Fablice Manirakiza nació en Burundi. En virtud de la persecución política y étnica de la que era testigo y víctima en su tierra, y del reclutamiento forzado para sumarse a la milicia cuando era un niño, decidió arrancar apenas se le presentó la ocasión. Tras escapar de su país vivió algunos años en un campo de refugiados en Tanzania. Estando ahí comenzó a canalizar sus problemas y angustias a través de la música.
Llegó a Australia en 2007 y afortunadamente su petición de Refugio fue acogida favorablemente. Tras andar por distintos lugares, intentando encontrar redes de apoyo, llegó al Artful Dodgers Studio de Jesuit Social Services. Ahora es conocido como FLYBZ: grabó hace algunos años su primer disco. Fui testigo de su relato conmovedor acerca de como este lugar se había convertido en un verdadero hogar: un lugar donde desarrollarse y crecer, junto a muchos otros jóvenes.
A quienes llegan acá se les ofrece la posibilidad de explorar su creatividad a través de la música u otras manifestaciones artísticas, y a partir de ello, a participar de otros programas como Connexions y el Jesuit Community College. Tal vez el caso de Fablice sea excepcional respecto del relativo éxito que ha alcanzado como artista: pero de casos como el de él en realidad está plagado. Le pedí que nos sacáramos una foto y aceptó feliz.
Pude escuchar a Fablice dar un testimonio de su experiencia, y hablaba de San Ignacio y de la Espiritualidad Ignaciana como una herramienta de transformación social, usando la imagen de un puente que une mundos distintos y posibilita comunicación y crecimiento. Y pude escuchar y bailar su música en vivo y en directo, entre otras una canción llamada When I was younger, en que cuenta de su experiencia y aprendizajes hasta ahora, a partir de lo que le enseñaron sus papás antes de que los asesinaran: creer en Dios, que nos acompaña y ayuda; tratar a los demás con amor y respeto; ocuparse de tener una buena educación con lo que esté a la mano. Realmente muy inspirador (el video con la canción se puede ver a continuación).
Una de las consignas del Jesuit Social Services que pude ver en vivo y en directo en este y otros programas ha sido la de nunca dejar de confiar en las personas, especialmente si son jóvenes. Ofrecen espacios como este Estudio, pero además van a la cárceles para ayudar a la reinserción de quienes cumplen su condena; acompañan a quienes han pedido asilo; trabajan con quienes han sufrido la pérdida de un ser querido que se ha suicidado; acompañan a los pueblos originarios en sus luchas y organización, y un largo etcétera.
Muchas de estas iniciativas son financiadas con aportes de particulares y otras tantas son parte de programas del mismo gobierno que buscan contribuir a que los que por distintas razones tienen alguna dificultad o tropiezo, puedan ponerse de pie y aportar con su vida, talentos, creatividad, etc., a la sociedad. La aproximación proactiva a los problemas de distinta índole que afectan a la juventud me ha llamado positivamente la atención: más que criminalizar o solucionar todo con multas o medidas precautorias (que no es que no lo hagan en algunos casos), se trata de ayudar a cada cual a sacar lo mejor de sí. Una de las aproximaciones que tienen en el trabajo con jóvenes es el de la reducción de daño, que en Chile ha sido implementada y promovida por la Fundación Paréntesis, asociada al Hogar de Cristo.
Para conocer algo más de estas instituciones y personas, puedes seguir los siguientes enlaces: