La mujer que fue a sacar agua al pozo se
encontró con Jesús, fuente inagotable de vida, que sacia nuestra sed y llena de
esperanza el futuro. Tras ese encuentro, ella se convirtió en apóstola de la
buena noticia del Reino de Dios, convocando a otros y otras.
Este
tercer domingo de cuaresma nos encuentra ya en la mitad del mes de marzo,
habiendo conmemorado el domingo recién pasado el Día Internacional de la Mujer
y, a mitad de semana, los 30 años del retorno a la democracia. La pandemia de coronavirus,
Covid 19, declarada por la Organización Mundial de la Salud ha acaparado los
medios, y tiene a muchos países en situaciones excepcionales de cuarentenas y
otras medidas.
En el
trozo del Evangelio de Juan que se nos ofrece hoy, Jesús se encuentra con una
mujer que fue a sacar agua. Se encuentran en el pozo de Jacob. Esta escena está
llena de símbolos profundos, como el pozo, que me parecen muy apropiados para
iluminar el momento presente. En primer lugar nos muestra un encuentro de
verdadero diálogo, entre Jesús y una mujer extranjera. Ella se sorprende de que
Jesús le dirija la palabra; ¡es mujer y es extranjera! En tiempos en que las
mujeres nos muestran la diversidad de abusos y de espacios y modos de violencia
y exclusión que cometemos con ellas, este encuentro es un ícono del
reconocimiento que les debemos. En tiempos en que en nuestro país recibimos a
muchos extranjeros (en total, representan el 8% de la población, según cifras conocidas
esta semana), esta escena nos muestra un camino de integración que no niega la
propia identidad.
Un
segundo elemento digno de ser destacado es el paralelo que se hace entre el
agua del pozo, que sacia la sed, y el agua viva que ofrece Jesús, que sacia
otra sed llenando de sentido la existencia. En tiempos en que anhelamos
saciedad de nuestros deseos, necesidades y expectativas crecidas, esta escena
nos invita a levantar la mirada buscando horizontes de sentido y plenitud
profundas, y caminos posibles de transitar juntos.
Un tercer
elemento dice relación con el lugar del encuentro. ¿Dónde adorar a Dios? La
mujer refiere que sus padres lo hacían en una montaña cercana, mientras los
judíos, en Jerusalén. Jesús replica que al Padre hay que adorarlo en espíritu y
en verdad, dando a entender que el lugar importa poco. O, dicho de otro modo,
todo lugar de la creación y de la ciudad es un posible espacio de adoración y
encuentro con Dios. Dios está presente en el mundo, está presente en nuestras
ciudades, en los pozos que son lugares de encuentro de los diversos: es ahí
donde hemos de adorarlo.
Por
último, una parte del diálogo se refiere al quebranto de la mujer. Jesús la recibe
con esa historia, y al nombrarla, de algún modo la sana. La historia no la
podemos cambiar, toca aceptarla y recibirla, y sacar las lecciones de ella para
evitar cometer los mismos errores del pasado. Pero desde esa historia, sanada
mediante la verdad y el perdón, brota lleno de esperanza el futuro. En tiempos
en que miramos con sospecha nuestro pasado reciente, dejémonos sanar y animar
por la mirada y la palabra de Jesús. Desde nuestros quebrantos y común
vulnerabilidad, propiciemos espacios de encuentro verdadero que nos permitan
caminar juntos. En sintonía con esto, en el Hogar de Cristo, durante este mes
de marzo, hemos querido dar a conocer historias y rostros de mujeres que de
distintas maneras sufren pobreza y exclusión, y desde esa realidad también han
podido ponerse de pie y sacar la voz. Les invito a conocer esos testimonios en
nuestra página web www.hogardecristo.cl .
La mujer
que fue a sacar agua al pozo se encontró con Jesús, fuente inagotable de vida,
que sacia nuestra sed y llena de esperanza el futuro, aún en medio de las
circunstancias más difíciles. Tras ese encuentro, ella se convirtió de algún
modo en apóstola de la buena noticia del Reino de Dios, convocando a otros y
otras. Que en este tiempo de cuaresma se nos regalen encuentros como el de esta
mujer samaritana con Jesús, que transformen nuestras vidas, nos hagan recuperar
la esperanza, y nos permitan disponernos con fecundidad a la celebración
central de nuestra fe que es la Semana Santa de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús.
Fragmento
del Evangelio: “El
que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo
le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en
manantial que brotará hasta la vida eterna” (Jn. 4, 5-42)