domingo, 25 de agosto de 2024

Permanecer

 Permanecer (Jn. 6, 60-60)

Culmina este domingo el relato del Pan de Vida que forma parte del capítulo sexto del Evangelio según San Juan, y que nos ha acompañado por las últimas cuatro semanas. Jesús se ha identificado como el Pan que sacia para siempre toda hambre. ¿Se refiere a la Eucaristía? Sí y a mucho más también.

Somos testigos en este momento del cuarto evangelio de una cierta estampida. Jesús se empieza a quedar solo, lo que es de algún modo un anticipo de su pasión y muerte en cruz, momento de soledad y abandono mayor. ¿Por qué lo abandonan? El relato señala que es por la dureza de su enseñanza, por las consecuencias que de ella emanan, y se subentiende que también por lo difícil que resulta intentar  seguir sus pasos. Por eso pregunta a los Doce "¿También ustedes quieren irse?".

Lo sublime del mandamiento del amor a Dios y al prójimo, que es el primero y más importante de los mandamientos en el decir del mismo Jesús, supera la lógica de la ley y amplía el ámbito religioso al mundo entero. Más allá de los estrechos límites del templo, y ni siquiera conectado con quienes conocían y debían custodiar la ley: está a la mano para ser implementado por todas las personas, impulsadas por el Espíritu que desborda todo cauce institucional.

Escribía en 1924 Gabriela Mistral, en un texto titulado "Cristianismo con Sentido Social", lo siguiente: "nuestro cristianismo (...) se divorció de la cuestión social, la ha desdeñado, cuanto menos, y ha tenido paralizado o muerto el sentido de la justicia, hasta que este sentido nació en otros y les ha arrebatado a sus gentes". Algunos años después, en su libro "¿Es Chile un país Católico?", el padre Alberto Hurtado sacaba conclusiones similares. Y si bien la Mistral señalaba que "no es la ayuda social la forma más alta de una religión", desde la propuesta de fraternidad universal que brota del mensaje cristiano, que comprende a toda persona como hija del mismo padre Dios, no se entiende la fe sin un correlato en la vida cotidiana, construyendo comunidad y estando atentos y solícitos ante las necesidades de los demás. Para el padre Hurtado los grandes problemas materiales y morales que observa, "las miserias de nuestro pueblo", son fruto de la falta de un cristianismo integral en nuestra patria.

Lo que se constataba en la primera mitad del siglo pasado por Gabriela Mistral y Alberto Hurtado, solo se ha agudizado. El cristianismo ambiental de antaño parece haberse retirado para no volver, y sus enseñanzas y contenidos principales no han logrado ser transmitidos a las siguientes generaciones.

¿Hemos pensado en mandarnos cambiar de la Iglesia?

Somos testigos de un proceso profundo no solo de secularización sino de descristianización, al menos en lo que respecta a la esfera pública: urge una reflexión y desde ahí una acción que haga atractivo el seguir a Jesús, por los testigos que encarnen en su vida sus enseñanzas 

La respuesta de Pedro a Jesús en el Evangelio de hoy es conmovedora "¿Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. Pedro expresa de alguna forma que existe una jerarquía en los apetitos y necesidades humanas, en los que se entiende que la satisfacción de lo más básico para vivir es condición de posibilidad para todo lo demás, incluido el cultivo de la interioridad y el sentido de pertenencia a una comunidad. Anhelamos vida eterna solo cuando tenemos satisfechas las necesidades básicas en la vida de todos los días, eso que llamamos "el pan de cada día".

La invitación profunda que emana del evangelio es a permanecer: permanecer en el amor de Jesús; permanecer en la comunidad, con otros, sea en la forma que esta tenga; permanecer también en la fe que sostiene que Dios es el creador del universo y mueve la historia y los corazones humanos en ella para que acerquemos su reino de justicia y paz; permanecer en la fidelidad cotidiana a las promesas que hicimos en el bautismo, hacer el bien, evitar el mal, confiados en la misericordia y compasión infinitas de Dios que nos llama a ser así también, misericordiosos y compasivos, con los demás.

Texto breve del Evangelio:

"Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse?”  Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios. Jn. 6, 68-69

EVANGELIO

¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: ¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:

¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve.

Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen.

En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: ¿También ustedes quieren irse?

Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios.

domingo, 4 de agosto de 2024

Pan

 Pan (Jn. 6, 24-35)

Desde el domingo pasado, y por las siguientes tres semanas, estaremos leyendo el llamado discurso del “Pan de Vida” tal y como se encuentra en el capítulo sexto del evangelio según san Juan. Tras la multiplicación de los panes - el relato de la semana pasada - Jesús ofrece una reflexión bien profunda acerca del sentido de las búsquedas humanas en diálogo con quienes acuden a su encuentro. ¿Por qué lo buscan? ¿Porque multiplicó el pan y permitió que miles de personas saciaran su hambre?, o ¿hay algo más?

El pan es “fruto de la tierra y del trabajo humano”, como decimos al celebrar la misa, en la oración del ofertorio. Una larga cadena de operaciones permite que cada día tengamos pan en la mesa. Alguien tiempo atrás se preocupó de preparar la tierra y de sembrar. Esperó pacientemente que creciera el trigo. A su debido tiempo cosechó y molió luego el grano para hacer harina. En otro lugar amasó el pan con otros ingredientes y lo horneó. Finalmente, de formas bien diversas, llegó a la mesa y lo podemos comer. El que veneremos la presencia real de Jesús en forma de pan, de algún modo conecta toda la cadena de esfuerzos humanos para llegar al pan, con la vida divina que se nos ofrece místicamente.

Cuando en la Misa el sacerdote recuerda las palabras de Jesús “Hagan esto en conmemoración mía”, ¿se refiere simplemente a juntarse para celebrar la misa? En mi entender es mucho más que eso: se trata de conectar profundamente, y en lo cotidiano, con la vida de Jesús, entregada y ofrecida por amor. Nos congregamos para celebrar agradecidos, pero desde ahí somos enviados a vivir día a día aquello que creemos y celebramos. El comulgar con Jesús en la Eucaristía ha de llevarnos a la comunión fraterna con toda persona: el poder transformador de una vida entregada por amor es como levadura en la masa. He aquí que afirmemos como Iglesia ser también el Cuerpo de Cristo, que se parte y comparte para la vida del mundo.

De un modo similar, en un discurso titulado “Hambre de Pan y Evangelio”, ofrecido en un Congreso Eucarístico realizado a fines de los años 70, Pedro Arrupe, entonces superior general de la Compañía de Jesús, afirmaba que la Eucaristía estaba incompleta en todo el mundo si en algún lugar del mundo alguien sufría hambre. La conexión del sacrificio eucarístico, que es expresión de la vida ofrecida por Jesús, con las grandes dificultades de entonces para que una buena proporción de la humanidad tuviera las  condiciones mínimas para subsistir, nos desafía aún hoy.

En nuestro país, hace poco más de 80 años, Alberto Hurtado afirmaba: “la misa es mi vida y mi vida es una misa prolongada”, en profunda sintonía con lo que luego señaló el Concilio Vaticano II: la Eucaristía es la fuente y también la cumbre de la vida de la Iglesia. La comprensión integrada de los momentos de la vida sigue siendo hoy un desafío, en tiempos en que la fe tiende a replegarse al ámbito privado o individual, sin empapar nuestras vidas del sentido comunitario y del compromiso social que implica.

En este mes de Agosto, mes de la Solidaridad, instituido hace 30 años precisamente en memoria del Padre Hurtado, roguemos para que al acercarnos a recibir el Pan de Vida, surjan también entre nosotros renovados compromisos en favor de quienes no tienen a la mano el pan de cada día, aquello necesario para el buen vivir. Eso hará más creíble nuestra fe.

Fragmento del Evangelio: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna” (Jn. 6, 26-27)

 

 ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 4, 4b

Aleluya.

El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Aleluya.

EVANGELIO

El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 24-35

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: Maestro, ¿cuándo llegaste?

Jesús les respondió:

Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.

Ellos le preguntaron: ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?

Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado.

Y volvieron a preguntarle: ¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:

"Les dio de comer el pan bajado del cielo”.

Jesús respondió:

Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.

Ellos le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les respondió:

Yo soy el pan de Vida.

