domingo, 24 de septiembre de 2023

Los últimos primero

 (Mt. 19, 30-20, 16)

            Hoy es el último domingo de septiembre, día de oración por Chile. Con este motivo se realiza también, en los alrededores de la Plaza de Armas de la ciudad de Santiago, la procesión de la Virgen del Carmen, patrona de Chile y de sus fuerzas armadas. En el Magnificat (Lc. 1, 46-55), canto precioso de María tras la visita a su prima Isabel, alaba a Dios por su gran misericordia, por la maravillosa obra que ha hecho en ella tan pequeña, y por la inversión de situaciones que opera salvíficamente en la historia: “Derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes”. Algo similar se nos muestra en el texto del evangelio según san Mateo que proclamamos hoy: los últimos son primeros.

            Algunos kilómetros al poniente, a la misma hora, celebraremos la Eucaristía a un costado del Puente Bulnes, para recordar y orar por el eterno descanso de Juan Alsina y otras personas, asesinadas hace 50 años. Consigna el informe Rettig lo siguiente: “Juan Alsina Hurtos, español, 31 años, sacerdote católico, quien ejercía su ministerio en la Parroquia San Ignacio de San Bernardo y se desempeñaba como Jefe de Personal del Hospital San Juan de Dios, fue ejecutado el 19 de septiembre.”

            La primera vez que se realizó la procesión de la Virgen del Carmen, según registros históricos, fue en 1678, animada por la cofradía de Hospitalarios de San Juan de Dios. Precisamente en el Hospital San Juan de Dios trabajaba como sacerdote obrero Juan Alsina. Corrió la suerte de muchas personas: pudiendo arrancar para salvar su vida, prefirió asistir confiadamente a su lugar de trabajo.

            Por el testimonio del conscripto Nelson Bañados, militar de la patrulla del regimiento Yungay de San Felipe, se sabe que al bajarlo del camión en que lo llevaban, el padre Juan le dijo: “Por favor, no me pongas la venda. Mátame de frente, porque quiero verte para darte el perdón”. En medio de la violencia deshumanizante, del horror, del sinsentido más brutal, el testimonio de fe y de la misericordia humana y de Dios que en él se nos ofrece, es conmovedor.

            Del mismo modo, el relato evangélico que proclamamos hoy nos sitúa en la órbita de la gratuidad o el don, tan distinta de las relaciones de intercambio o mérito a las que estamos acostumbrados. ¡Al que llegó último se le paga lo mismo que al que llegó primero!

Estamos concluyendo septiembre que moviliza siempre sentimientos y rituales diversos: por un lado las fiestas patrias con baile, festejo, encuentros, comida, y el comienzo de la primavera; por el otro, la memoria del horror desatado irracionalmente y de la fraternidad rota hasta el extremo del aniquilamiento. Somos ambos extremos. Miremos nuestro futuro con el anhelo de que nunca más lleguemos a tal nivel de confrontación fratricida.

            Resulta esperanzador que hace algunos días el cardenal Celestino Aós, en el Te Deum Ecuménico de Fiestas Patrias, haciendo eco del Plan Nacional de Búsqueda anunciado a fines de agosto por el presidente Gabriel Boric, haya ofrecido la colaboración de la Iglesia Católica, para recabar información. Ya han pasado 50 años: es quizás la última oportunidad para que quienes fueron testigos de la desaparición forzada de miles de compatriotas, se expresen. Como con el Comité Pro Paz o la Vicaría de la Solidaridad, inspirados por la parábola del Buen Samaritano, intentemos sanar las heridas que aún siguen abiertas, con el bálsamo de la verdad, la justicia y la reparación.

Fragmento del Evangelio: Jesús dijo a sus discípulos: Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”

  ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Cf. Hech 16, 14b

Aleluya. 

Señor, toca nuestro corazón, para que aceptemos las palabras de tu Hijo. Aleluya.

EVANGELIO

¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo  19, 30----20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.

Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron.

Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.

Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.

Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.

El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”

Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Perder para encontrar

 (Mt. 16, 21-27)

En muchos espacios de la cultura y sociedad contemporáneas, se exaltan el individualismo, la competencia en extremo, el buscar ganar a toda costa. Sin embargo, en la vida y mensaje de Jesús de Nazareth, se nos señala otro camino, que es una paradoja bien difícil de vivir. ¿De qué tipo es la felicidad y alegría eternas que anuncia el Evangelio?

En el relato del capítulo 16 de San Mateo que proclamamos hoy, Pedro se quiere oponer a que Jesús vaya a Jerusalén –lugar donde todo indica va a encontrar oposición,  violencia, muerte de cruz, como anuncia–  y encuentra en Él una respuesta radical: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.

Si somos seres humanos no tenemos otro modo de pensar que como seres humanos. Confundimos con facilidad lo que está bien con lo que nos conviene. Le escapamos al dolor por buscar lo placentero. ¿Poner la otra mejilla ante una ofensa? Instintivamente brota devolver la ofensa o premeditar con astucia la venganza. ¡Se sirve ésta en plato frio! ¿Quién está dispuesto a perder?

Estamos entrando en septiembre, a pocos días del aniversario 50 del golpe de Estado de 1973. De lado y lado –son muchos más que dos–, se hacen esfuerzos por imponer posturas o puntos de vista, o de desacreditar el contrario. Por lo mismo me ha parecido muy orientadora y sensata la afirmación de la senadora Isabel Allende Bussi cuando dice: “No va a haber nunca la verdad oficial, cada uno lo vive como lo vivió... Pero no entiendo que no podamos decir ‘nunca más romper una democracia’”. Sobrecogedor me ha parecido también “La Búsqueda”, el libro en primera persona de Cristóbal Jimeno Chadwick, escrito junto a su esposa Daniela Mohor, sobre su padre, Claudio, colaborador cercano del presidente Allende en La Moneda, detenido desaparecido desde hace 50 años: “No es un hecho que ocurrió hace 50 años, es un hecho que viene ocurriendo desde hace 50 años”

            Ninguna de los relatos de los sucesos que fueron llevando al quiebre democrático e institucional, y de la profunda fractura social en la que fue entrando Chile en la década del 60, que se agudizaron en tiempos de la Unidad Popular, justifica ni explica el horror que se vivió después. No hay empate posible, ni se trata de buscar ganar una discusión: hay posiciones aparentemente irreconciliables. Pero sí podemos acordar mínimos civilizatorios y hacer el esfuerzo de hilar las distintas historias que constituyen nuestra memoria colectiva.

¿Cómo avanzar en caminos de verdadero encuentro y reconciliación? ¿Cuáles “nunca más” tendríamos que volver a conjugar?

            La espiritualidad cristiana encierra una sabiduría de siglos y en el pasaje del evangelio que proclamamos hoy se sintetiza de muy buen modo. Es un mensaje que trasciende incluso las fronteras de la Iglesia; es sabiduría de profunda humanidad. Tomemos algo de ella para reflexionar en estos días, propiciando la conversación con altura, que busque escuchar sin imponer y posibilite en un futuro no tan lejano espacios para el reencuentro verdadero desde nuestra común vulnerabilidad, que incluye también la frágil memoria.

 

Fragmento del Evangelio:

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

 

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Cf. Ef 1, 17-18

Aleluya.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluya.

EVANGELIO

El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   16, 21-27

Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá.

Pero Él, dándose vuelta, dijo a Pedro: ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.