domingo, 25 de diciembre de 2022

Vida

 Vida (Lc. 2, 1-14)

            Antes de decir cualquier otra cosa, les deseo una ¡muy Feliz Navidad! Espero que con motivo del nacimiento de Jesús, todas las personas y familias tengamos la posibilidad de encuentros y celebraciones alegres.

Han sido estos días dolorosos para nuestro Chile: una vez más la tragedia toca nuestra puerta. Viña del Mar se vio afectada la noche del jueves por un incendio que destruyó cientos de casas, causando desesperanza y tristeza. El amanecer dejó de manifiesto la desolación, el dolor y la muerte de al menos – por ahora - dos personas. Han brotado por doquier distintas iniciativas de servicio, acogida y solidaridad, tanto desde el municipio y el Estado como de la sociedad civil organizada. Es de esperar que se logren buenas articulaciones para llegar a atender de la mejor manera posible cada una de las necesidades de las personas damnificadas.

Hay otras emergencias permanentes que también debieran llamarnos a la acción urgente y coordinada. El diagnóstico en cada caso suele estar más o menos claro, pero faltan las “manos a la obra”. No nos cansemos de repetirlas. La más grave quizás es la de los cientos de miles de jóvenes que han sido expulsados del sistema escolar. ¿Otras emergencias? La inseguridad y temor por la violencia, delincuencia y tantos barrios críticos tomados por el narcotráfico; la de los cientos de miles de familias que sufren hacinamiento crítico o viven en campamentos; los graves problemas de salud mental.

En los diferentes momentos litúrgicos de este día, desde ayer en la tarde hasta hoy domingo, proclamamos distintos relatos de los evangelios. En el evangelio según san Lucas en muy breves palabras se da cuenta del acontecimiento que nos convoca hoy. A María se le cumplió el tiempo de dar a luz a su hijo,  y así fue: en un pesebre. Con los ojos de la fe se puede ver en este acontecimiento el de una buena noticia para todo el mundo, que marca el comienzo de una nueva era. Los destinatarios del primer anuncio dado por el ángel son los pastores, aunque la alegría sea para todo el pueblo.

¿De qué tipo de alegría se trata? La de recibir el regalo de la vida que se abre camino y encuentra un lugar, y nos invita a una actitud agradecida y acogedora. Otra alegría brota del reconocer a Jesús como luz de las naciones, que “guía nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc. 1, 79). A quienes queremos aprender de Él, nos invita también a ser luz en medio de la oscuridad y tinieblas del mundo que tantas veces, por acción u omisión, se ha olvidado de Dios. En el pesebre reconocemos a un niño pequeño que nace frágil, y comparte nuestra común fragilidad y necesidad de cuidado como seres humanos que somos.

El Padre Hurtado en un mensaje de navidad de 1947 decía: “Se acerca Navidad y debemos realizar el mensaje del Maestro. Cristo histórico ya no está con nosotros, pero Cristo místico vive siempre a nuestro lado en nuestro prójimo”. Y en otra carta en forma de un cuento se preguntaba: “¿Cómo alegrar a un hermano mío, esta noche de paz, noche de amor?”. La esperanza que nos ofrece Jesús nace en los lugares donde menos se espera, y nos invita a vivir una fiesta de amor, cada día. Les invito a un gesto de cercanía y cariño con quien tengamos cerca o con quien pensemos está solo.

Pidamos la gracia que al contemplar el pesebre y a Jesús en él, su luz ilumine nuestros pasos y se sigan despertando iniciativas que, desde nuestra común fragilidad, procuren el cuidado de cada una de las personas que habitamos este mundo, iluminándolo y haciendo posible la vida. Una vez más, ¡Feliz Navidad!

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 

Fragmento del Evangelio: No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acotado en un pesebre” (Lc. 2, 10-12)

domingo, 4 de diciembre de 2022

Escuchar

            Hoy nos encontramos en el segundo domingo de adviento: es este un tiempo en que nos disponemos, penitencialmente, a la celebración del nacimiento de Jesús. Se trata de escuchar la invitación a la conversión, que podamos volvernos hacia Jesús, hacia su persona y su proyecto, el Reino de los cielos, que está cerca.

