(Mt. 16, 21-27)
En muchos espacios de la cultura y sociedad contemporáneas, se exaltan el
individualismo, la competencia en extremo, el buscar ganar a toda costa. Sin
embargo, en la vida y mensaje de Jesús de Nazareth, se nos señala otro camino,
que es una paradoja bien difícil de vivir. ¿De qué tipo es la felicidad y
alegría eternas que anuncia el Evangelio?
En el relato del capítulo 16 de San Mateo que proclamamos hoy, Pedro se
quiere oponer a que Jesús vaya a Jerusalén –lugar donde todo indica va a encontrar
oposición, violencia, muerte de cruz, como
anuncia– y encuentra en Él una respuesta
radical: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo,
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”.
Si somos seres humanos no tenemos otro modo de pensar que como seres
humanos. Confundimos con facilidad lo que está bien con lo que nos conviene. Le
escapamos al dolor por buscar lo placentero. ¿Poner la otra mejilla ante una
ofensa? Instintivamente brota devolver la ofensa o premeditar con astucia la
venganza. ¡Se sirve ésta en plato frio! ¿Quién está dispuesto a perder?
Estamos entrando en septiembre, a pocos días del aniversario 50 del golpe
de Estado de 1973. De lado y lado –son muchos más que dos–, se hacen esfuerzos por
imponer posturas o puntos de vista, o de desacreditar el contrario. Por lo
mismo me ha parecido muy orientadora y sensata la afirmación de la senadora
Isabel Allende Bussi cuando dice: “No va a haber nunca la verdad oficial, cada
uno lo vive como lo vivió... Pero no entiendo que no podamos decir ‘nunca más
romper una democracia’”. Sobrecogedor me ha parecido también “La Búsqueda”, el libro
en primera persona de Cristóbal Jimeno Chadwick, escrito junto a su esposa
Daniela Mohor, sobre su padre, Claudio, colaborador cercano del presidente
Allende en La Moneda, detenido desaparecido desde hace 50 años: “No es un hecho
que ocurrió hace 50 años, es un hecho que viene ocurriendo desde hace 50 años”
Ninguna de los relatos de los sucesos
que fueron llevando al quiebre democrático e institucional, y de la profunda
fractura social en la que fue entrando Chile en la década del 60, que se
agudizaron en tiempos de la Unidad Popular, justifica ni explica el horror que
se vivió después. No hay empate posible, ni se trata de buscar ganar una
discusión: hay posiciones aparentemente irreconciliables. Pero sí podemos
acordar mínimos civilizatorios y hacer el esfuerzo de hilar las distintas
historias que constituyen nuestra memoria colectiva.
¿Cómo avanzar en caminos de verdadero encuentro y reconciliación? ¿Cuáles
“nunca más” tendríamos que volver a conjugar?
La espiritualidad cristiana encierra
una sabiduría de siglos y en el pasaje del evangelio que proclamamos hoy se
sintetiza de muy buen modo. Es un mensaje que trasciende incluso las fronteras
de la Iglesia; es sabiduría de profunda humanidad. Tomemos algo de ella para
reflexionar en estos días, propiciando la conversación con altura, que busque
escuchar sin imponer y posibilite en un futuro no tan lejano espacios para el
reencuentro verdadero desde nuestra común vulnerabilidad, que incluye también
la frágil memoria.
Fragmento del Evangelio:
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El
que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a
causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero
si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
EVANGELIO
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. Ef 1, 17-18
Aleluya.
El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros
corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados.
Aleluya.
EVANGELIO
El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo 16, 21-27
Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía
ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos
sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al
tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo,
diciendo: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”.
Pero Él, dándose vuelta, dijo a Pedro: “¡Retírate,
ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos
no son los de Dios, sino los de los hombres”.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “El
que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a
causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero
si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su
Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus
obras”.
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