo tuvimos un caso de contagio por Covid-19
confirmado mediante examen. Se activaron los protocolos y cuarentenas para el
grupo de personas que tuvo contacto con él, se le puso en aislamiento
preventivo, y recibimos la visita de la autoridad sanitaria para verificar que
todo estuviera en orden, y así fue: pero debido a su nivel de dependencia, y a
algunas de sus patologías, la autoridad determinó que no era posible llevarlo a
uno de los albergues sanitarios dispuestos para hacer cuarentena, sino que
debía permanecer ahí. Hay un grupo de personas, como esta que comentamos, que
no entran dentro de las posibilidades ordinarias de atención dispuestos por las
autoridades, quedan marginadas completamente. Es con ellos que debemos
permanecer y estar, aún a riesgo de nuestra propia salud.
Otro
caso particular. La tercera semana de abril recibimos en el
Hogar de Cristo en Estación Central a un grupo de 35 ciudadanos bolivianos que
habiendo dejado de trabajar en labores agrícolas como temporeros, estaban sin
poder volver a su país, con lo puesto, en la calle. A poco andar se fueron
sumando más personas, llegando, en ese lugar, a juntarse 65. Junto a la
municipalidad de Estación Central, el Servicio Jesuita a Migrantes y la
parroquia de la Santa Cruz, habilitamos un albergue para ellos (ver
nota en web HC). Apenas instalado, tuvimos noticia de que había al
menos 8 grupos similares en número en distintos lugares de la ciudad. Gracias
al apoyo de Televisión Nacional (ver nota
de TVN), dimos a conocer esta situación y, casi al mismo tiempo, la
de esos otros grupos, que no habían conseguido albergue y estaban pasando la
noche en las afueras del Consulado de Bolivia. Esta publicidad provocó que la
urgencia fuera asumida por las autoridades: más de 900 ciudadanos bolivianos
fueron acogidos en diversos espacios de la Iglesia de Santiago y se gestionó su
traslado al norte, a Iquique, para que hicieran ahí su cuarentena preventiva
antes de poder cruzar la frontera chileno boliviana. Este ha sido un ejemplo de
buena articulación entre distintas organizaciones, de Iglesia, de la Sociedad
Civil, del Estado, y a la vez una expresión de que en situaciones de
emergencia, los grupos más vulnerables son los que más mal lo pasan y si no se
buscan modos eficaces de visibilizarlos y hacer presión, las decisiones que
permitan ir en su ayuda, demoran mucho más.
Abiertos
al tiempo que viene. Aunque no hemos podido acercarnos físicamente
a la comunión sacramental, hemos experimentado quizás más que nunca otro tipo
de comunión, la de la común fragilidad y vulnerabilidad. Por cierto hay quienes
tienen más medios para enfrentarla. En Chile el virus entró a través de
compatriotas que habían estado en el extranjero (Italia, España), y los
primeros casos de mayor contagio se han conocido en el barrio alto de Santiago,
cuyas comunas, las de mayores ingresos, entraron rápidamente en cuarentena. Con
el correr de las semanas se han activado cuarentenas preventivas en otros
lugares, como la que me encuentro ahora que escribo estas letras, en la comuna
de Estación Central. En las últimas semanas se ha conocido que en varios cités
o viviendas comunitarias, en que mayoritariamente viven migrantes, han
proliferado los contagios. Es la conciencia de la común fragilidad ante un
diminuto virus para el que aún no hemos desarrollado, colectivamente,
anticuerpos, lo que nos ha hecho poner atención y cuidado. La interdependencia
planetaria que nos ha llevado a extremar la globalización, ahora ha sido el
vehículo de difusión de este virus que nos ha puesto a todos en peligro.
Las alianzas particulares que hemos
establecido en el tiempo de la emergencia, por necesidad de vida o muerte,
debiéramos poder profundizarlas en adelante. Se han tomado medidas
extraordinarias ante una situación extraordinaria, buscando defender el empleo
y cuidar a las micro, pequeñas y medianas empresas, que de no tener suficiente
liquidez y capital de trabajo al estar detenidas casi del todo las ventas,
arriesgan toda la cadena productiva. Con el desempleo llegará el hambre. Hay
muchos problemas que conocíamos antes, pero que no eran considerados del todo
urgentes, como el hacinamiento crítico, la abismante desigualdad urbana en
acceso a parques, bienes y servicios, la precariedad de vivienda que implica la
vida en campamentos, con el limitado acceso a saneamiento, agua potable o
alcantarillado. Otros temas urgentes son la realidad de los jóvenes expulsados
del sistema escolar (llamados Ninis), y la existencia de barrios en los que
campea la narcocultura y la destrucción del tejido social. Muchos de estos
problemas han sido abordados en Chile en las mesas del llamado Compromiso País
(http://www.compromisopais.cl/): alianzas entre el sector empresarial,
universidades, el estado, las organizaciones de la sociedad civil. Han sido
esos mismos vínculos los que se han activado para atender la emergencia. Urge
profundizar este tipo de alianzas, manteniendo el sentido de urgencia sobre
cada uno de esos temas cuando vuelvan los tiempos “normales”.
Los conocimientos, capacidad de
convocatoria y saberes particulares de las organizaciones de la sociedad civil
(como el Hogar de Cristo o Techo) o gremiales (como la CPC o el Colegio
Médico), han sido de vital importancia al momento de atender la emergencia.
Tras un primer período de recriminaciones por la prensa, se han instituido
mesas a nivel nacional y regional, con presencia de los principales actores relevantes
y capacidad de escucha de las demandas particulares de los territorios. Esto ha
permitido validar las indicaciones de las autoridades, y ayudarlas a mejor
acertar. Es este un camino que debemos seguir profundizando en el futuro, con
el concurso de todas las competencias con que cuenta la sociedad en su
conjunto.
Aunque el Estado suele llegar tarde,
por su poca agilidad, y además no siempre focaliza sus esfuerzos en la mayor
necesidad, por los potenciales intereses políticos asociados al ciclo electoral,
ha sido la respuesta del Estado con sus instituciones la que ha permitido hacer
frente a la crisis. En el sistema público de salud chileno, donde se atiende el
80% de la población, ha habido muestras extremas de buen servicio. A través de
las Fuerzas Armadas se han traído insumos médicos desde el extranjero. También
las Fuerzas Armadas, junto a organizaciones de la sociedad civil, han
contribuido a repartir cajas de alimentos y otros insumos relevantes en
localidades aisladas. Lo mismo ha ocurrido a nivel local, con la
institucionalidad de los municipios desplegada en terreno, atendiendo el bien
común y a la población marginalizada. Tenemos que seguir avanzando en el
cuidado y fortalecimiento del Estado y sus instituciones: que sean robustas y
ágiles, y que comprendan su quehacer en colaboración y complemento con la
sociedad civil. Las subvenciones de distinta naturaleza que organismos del
Estado destinan a la población más vulnerable, ya sea directamente o a través
de organizaciones colaboradores, son realmente una ayuda eficaz.
Como nunca hemos desplegado diversos
modos de teletrabajo, cuando este es posible: la cuarentena en casa,
obligatoria o preventiva, ha descongestionado totalmente las calles y
autopistas, con el consiguiente descenso en los índices de contaminación del
aire. Hemos aprendido a trabajar y reunirnos a la distancia, evitando
desplazamientos innecesarios. Intuyo que en estos nuevos modos, apurados por la
emergencia, se abren nuevas posibilidades para el modo de trabajo futuro:
tendremos que tomar lo bueno que hemos aprendido.
Sigamos
conversando. Hasta aquí dejo estos relatos y reflexiones preliminares, que ya
se han alargado más de lo que había pensado inicialmente. Espero que si es que usted
ha llegado hasta aquí leyendo, esto que he escrito le ayude e inspire a
compartir también sus propias experiencias en esta pandemia que nos asola. Solo
unidos vamos a lograr salir adelante y una manera de unirnos es compartir los
relatos de lo que estamos viviendo y las reflexiones que inspira.
José Francisco
Yuraszeck Krebs, S.J. (@jfyksj)
Capellán
General del Hogar de Cristo – Chile
4 de mayo
de 2020