La figura de Juan el bautista que se nos presenta hoy en el relato del evangelio según san Mateo es muy importante para una comprensión del modo como Jesús es Mesías. Juan invita a sumergirse en el Agua, ser bautizado, para el perdón de los pecados. Se trata de dejar atrás todo aquello que nos aparta de los caminos del Señor, y renacer a una nueva vida que prepare su presencia en medio nuestro. Un primer paso necesario. El que vendrá, y lo esperamos, nos dice Juan, bautizará “en el Espíritu Santo y en el fuego”.

Un aspecto relevante de este relato es que muestra a Juan en el desierto, lejos de la ciudad, lejos del Templo. Las personas van hacia él por la fuerza de su mensaje que sintoniza con la necesidad que experimentan de dar un giro a sus vidas que las llene de sentido. ¿Dónde escuchamos hoy la voz del Señor que nos sigue llamando? Tal vez hay que hacer algunos cambios en nuestras costumbres para poder verdaderamente escucharla.

Juan Bautista también se enfrenta a fariseos y saduceos, que vienen a bautizarse: con palabras duras les exhorta a una sincera conversión, que produzca sus frutos y que no sea simplemente participar de un rito exterior que no transforme nada. En el pasaje siguiente a este relato (Mt. 3, 13-17), Jesús va también donde Juan para ser bautizado. Se pone a la fila y le pide a Juan que lo sumerja en esta corriente liberadora, a lo que el Bautista inicialmente se opone: “Yo debería ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”. Jesús no se salta la fila ni pide un trato especial, espera pacientemente su turno.

Una lectora de este diario, Pamela Gutiérrez Garcés, ha escrito esta semana que por distintas razones, entre otras porque no encuentra una voz que se levante y que convoque desde la Iglesia en los tiempos convulsos que vivimos, ha dejado de ir a misa. El riesgo de dejar de ir es que pudiera diluirse el sentido de comunidad, de pertenencia al Pueblo de Dios del que formamos parte, precisamente en virtud del bautismo. La fe en Jesús es eminentemente comunitaria, tal como lo atestigua la misma práctica de Jesús con sus discípulos y discípulas, y también los relatos de los Hechos de los Apóstoles (Hch. 2, 43-47).

Algunos de los dolores que Pamela enuncia –el de los migrantes, el de la carestía, el de las personas en situación de calle, el del narcotráfico que campea en nuestras ciudades y barrios– son sumamente preocupantes y debiéramos ser capaces de gritarlos en voz alta, amplificando también las distintas iniciativas de acogida, servicio y transformación que están sucediendo en este momento, también al alero de parroquias y fundaciones de inspiración cristiana. En medio de tantos ruidos y estridencias cotidianas que nos embotan los sentidos, pidamos la gracia de dar a conocer aquello que ya ocurre, pero que no es del todo conocido, como voz que clama en el desierto.

Aprovechemos de buen modo este tiempo de adviento para prepararnos a la celebración de la Navidad. La apertura de todo corazón a los dolores y necesidades que van aconteciendo a nuestro alrededor, y el reconocimiento de la común fragilidad y vulnerabilidad, que incluye también a los pastores de la Iglesia, nos conecte con el misterio de Dios que quiere una vez más vivir entre nosotros (Jn. 1, 14). ¡Ojalá escuchemos hoy su voz! 

Fragmento del Evangelio: Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible” (Mt. 3, 11-12)


EVANGELIO

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   3, 1-12

En aquellos días, se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca

A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:

Una voz grita en el desierto: “Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”.

Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.

Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo:

Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras, Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.



domingo, 13 de noviembre de 2022

Ecología integral

Ecología integral (Lc. 21, 5-19)

Estamos llegando al fin del tiempo litúrgico y como siempre en este momento del año, las lecturas y oraciones que se nos ofrecen en la Eucaristía tienen una perspectiva escatólogica, que habla de las realidades últimas. Situados en el horizonte temporal y cósmico en el que vamos caminando, nuestros problemas parecen pequeños, nuestros esfuerzos y desvelos parecen vanos.

