domingo, 22 de noviembre de 2020

Recomenzar

 

Recomenzar (Mt. 25, 31-46)

Desde la eternidad, Cristo Rey del Universo, nos recuerda que podemos encontrarnos con Él en la necesidad del hermano o la hermana que están cerca, muy cerca. Aprovechemos este tiempo de adviento que ya empieza, para recomenzar, haciendo vida cada día las obras de misericordia que nos abren a su presencia actuante en el mundo, en un amor que tiene profundas implicancias políticas.

 

En el seno de la Iglesia Católica culmina hoy el año litúrgico, con la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Ya la próxima semana es el primer domingo de Adviento, tiempo especial dedicado a disponernos a la celebración de la Navidad, aun cuando las multi tiendas y el retail nos han recordado desde los últimos días de octubre, incluso antes que Halloween, que ya viene el tiempo de comprar y hacernos regalos, con motivo del nacimiento de Jesús.

Ha sido este un año difícil como pocos, en todos los frentes. El primero y el más evidente es el de la salud: ya contamos entre nosotros cerca de 15 mil muertos. La pandemia ha dejado toda planificación patas pa´rriba. Hemos tenido que hacer frente a la emergencia con medidas extraordinarias, que han demandado de todos muchos esfuerzos y sacrificios. El impacto social, económico y en salud mental de la pandemia también ha sido enorme, tal vez imposible de cuantificar en su real magnitud. Lo que percibo es que hemos podido valorar como nunca la libertad –en tiempos en que ha estado muy restringida–   y también los vínculos primordiales que nos sostienen y constituyen –en tiempos en que hemos debido mantener distancia física para evitar contagios–.

Leyendo la encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti, me he encontrado con algunos párrafos notables, que invito a considerar. El lente con que nos invita a mirar el Papa nuestros modos de relacionarnos, es el de la parábola del Buen Samaritano. ¿Su propósito? Que “seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6). Uno a uno, desde abajo, sin esperar mucho de los que nos gobiernan, podemos cada día recomenzar, poniendo particular atención a quienes por distintas razones están malheridos al lado del camino (FT 77-79). Se trata de mirar cómo nos relacionamos cada día con quienes están cerca. Curar las heridas, las personales, las colectivas. Hacernos cargo unos de otros. Construir fraternidad y amistad social. De modo similar, en el texto del evangelio que proclamamos hoy, se nos invita a reconocer en el rostro de cada persona cercana que sufre alguna necesidad concreta, el rostro mismo de Cristo que impele una acción solidaria. Tanto en la parábola del buen samaritano como en esta del juicio final, se nos presentan dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y procuran aliviarlo; y las que pasan de largo, ya sea viendo al herido, ya ignorándolo (FT 70).

Dedica varias páginas el papa Francisco a valorar la política como el acto más sublime de caridad (FT 154-197). Primeramente advierte los riesgos de los populismos e inmediatismos, así como de ciertas concepciones liberales que subvaloran los lazos comunitarios y culturales, exacerbando el individualismo; pero, ante todo, valora profundamente la política que integra y reúne, y que gesta procesos fecundos que hacen más digna y feliz la vida de las personas. A quienes se dedican a la política les invita a hacerse algunas preguntas, como un ejercicio espiritual de examen de conciencia: “Después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será: “¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí?”. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: “¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?” (FT197).

Les deseo que en este tiempo de adviento que comienza podamos, todos juntos, y cada uno, desde nuestros respectivos ámbitos de acción, recomenzar, volviendo a lo fundamental, a aquello que más hemos valorado en este tiempo de pandemia: los vínculos con los que más queremos; la atención a quienes entre nosotros tienen más necesidades; los anhelos de fraternidad que nos hermanan más allá de nuestras amistades o círculos de pertenencia. Y que en estos meses en que participaremos de varios procesos eleccionarios, se desplieguen vocaciones políticas que hagan eficaz el amor que anhelamos, transformando nuestras vidas, instituciones y ciudades.

 

Fragmento del Evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron”. (Mt. 25, 31-46)