El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

 

domingo, 14 de julio de 2024

Ligeros

 Ligeros (Mc. 6, 7-13)

              En el evangelio que proclamamos hoy observamos como Jesús envía a sus discípulos a extender su acción sanadora, con poderes “sobre los espíritus impuros”. Lo hacemos tras varias semanas en que hemos estado contemplando el actuar del mismo Jesús, destacando el asombro de quienes son testigos de su autoridad para hacer el bien  –“¿quién es este que hace estas cosas?” – y también el peso que tiene la fe de las propias personas al acoger tales acciones reparadoras en sus vidas (“Tu fe te ha salvado”).

              En el conocimiento y creencias de entonces, estaban íntimamente vinculadas la salud corporal con la mental y la espiritual. En la cultura y sabiduría de algunos de nuestros pueblos originarios también se aborda de manera integral a las personas. El aporte de la ciencia y medicina contemporáneas ha permitido aumentar considerablemente la esperanza de vida en poco tiempo. Aunque siempre cabe preguntarse, ¿con qué sentido vivimos la vida?

              En el relato de hoy destaca el modo en que Jesús envía a sus discípulos. La suya es una invitación a confiar en lo que llamamos la providencia divina, que tiene su mejor cara en la compasión, la escucha y la hospitalidad prodigada por quienes quieran recibir a los enviados. El andar ligeros de equipaje, sin tanto aparataje ni aseguramiento, abre camino a la acción del Espíritu que mueve los corazones. De nuevo el peso de la acción divina está puesto, de algún modo, en la acción humana de acoger y abrirse a la acción sanadora.

              Con relativa facilidad podemos, los seguidores de Jesús, olvidar estas palabras referidas al modo de estar en el mundo y de relacionarnos con las cosas y con quienes nos rodean.

              El desprestigio del clero y la baja sostenida entre quienes se dicen católicos, asociado a los abusos eclesiásticos, aunque también a la secularización, expresa una pérdida de poder de la Iglesia que, mirando el modo como Jesús envía, no es necesariamente algo malo. Lo que debiera caracterizar a quienes seguimos a Jesús encuentra en estas páginas un molde, en que la sencillez, austeridad y humildad deben brillar, más que otras consideraciones mundanas que pueden hacer tanto daño. También una característica que parecemos haber perdido, es la de sacar la voz, hacer uso de la palabra, considerando que somos herederos y depositarios de un saber que sana y ha llenado de sentido la vida de muchos.

Personas como Teresa de Calcuta o Alberto Hurtado, por mencionar a dos insignes seguidores de Jesús en el siglo XX en distintos lugares del mundo, nos mostraron varias cosas muy vigentes aún hoy: en primer lugar, el valor universal de la compasión, de tener los sentidos abiertos a las necesidades de quienes viven alrededor y procurar aliviarlas; además, la alegría de servir es contagiosa, más allá de las estrechas barreras institucionales que a veces ponemos en las iglesias. Y, entre otras cosas, que el abandono en la providencia, el andar ligeros de equipaje, casi con lo puesto, no defrauda.

              En nuestra cultura cada vez más materialista e individualista, las buenas noticias que estamos invitados a vivir los cristianos, son fuente de plenitud y sentido. Atrevámonos a vivirlas y comunicarlas. No olvidemos el cómo: ligeros. Que la Virgen del Carmen que celebramos este martes nos anime e inspire en nuestro caminar.          

Fragmento del Evangelio: “Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.”


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO  Cf. Ef 1, 17-18

Aleluya.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluya.

EVANGELIO

Los envió.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos  6, 7-13

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.

Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.

Les dijo: Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.

Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

domingo, 23 de junio de 2024

Calma

 Calma (Mc. 4, 35-41)

Ha comenzado el invierno. Ya hace varias semanas en distintas regiones de nuestro querido país ha habido “frentes de mal tiempo” con abundantes lluvias, fuertes vientos, y consecuentemente, desbordes de ríos, corte de caminos y daño en muchas ciudades, familias y comunidades, que han visto inundadas sus casas, pasos bajo nivel y tierras de cultivo.