El relato del Evangelio según San Lucas que proclamamos hoy está escrito “con el diario del lunes”: pone en boca de Jesús acontecimientos que van a ocurrir, pero que al momento de escribirlos ya ocurrieron, particularmente en lo referido al Templo. Ante quienes absortos contemplan su belleza, Jesús con realismo señala que “no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido” ¿en qué ponemos nuestra esperanza? Las calamidades anunciadas por Jesús pueden parecernos exageradas, aunque basta mirar la historia de la humanidad, y también de nuestro país, para reconocer que de tanto en tanto ocurren. Algo similar pasa también con las persecuciones experimentadas por quienes siguen fielmente a Jesús: como a Él, hay grupos de personas que preferirían callar y sacar de en medio a quienes “anuncian buenas noticias a los pobres” (Lc. 4, 18-19).

Nos encontramos inmersos en una sola y grave crisis socioambiental, en la que los que menos tienen - recursos, posibilidades, redes - más la sufren. Ya lo advertía el 2015 el papa Francisco en su encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común. En lo exclusivamente ambiental, como si se pudiera separar un asunto de otros, la crisis tiene tres facetas: la del calentamiento global, la de pérdida de biodiversidad, la de la contaminación del aire y las aguas de plásticos y otros derivados y residuos de combustibles fósiles. En lo social, como si estuviera separado, esto tiene consecuencias nefastas: daños severos por incendios, sequías, inundaciones; desplazamiento forzado de millones de personas. Participé hace unos días en el lanzamiento del libro “Urgentes mensajes del planeta tierra: la ecología integral como nuevo paradigma de justicia” editado por la Revista Mensaje. Se los recomiendo. De la presentación del libro y algunos de sus contenidos, que abordan las distintas dimensiones de la crisis en la que estamos, he sacado algunas de estas ideas.

Esta semana hemos conocido en boca del ministro de educación una cifra realmente alarmante: este último año con motivo de pandemia dejaron el sistema escolar 50 mil niños, niñas y jóvenes, que añadidos a quienes ya estaban fuera, da un total de 227 mil personas que pudiendo ir al colegio, no van. A esto hay que añadir que entre quienes están matriculados, la asistencia ha sido sumamente baja, afectando a más de un millón de niños. Si no enfrentamos decididamente esta situación el impacto en el futuro será catastrófico, para ellos, sus familias, ¡para todos! El ministro Marco Antonio Ávila ha llamado a una alianza público privada para enfrentar este desafío. Tendríamos que asumir esto casi como un esfuerzo de reconstrucción post terremoto.

Concluye el texto del evangelio de hoy con una invitación a la constancia, a la perseverancia, que se abre a la esperanza de que el futuro va a ser mejor que lo que hemos conocido. ¡A Dios rogando y con el mazo dando! La grave crisis socioambiental en que nos encontramos se expresa en vínculos rotos: de cada cual con sí mismo, con los demás, con el ecosistema en que vivimos, en último término también con Dios. Avancemos decididamente desde una cultura del abuso y el descarte, a una cultura del cuidado. Pongamos de nuestra parte lo que esté a nuestro alcance para que en esfuerzos colectivos hagamos frente a los tiempos difíciles que vivimos.

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 

Fragmento del Evangelio: “Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”

domingo, 23 de octubre de 2022

Humildad fecunda

 Humildad Fecunda (Lc. 18, 9-14)

Esta semana ha acontecido el tercer aniversario del estallido social de 2019, con el que se dio inició, violentamente, en nuestro querido Chile, a un proceso intenso de movilizaciones y transformaciones sociales y políticas, que aún no terminan. Este octubre, 3 años después, nos encuentra en un contexto completamente distinto: cambió hace meses el gobierno y culminó ya una primera etapa del itinerario de renovación de la constitución, con el triunfo del rechazo. Se está configurando un nuevo Chile, con nuevos actores, nuevos partidos y también con algunos nuevos dolores y necesidades que atender. Hemos pasado por ahora la etapa más crítica de la pandemia. Nos encontramos en medio de una crisis económica asociada a la alta inflación. Y se otea en el horizonte una recesión que esperamos no dure mucho tiempo.

