Existe siempre una distancia entre lo que creemos o deseamos, y lo que vivimos. Pero todo tiene un límite. Jesús acusa a quienes lo interpelan de hipócritas. Han confundido la tradición con los mandamientos de Dios.
Hoy es el último domingo del mes de agosto, ocasión de pronto festejo para las personas mayores, que anhelan pasarlo. El lunes recién pasado se han definido las candidaturas presidenciales, parlamentarias y de Cores, y la Convención Constitucional va avanzando en las comisiones, particularmente en lo relacionado al reglamento. Se espera que pronto comience el debate más relacionado con el contenido de la nueva constitución. Desde el Hogar de Cristo, junto a otras organizaciones de la sociedad civil, ofreceremos los primeros días de septiembre el documento “Constitución y Pobreza”, como un modo de ayudar a que no perdamos de vista en la conversación de este tiempo a quienes entre nosotros son más vulnerables.
El evangelio que se nos regala el día de hoy tiene su dureza. Explicita el conflicto creciente de Jesús con un grupo de fariseos y escribas llegados de Jerusalén, que lo llevará a enfrentar algún tiempo después duros momentos: el de su detención, el juicio, hasta su muerte en cruz. Sus discípulos, en ese trance, lo dejarán solo. Es cierto que existe siempre una distancia entre lo que creemos o deseamos, y lo que vivimos. Pero todo tiene un límite. La dinámica de la que somos testigos en este pasaje de Marcos, es aquella en la que se confunden tradiciones y costumbres, y el apego irrestricto a ellas, con lo medular de la fe. ¿Cuáles son aquellos principios irrenunciables para un cristiano?
En este caso particular existe una tensión entre lo puro y lo impuro. Le reprochan a Jesús que sus discípulos, antes de comer o al volver del mercado, no se lavan las manos. Con los años una medida higiénica – que nos recuerda las que tenemos que seguir teniendo en contexto de pandemia – se transformó en un ritual revestido de religiosidad. Buscando cuidar la salud de las personas, se hizo que ese rito fuera – para algunos – indispensable para la salvación de todos.
Jesús acusa a quienes lo interpelan de hipócritas. Han confundido la tradición con los mandamientos de Dios. Son adoradores de la boca para afuera, no de corazón. Se nos presenta acá la eterna novedad del Evangelio, que nos va moviendo el horizonte con el mandamiento del amor, en oposición a la rigidez de formas que no tienen por qué permanecer para siempre. Quienes queremos seguir los pasos de Jesús hemos de estar abiertos a la novedad, sin eliminar del todo el temor por lo que tiene de potencial incertidumbre. “¡Mejor me quedo con lo antiguo!”, parecen decir los fariseos. Los tiempos que vivimos son una oportunidad de renovación, tanto en el seno de la Iglesia como, en sentido amplio, en nuestro país. El culto agradable a Dios es el de la libertad, del amor, la fraternidad, la alegre misericordia y las obras de justicia solidaria ante todo necesitado. Desde la fe se nos invita a la flexibilidad ante las rigideces e integrismos, a confiar en que Dios va conduciendo la historia, y a involucrarnos en lo que esté a nuestro alcance para que venga su Reino.
Me permito cerrar estas palabras haciéndoles una invitación. El próximo domingo celebraremos en Chile el Día de la Condolencia y el Adiós. A través de las radios asociadas a ARCHI, se nos ha invitado a hacer memoria de las personas que han muerto en este tiempo de pandemia. Les invito, siguiendo esta iniciativa, a encender una vela en su ventana el próximo domingo a las 21:00, y a entrar al sitio https://www.diadelacondolenciayeladios.cl/ para compartir los nombres y coordenadas biográficas de quienes nos han dejado. ¡Que el dolor no nos sea indiferente!
Fragmento del Evangelio: “¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.” (…) Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.”