domingo, 29 de enero de 2023

Felicidad

 Felicidad (Mt. 4, 25-5,12)

            En este cuarto domingo del tiempo ordinario, se nos ofrece el pasaje del Sermón de la Montaña, en el que Jesús anuncia un itinerario hacia la felicidad duradera. Jesús se muestra en este pasaje como un nuevo Moisés: en el monte nos entrega estas enseñanzas, en forma de promesas de felicidad. Si antaño los mandamientos contenían ante todo una lista de preceptos y prohibiciones que de cumplirse eran garantía de salvación y redención para todo el pueblo de Dios, Jesús nos muestra un camino más profundo y complejo, plagado de aspectos aparentemente contradictorios.

La felicidad a la que nos invita Jesús radica en un anhelo profundo de hacer feliz a los demás. ¿En qué radica su propia felicidad? No es ni en las posesiones materiales, ni en los logros de ninguna especie, por más buenos que sean ambos, donde él hace su apuesta. Felices serán los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia. ¿Cómo puede ser esto? ¿Sigue siendo una buena noticia para nosotros hoy?

Un aspecto que parece relevante se refiere a la fe de Jesús: Él cree en Dios como un  padre creador, amoroso, providente, que va conduciendo la historia de la humanidad y el mundo entero, hacia la concreción del Reino de los Cielos. El Dios de Jesucristo es misericordioso y compasivo con toda forma de sufrimiento y dolor humanos, y nos exhorta a ser así también unos con otros.

A riesgo de generalizar, es posible afirmar que nuestra cultura tiende más bien a lo contrario: a buscar el éxito y la satisfacción del propio placer e interés a toda costa, exacerbando el individualismo y la realización personal por sobre consideraciones respecto del bien común y del cuidado del medio ambiente que nos rodea. Vamos tras felicidades aparentes, que con su poder de seducción nos embotan los sentidos y nos hacen confundirnos respecto de lo realmente importante para ser felices.

En nuestras comunidades no pocas veces hemos trastocado el sentido del seguimiento de Jesús. No se trata de una lista de prohibiciones que cumplir sino, muy por el contrario, una invitación a escoger alegrías duraderas que brotan del amor de Dios que nos invita a amar y servir.

Con la pandemia y la crisis por abusos ha descendido muchísimo la participación en los distintos espacios de encuentro y oración comunitarios. Hemos de interrogarnos por el estilo de ellos y por el modo de conducirlos. ¿Convocan y comunican las bienaventuranzas? La alegría que brota del Evangelio demanda congregarnos, para juntos reconocernos en la presencia de Dios. Los tiempos de hoy no son más difíciles que el tiempo de Jesús, o el tiempo de las primera comunidades cristianas perseguidas por profesar la fe en su presencia actuante en el mundo. Pidamos juntos la gracia de escuchar las palabras de Jesús y ponerlas en práctica en nuestras vidas: ¡ahí se juega nuestra felicidad!

A quienes tengan el regalo de tenerlas, les deseo unas muy felices vacaciones. Que el descanso y el encuentro con la familia y la gente más querida, sirva para renovar las energía y para seguir descubriendo en nuestras vidas donde se encuentra la verdadera felicidad.

 José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 Fragmento del Evangelio: Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 1-3)