De la ley al amor (Mt. 5, 17-37)
En este sexto domingo del tiempo ordinario, continúa la exposición de
Jesús como legislador que, a su manera, perfecciona o lleva a la plenitud los
mandamientos contenidos en “la ley y los profetas”, que su pueblo intentaba
vivir desde antiguo. En el conjunto de “se les dijo…”, pero “yo les digo…”,
Jesús lleva la ley a su espíritu o inspiración fundamental, y desde ahí nos invita,
también hoy, a un examen detenido de nuestros modos de relación, con Dios, con
nosotros mismos, con los demás, hasta con la creación.
El amor suele ser más exigente que cualquier ley, aunque no siempre sea
exigible ni quede claro de qué se trata, pues no está escrito en papeles sino
que moviliza a que cada cual salga de sí mismo, venza el orgullo, el
egocentrismo y la satisfacción inmediata del propio interés, y busque atender
la necesidad del prójimo y también del bien común.
Desde hace unas semanas hemos sido testigos de mega incendios en las
regiones del centro sur del país que han dañado casas, bosques, plantaciones,
cobrando la vida hasta ahora de al menos 24 personas y dejando a miles de familias
damnificadas. Producto del cambio climático, de las altas temperaturas y de
conductas imprudentes o incluso intencionales, una combinación de todo ello y
más, el fuego ha ido esparciéndose en amplios territorios.
Lo primero y urgentísimo será apagar los incendios. En un segundo
momento, que ya está empezando a ocurrir, urge ir colectivamente en auxilio de
quienes han perdido sus casas, sus fuentes de trabajo, sus animales. Les invito
a sumarse a la campaña organizada por el Hogar de Cristo para ir en alivio de
al menos mil familias que han perdido todo, habilitando interiormente sendas casas
de emergencia que serán construidas por el Estado, Techo y otras organizaciones,
y apoyando en la emergencia a las familias más vulnerables afectadas. Pueden
conocer más información en el sitio www.hogardecristo.cl
En el marco de esta tragedia hemos sido testigos de gestos de
magnanimidad, no de política chica, que esperamos contribuyan a superar la
emergencia e ir en auxilio y alivio de quienes han sufrido pérdidas
irreparables. El desencuentro, el considerar a quien piensa distinto como un
enemigo, y otras pasadas de cuentas por legítimas diferencias, a la larga no
contribuyen a construir una comunidad que nos contenga y sostenga en momentos
de adversidad.
En este contexto de emergencia se ha concretado la inscripción de pactos
y candidaturas para la siguiente etapa del proceso constituyente. Hoy conmemoramos
el día en el que, en 1818, hace 205 años, se firmó en Talca el acta de
independencia de Chile, proclamada en Concepción el 1 de enero anterior. En
septiembre próximo se cumplen 50 años del golpe de Estado que fue la
consecuencia de un profundo quiebre democrático, constitucional y, en último
término, de fraternidad. La institucionalidad que nos rige tiene sus leyes y
reglas que han de ser revisadas de tanto en tanto para perfeccionarlas, para
que sean legítimas y para que nos ayuden a encausar adecuadamente nuestra
convivencia. Es de desear que algunos de los principios contenidos en los
evangelios sean incorporados en nuestras instituciones fundamentales: pero no nos
quedemos ahí, pues no basta con la ley, hay que dar paso al amor.
José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General Hogar de Cristo
Fragmento del Evangelio: “Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.” (Mt. 5, 23-24)
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Mateo 5, 17-37
Jesús dijo a sus discípulos:
No piensen que vine para abolir la
Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no quedarán ni una i
ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la
tierra.
El que no cumpla el más pequeño de
estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el
menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será
considerado grande en el Reino de los Cielos.
Les aseguro que si la justicia de
ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino
de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los
antepasados: “No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el
tribunal”. Pero Yo les digo que todo aquél que se irrita contra su
hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta,
merece ser castigado por el Tribunal. Y el que lo maldice, merece el infierno.
Por lo tanto, si al presentar tu
ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra
ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo
entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Trata de llegar en seguida a un
acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el
adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te
aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Ustedes han oído que se dijo: “No
cometerán adulterio”. Pero Yo les digo: El que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho es para ti una
ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se
pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al
infierno. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y
arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: “El que
se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio”. Pero
Yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal,
la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su
marido, comete adulterio.
Ustedes han oído también que se dijo
a los antepasados: “No jurarás falsamente, y cumplirás los
juramentos hechos al Señor”. Pero Yo les digo que no juren de ningún
modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es
el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures
tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de
tus cabellos.
Cuando ustedes digan “sí”,
que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se
dice de más, viene del Maligno.