Pocas situaciones en nuestras vidas son tan caóticas y nos revelan la gran indefensión y fragilidad de nuestra condición humana como enfrentar las fuerzas de la naturaleza. Por más que sepamos que el agua busca su cauce y éste sea más o menos siempre el mismo. Es notable cómo no terminamos de aprender o de prepararnos para estos eventos que, de tanto en tanto, ocurren en distintos niveles –incluso en el de nuestras casas con alguna gotera–. Solemos lamentarnos ex post de acciones no realizadas, como limpiar canaletas o cauces de esteros o ríos, mejorar defensas que ayuden a encauzar mejor las aguas y aumenten entonces su capacidad. Así, nos vemos, de tanto en tanto, literalmente, desbordados.

La escena de Jesús en el evangelio de hoy es muy elocuente a la vez que desconcertante. Mientras los discípulos se muestran despavoridos, porque la barca en la que van parece zozobrar ante la fuerza del temporal y las olas, Él “estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal”. Al despertar Jesús, increpa al viento y al mar, y sobreviene una gran calma. Luego se dirige a sus asombrados discípulos y les reprocha su cobardía y falta de fe.

La sabiduría popular tiene varias alusiones a situaciones parecidas: por un lado decimos “al mal tiempo, buena cara” y, por otro, sostenemos que “después del temporal siempre viene la calma”. También se dice “siembra vientos y cosecharás tempestades”. Todas son metáforas meteorológicas que pueden aplicarse a situaciones de la vida en sociedad.

El estallido social de hace ya casi 5 años también se asemejó a aguas caudalosas desbordadas de su cauce. La institucionalidad no fue capaz de prever o anticiparse al fenómeno social, gatillado por el alza de los pasajes de la locomoción pública. No faltaron los oportunistas que intentaron hacer caer al gobierno. La violencia se desató en las calles. La policía también se vio completamente superada. Los dos procesos constitucionales fallidos ayudaron a encauzar, o al menos contener, los ímpetus destructores de las mareas desbocadas.

Ya han pasado sus años, pero soplan vientos que pueden devenir en tempestad. ¿A cuáles me refiero? Menciono al menos dos. En primer lugar, la lentitud para implementar una reforma al sistema de pensiones, que permita mejorar la jubilación de cientos de miles de personas mayores, pensando en ellas y en sus familias, para quienes el cuidado se transforma en una carga muy pesada, sobre todo para las mujeres. Segundo, la atención a los también cientos de miles de niños, niñas y jóvenes que están fuera del sistema escolar (ni siquiera sabemos con exactitud cuántos son). Hace un tiempo fue aprobada por el Consejo Nacional de Educación la modalidad de reingreso. Desde entonces la ley que crea una subvención preferencial para atender esta necesidad, espera en el Congreso, mientras el ejecutivo no le pone urgencia.

El evangelio de hoy resalta el poder de la palabra, que bien utilizada puede calmar mares y vientos o, en caso contrario, aumentar su poder destructivo. Elijamos bien y hagamos lo necesario para que también entre nosotros reine la calma.

Fragmento del Evangelio: Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 7, 16

Aleluya.

Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: Crucemos a la otra orilla. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio! ¡Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe? Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros:

¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?.

domingo, 2 de junio de 2024

Cuerpo

 Cuerpo (Mc. 14, 12-25)

              Hoy celebramos, en el seno de la Iglesia Católica, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Ya sea hoy domingo o el pasado jueves – como era tradición antaño – por las calles alrededor de las Iglesias se realizarán procesiones tras el santísimo sacramento del altar. En algunos casos con hermosas “alfombras” hechas con tierra de color y otros materiales, que al paso de los fieles peregrinos se desvanecerán, recordándonos lo efímero de nuestra existencia, invitándonos a poner los pies en la tierra y la mirada hacia el cielo.

              La tradición que recibimos y seguimos celebrando nos ha llevado a identificar a Jesús con las formas de pan y vino consagradas al celebrar la Eucaristía. La devoción a la presencia real de Jesús en alimentos tan sencillos y cotidianos es una de las diferencias doctrinales con otras Iglesias cristianas, y quizás por eso se acentúa tanto esta devoción, a riesgo de poner la atención en uno solo de los aspectos de tal presencia real. No es la única.

              Que Jesús de Nazareth haya venido al mundo en la familia de María y José, y se haya sometido al tiempo, la historia, la vinculación con los demás, la cultura, el envejecimiento, y el largo etcétera de lo que implica ser humano, es uno de los aspectos por los que afirmamos es el redentor del género humano.

