Ha comenzado el miércoles pasado, Miércoles de Ceniza, la Cuaresma: es un tiempo para disponernos a la celebración de la Semana Santa. Mediante el ayuno y la abstinencia algunos días, pero sobre todo mediante la práctica de las obras de misericordia, vamos refrenando nuestra pulsiones y pasiones, venciendo las tentaciones, superando el egoísmo, para disponernos a la celebración del acontecimiento central de nuestra fe. El mismo Jesús nos muestra hoy en el Evangelio como fue tentado por el demonio. El papa Francisco ha querido darle un sentido al ayuno cuaresmal, que lo hagamos intercediendo ante Dios para que se alcance la paz en Ucrania. Ayer, hoy y siempre, no basta con rezar, pero al menos es algo que podemos hacer cada cual desde donde está.
Leí tiempo
atrás una entrevista realizada por la periodista Ximena Torres Cautivo a
Fernando Mönckeberg, reconocido médico que se ocupó por décadas del gravísimo
problema de la desnutrición infantil en nuestro país. En ella dice que se
siente responsable del estallido social. ¿Cómo? Antes buena parte de los niños
y niñas más vulnerables no alcanzaban ni los cinco años de vida. Habiendo superado
con éxito los problemas de desnutrición, entre muchos otros, señala que no
fuimos capaces –y él se siente responsable de eso– de ofrecerles perspectivas
de futuro auspiciosas. ¿Entonces? La rabia le ganó a la esperanza y terminó
todo reventando por los aires, media ciudad quemada y la fragmentación social
desatada.
He visto los
últimos meses en carreteras, también en
balcones y en otros espacios de campos y ciudades, unos lienzos en lo que se
afirma “Chile confía en Ti”. Seguro ustedes también los habrán visto. Acompaña el texto
una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y, en el fondo, una bandera chilena. La
frase recuerda la antigua letanía: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”.
El acogerse a la protección de Jesús en tiempos difíciles e inciertos como los
que estamos viviendo tal vez no solucione lo difícil o incierto. Nuevamente, no
basta con rezar. Pero es algo que podemos hacer, que nos ayuda –particularmente
a los creyentes– a reconocer que es el Señor el que de maneras misteriosas
conduce la historia, y que está a nuestro alcance sumarnos al soplo de su
Espíritu y a los Signos de los Tiempos.
¡Chile confía
en ti! Se lo podemos decir también así a las nuevas autoridades que este
viernes asumirán la conducción política de nuestro país, lideradas por el
presidente Boric. Lo podemos decir también a todas las personas que habitamos
esta angosta y larga franja de tierra (y un poco menos angosta si consideramos
el mar). ¡Chile confía en nosotros! Mediante la conversación y la amistad
cívica; mediante el aporte que cada persona hace con sus estudios, sus
trabajos, su desvelo cotidiano; mediante el esfuerzo, la dedicación y el cariño
con que vamos tejiendo familias y comunidades; así podremos contribuir a la
construcción de un mejor país, como cuando con buena política informada por la
ciencia dejamos atrás la desnutrición.
¿Qué
tentaciones tenemos que vencer juntos? La del atrincheramiento y el repliegue
solipsista que mira solo el autointerés sin considerar el bien común; la de
tirar nuestra historia por la borda y no aprender de ella; la de descuidar a
los más pobres y vulnerables entre nosotros y no transformar las instituciones
que nos hemos dado para que les atiendan particularmente. Hagamos en este
tiempo de cuaresma un examen de conciencia que mire con verdad nuestras vidas y
nos abra a recibir los frutos abundantes de la conversión del corazón.
Texto del Evangelio: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.” (Lc. 4, 1-2)