domingo, 12 de febrero de 2023

De la ley al amor

 De la ley al amor (Mt. 5, 17-37)

En este sexto domingo del tiempo ordinario, continúa la exposición de Jesús como legislador que, a su manera, perfecciona o lleva a la plenitud los mandamientos contenidos en “la ley y los profetas”, que su pueblo intentaba vivir desde antiguo. En el conjunto de “se les dijo…”, pero “yo les digo…”, Jesús lleva la ley a su espíritu o inspiración fundamental, y desde ahí nos invita, también hoy, a un examen detenido de nuestros modos de relación, con Dios, con nosotros mismos, con los demás, hasta con la creación.

El amor suele ser más exigente que cualquier ley, aunque no siempre sea exigible ni quede claro de qué se trata, pues no está escrito en papeles sino que moviliza a que cada cual salga de sí mismo, venza el orgullo, el egocentrismo y la satisfacción inmediata del propio interés, y busque atender la necesidad del prójimo y también del bien común.

Desde hace unas semanas hemos sido testigos de mega incendios en las regiones del centro sur del país que han dañado casas, bosques, plantaciones, cobrando la vida hasta ahora de al menos 24 personas y dejando a miles de familias damnificadas. Producto del cambio climático, de las altas temperaturas y de conductas imprudentes o incluso intencionales, una combinación de todo ello y más, el fuego ha ido esparciéndose en amplios territorios.

Lo primero y urgentísimo será apagar los incendios. En un segundo momento, que ya está empezando a ocurrir, urge ir colectivamente en auxilio de quienes han perdido sus casas, sus fuentes de trabajo, sus animales. Les invito a sumarse a la campaña organizada por el Hogar de Cristo para ir en alivio de al menos mil familias que han perdido todo, habilitando interiormente sendas casas de emergencia que serán construidas por el Estado, Techo y otras organizaciones, y apoyando en la emergencia a las familias más vulnerables afectadas. Pueden conocer más información en el sitio www.hogardecristo.cl

En el marco de esta tragedia hemos sido testigos de gestos de magnanimidad, no de política chica, que esperamos contribuyan a superar la emergencia e ir en auxilio y alivio de quienes han sufrido pérdidas irreparables. El desencuentro, el considerar a quien piensa distinto como un enemigo, y otras pasadas de cuentas por legítimas diferencias, a la larga no contribuyen a construir una comunidad que nos contenga y sostenga en momentos de adversidad.

En este contexto de emergencia se ha concretado la inscripción de pactos y candidaturas para la siguiente etapa del proceso constituyente. Hoy conmemoramos el día en el que, en 1818, hace 205 años, se firmó en Talca el acta de independencia de Chile, proclamada en Concepción el 1 de enero anterior. En septiembre próximo se cumplen 50 años del golpe de Estado que fue la consecuencia de un profundo quiebre democrático, constitucional y, en último término, de fraternidad. La institucionalidad que nos rige tiene sus leyes y reglas que han de ser revisadas de tanto en tanto para perfeccionarlas, para que sean legítimas y para que nos ayuden a encausar adecuadamente nuestra convivencia. Es de desear que algunos de los principios contenidos en los evangelios sean incorporados en nuestras instituciones fundamentales: pero no nos quedemos ahí, pues no basta con la ley, hay que dar paso al amor.

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 

Fragmento del Evangelio: Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.” (Mt. 5, 23-24)

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   5, 17-37

Jesús dijo a sus discípulos:

No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.

Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero Yo les digo que todo aquél que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta, merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno.

Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Ustedes han oído que se dijo: No cometerán adulterio. Pero Yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.

Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.

También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. Pero Yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.

Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero Yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.

Cuando ustedes digan , que sea sí, y cuando digan no, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.