              Cuando el padre Hurtado hace ya casi 80 años se encontró con un mendigo en las frías calles de nuestra ciudad, le pareció reconocer en él el mismo rostro de Cristo. Bien podemos decir que reconoció místicamente en el cuerpo de un anónimo hombre desamparado el mismo cuerpo de Cristo. He ahí que se propuso, junto a un grupo de mujeres, fundar el Hogar de Cristo, para que tuviera donde guarecerse, protegerse de las inclemencias del tiempo, soñar con un futuro mejor, partiendo por asearse, saciar su hambre y tener una cama abrigada donde pasar la noche.

              Son muchísimas las personas que siguen sufriendo aún hoy en sus cuerpos por no tener con qué o cómo cuidarlo. Menciono algunas: las personas mayores que padecen soledad no deseada, abandono, precariedad en el cuidado de su salud; también las personas en situación de calle que no tienen donde guarecerse, ya han muerto varias este año en distintas ciudades de nuestro país; las familias que viven en campamentos, sin condiciones de habitabilidad mínimas.

              El próximo domingo tendremos elecciones primarias para la elección de las candidaturas a alcaldes/as y gobernadore/as regionales. Quizás uno de los criterios que debiéramos tener presente al momento de elegir, ahora y en octubre, a quienes van a servir a la comunidad a nivel local y regional, es que tengan especial preocupación por quienes no pueden ponerse de pie por sí mismos y requieren de los apoyos precisamente de quienes serán elegidos para cuidar el bien común.

              El gesto de Jesús en la última cena, en el marco de la conmemoración de la Pascua, paso de su pueblo de la esclavitud a la libertad en la tierra prometida, quiere ser, en palabras de él, una nueva alianza, sellada ya no con el cuerpo sacrificado y la sangre derramada de un cordero, sino con el cuerpo y sangre de Él mismo en la cruz, expresión sublime de una vida donada por amor. Esa misma entrega es la que se nos invita a tener a todos quienes nos decimos cristianos, cotidianamente, nutrida por la presencia real de Jesús en la Eucaristía, y también en las calles y lugares de nuestras ciudades y campos. ¡Vamos a su encuentro!

Fragmento del Evangelio: Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”.


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 6, 51

Aleluya.

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 12-16. 22-25

El primer día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”

Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?” Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”.

Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”.

Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.

 

domingo, 12 de mayo de 2024

Compañía

 

Compañía (Mc. 16, 15-20)

Hoy celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor, que junto con Pentecostés, que festejamos la próxima semana, viene a completar las fiestas de la Pascua de resurrección. Jesús asciende a los cielos pero no nos deja solos. Nos acompaña de un modo particular, eso promete a quienes crean y actúen en su nombre, y también con el Espíritu Santo que ha sido insuflado en nuestras vidas, desde el momento de nacer. Ese mismo Espíritu nos asocia al Misterio Pascual de Jesús, de su vida, muerte y resurrección, seamos o no creyentes, participemos o no de la vida de la Iglesia. ¡Aunque tanto más si creemos y participamos!

Hoy en nuestro país celebramos también el Día de la Madre, gozosa ocasión para agradecer a nuestras mamás, que para muchas personas son la expresión más preciosa del amor incondicional que, creemos, Dios nos tiene. Además, la fe se sigue transmitiendo también muchas veces a través de madres y abuelas, que sostienen la vida de muchas comunidades cristianas.

Algunas imágenes y acciones de madres nos han conmovido las últimas semanas.

La mamá de Tomás, Camila Gómez, viene desde Ancud caminando hacia La Moneda para ser escuchada por la enfermedad de su hijo. Gracias a la difusión de esta acción y al poder de las redes sociales, ha logrado reunir hasta ahora cientos de millones de pesos para comprar el remedio que requiere su hijo para seguir viviendo. Conmueve su perseverancia.

También nos ha conmovido el dolor desgarrador de Romina Vargas, mamá de Franco, soldado conscripto que murió en Putre en circunstancias que requieren de aclaración e investigación, porque ha habido mucha información confusa. Ella, con justa razón, quiere saber qué le pasó a su hijo, pide que no la dejen sola y que se haga justicia.

Igualmente conmovedor ha sido el dolor de Mariana Derderián y la impotencia por la muerte de su hijo de 6 años en un incendio, y de que el papá, Francisco Aravena, haya quedado con quemaduras severas por intentar rescatarlo infructuosamente de las llamas.

Escribo sus nombres y muy brevemente sus historias para empatizar con su dolor y homenajear en ellas a tantas mujeres que sostienen la vida de sus familias, hijos e hijas. “Madre nuestra que estás en la tierra” es la expresión de distintas obras literarias y teatrales que conectan con la experiencia de ser cuidados por nuestras mamás y también por la madre tierra.

El ser cuidados, criados y queridos es quizás la experiencia más fundante que toda persona requiere. Las distintas situaciones de abuso que hemos conocido, tanto dentro de la Iglesia como en otros espacios de la sociedad, pueden minar ese cariño fundamental que a todos debiera sostener. En circunstancias difíciles y oscuras, la distancia que podemos sentir al rezar “Padre nuestro que estás en los cielos” se acerca cuando reconocemos la compañía amorosa de nuestras mamás que nos sostienen, cuyo amor también puede sanar las heridas que va dejando la vida. ¡Feliz día mamá!

Fragmento del Evangelio: “Estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas (…) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán” Mc. 16, 17-18 


EVANGELIO

Fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos   16, 15-20

Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo:

Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán.

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.

domingo, 21 de abril de 2024

Dignidad

Dignidad (Jn. 10, 11-18)

El evangelio del día de hoy, cuarto domingo de Pascua, presenta a Jesús como el buen pastor que “da la vida por sus ovejas”; que las conoce por su nombre y ellas reconocen su voz; que presenta un anhelo de fraternidad universal, para que haya “un solo rebaño”. La sabiduría del evangelio es práctica, nos invita a amar y servir muy concretamente. Esta fiesta de Jesús Buen Pastor, es también una invitación a ser buenos pastores unos de otros, a cuidarnos, a ayudarnos a ponernos de pie cuando caemos, a buscarnos si estamos perdidos, y estar particularmente atentos a quienes por distintas razones van quedando al margen.

Hace algunos días se dio a conocer la declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano, “Sobre la dignidad humana”. Es un documento que vale la pena leer y meditar en profundidad. Se enmarca en el 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que, precisamente, reconoce en su primer artículo la dignidad inalienable de toda persona por el hecho de existir, independiente de su nacionalidad, raza, edad, sexo o religión. Sabemos que no basta con declarar algo para que ocurra, pero  al mismo tiempo valoramos el avance civilizatorio que significa reconocer ciertos derechos, pues nos indican un modo de tratarnos que en un marco de convivencia social se hace exigible, especialmente a los Estados.

Las graves violaciones a la dignidad humana mencionadas en la declaración incluyen –entre otras–  el drama de la pobreza y la abismante desigualdad, el trabajo esclavizante de los migrantes forzados, la trata de personas, el abuso sexual, la violencia contra las mujeres, el aborto y la violencia digital.

Hemos conocido también hace unos días la noticia del aumento significativo de personas en situación de calle en nuestro país: desde el año 2017 se han duplicado, llegando a ser poco más de 21 mil personas. Sabemos que los registros tienden a no ser completos, de seguro son muchas más. En el Censo en curso habrá una preocupación particular por contarlas y caracterizarlas, para ver cómo atender sus dolores y necesidades. La situación de calle en nuestras ciudades es quizás la expresión más extrema del atropello a la dignidad humana.

Es sabido que el principal motivo para que alguien llegue a la calle, junto con el impacto de una crisis económica o laboral, es la ruptura de vínculos, que luego provoca para quien no tiene otras redes a las que acudir, quedar “con lo puesto”. En un alto porcentaje de casos esto lleva a caer en el consumo problemático de alcohol y otras drogas, y una espiral creciente de “incivilidades”. Así les ha dado por llamar a las autoridades a algunas conductas perturbadas y perturbadoras de personas que de algún modo han perdido su dignidad. Se hace muy dolorosa, por cierto, la incivilizada indiferencia e indolencia que nos hace “cruzar a la vereda del frente” y que muy concretamente implica que no contemos con sistemas e instituciones públicas robustas que tiendan una mano reparadora a todas las personas que no tienen casa y viven en la calle.

Ahora que se acerca el invierno con sus fríos, intentemos que sea cierto lo que afirmamos de la dignidad inalienable de cada persona por el hecho de existir.

 Fragmento del Evangelio: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.” Jn. 10, 11 

 

EVANGELIO

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Juan 10, 11-18

Jesús dijo:

Yo soy el buen Pastor.

El buen Pastor da su vida por las ovejas. 

El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí, -como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo.

Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.

domingo, 31 de marzo de 2024

Ver y creer

 Ver y creer (Jn. 20, 1-9)

Escribo en este Domingo de Pascua para compartir la alegría de la fiesta de la Resurrección de Jesús, a la que sumo algunas reflexiones en base a una experiencia que hemos vivido el último tiempo, y que de distintas maneras nos ha afectado a todos. Me refiero a los incendios que asolaron buena parte de los cerros de Viña del Mar y otros sectores de la Región de Valparaíso a comienzos de febrero. Hace algunos días pude ir a visitar a los equipos del Hogar de Cristo, tanto del Programa de Atención Domiciliaria de Adultos Mayores (8 participantes de ese programa quedaron “con lo puesto”) como del de Primera respuesta que está acompañando, con duplas psicosociales, a cerca de 300 familias que también lo perdieron todo. Ha habido mucho despliegue de distintas organizaciones y autoridades, pero considerando las urgentes necesidades básicas, parece lenta la labor de reconstrucción.

Me sobrecogió el testimonio de nuestras compañeras de trabajo así como las palabras de gratitud de las dirigentes (en ambos casos la gran mayoría son mujeres) de las comunidades afectadas en el campamento Manuel Bustos. Una de nuestras compañeras decía: “Algunas personas sienten total desesperanza y abandono, preferirían no haber sobrevivido el incendio”. Otra compartía una experiencia distinta: “Sorprende que, a pesar de las adversidades nos reciban con amabilidad, un abrazo, una sonrisa en la cara”. Una de las dirigentes agradecía el compromiso permanente del Hogar en el territorio, y la rápida respuesta para estar presentes prácticamente el mismo día del incendio.

La vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, eso que llamamos el Misterio Pascual, es un muchas ocasiones un reflejo de nuestra propia vida. Cuando tropezamos o caemos, estamos invitados a ponernos de pie. Cuando el dolor, la muerte o la oscuridad nos nublan la mirada, la esperanza, la alegría y la vida nos muestran un camino a seguir.

En el relato del Evangelio que proclamamos hoy, el anhelo de una presencia que ya no está hace ir a María Magdalena de madrugada al sepulcro. Es la primera testigo de la resurrección. Ella va a buscar a los demás y comunica lo que ha visto. Se destacan dos verbos en este relato, ver y creer. Todos sabemos que vamos a morir. Jesús murió en la cruz, y hasta ahí no hay mucha novedad, pasó por lo que pasan todos los seres humanos. Lo improbable que se regala en esta fiesta de Pascua, la resurrección de Jesús, es una invitación a creer más allá de las apariencias.

Muchas personas en nuestro país han dejado de creer: en las autoridades, en las instituciones, en la Iglesia, también en Dios y su acción redentora en el mundo. Pues ocurre que por todos lados hay expresiones de no confiabilidad. Las promesas hechas a las personas que han perdido todo en los incendios, y que se puede extender a muchas otras dimensiones de nuestra vida, chocan con las trabas burocráticas y descoordinaciones que hacen muy demorosas las concreciones urgentes. Esa exasperante lentitud hace que las personas pongan manos a la obra y se organicen. Es lo que ha ocurrido con los campamentos, expresión del déficit habitacional, del hacinamiento y del alto costo de los arriendos. Con otros temas como seguridad, salud, pensiones o educación, no está al alcance de las personas el proveerse por sí mismas de la solución: se requiere la acción colectiva, coordinada o al menos promovida por el Estado.

Sumerjámonos en la dinámica redentora de la Pascua que celebramos hoy y pidamos el regalo de que crezca nuestra fe, en el ser humano, en las comunidades organizadas para el bien común, y en el mismo Dios que nos regala su Espíritu para que una y otra vez nos pongamos colectivamente de pie.

Fragmento del Evangelio: El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn. 20, 1-2)

 

EVANGELIO

Él debía resucitar de entre los muertos.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.