El texto del evangelio según san Lucas que  proclamamos hoy nos presenta a dos personas creyentes con actitudes radicalmente distintas. Por un lado se encuentra la soberbia, la autosuficiencia y el apego rígido a las tradiciones y la ley, y como guinda de la torta, el mirar en menos a los demás: el fariseo. Por el otro, la fecunda humildad de quien se sabe frágil, limitado, pecador y así se sitúa ante sí mismo, ante la vida, ante Dios, ante los demás: el publicano. Durante estos días hemos leído y escuchado distintas aproximaciones a la comprensión de las diversas crisis que hemos enfrentado: ninguna de ellas basta, necesitamos seguir encontrándonos, escucharnos y conversar. Urge desterrar la violencia y la destrucción, que solo hacen daño.

Esta semana ha sido también el aniversario 78 del Hogar de Cristo. Es este siempre un cumpleaños un tanto curioso: no se trata de recordar el hito de la primera piedra o del corte de cinta en su primer edificio, ni de la redacción de estatutos que le dieran personalidad jurídica. ¡Se trata de conmemorar un par de encuentros muy fecundos! El primero, muy conocido, el del padre Hurtado con un mendigo que hervía en fiebre y pedía una moneda para pagar un albergue. Y en el que reconoció al mismísimo Cristo que le pedía auxilio. El segundo encuentro, el del mismo padre Hurtado que, profundamente conmovido, compartió con un grupo de mujeres lo que había experimentado el día anterior. Y entonces, en la escucha, el encuentro, la conversación, brotaron las ideas y los ¡manos a la obra!

En los breves años en que el padre Hurtado pudo ver en vida el desarrollo del Hogar, mantuvo una apertura a los dolores y necesidades de las personas y comunidades con las que compartía: eso era siempre lo primero a considerar para corregir el rumbo. Y para mejor acertar en las respuestas, se propuso aprender de lo que otros países hacían para responder a los mismos dolores y necesidades. Otro rasgo que lo caracterizó fue el de contar con personas muy distintas, expertas en las más distintas materias, todas ellas de buena voluntad y corazón generoso, para pedirles ayuda en lo que él no podía resolver por sí mismo. Nadie se basta a sí mismo. Junto con seguir el camino del publicano que con humildad se situaba delante de la vida, de Dios, de los demás, sigamos también –personas, autoridades, organizaciones, comunidades– los pasos de este padre de la patria que sigue teniendo mucho que decir y ofrecer, a pesar de que han pasado tantos años desde su muerte. Aprendamos de su humildad fecunda.

Fragmento del Evangelio: “El publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”

domingo, 2 de octubre de 2022

Creer y servir

 Creer y servir (Lc. 17, 3-10)

Este domingo se nos presenta en la celebración litúrgica un trozo del Evangelio según san Lucas que no es un milagro ni una parábola ni un encuentro de sanación, sino partes de un diálogo de Jesús con sus discípulos que parecen no estar del todo articuladas.

Ante la petición “¡Auméntanos la fe!”, Jesús responde con la imagen de la semilla de mostaza. Una pequeña semilla de mostaza puede dar con el tiempo mucho fruto, sombra y cobijo (Lc. 13, 18-19). Ha dicho Jesús que el Reino de Dios es como una medida de levadura que una mujer mezcla con harina. Basta un poco de levadura para transformar toda la masa (Lc. 13, 20-21). El impacto transformador del testimonio de un grupo pequeño de creyentes logra hacer que muchas personas reciban las buenas noticias por ellos vividas y anunciadas.

Nos hace bien dejar de lado, a quienes nos decimos creyentes, otro tipo de consideraciones relacionadas con influencia, tamaño relativo respecto del total de la población, o con el poder: encontramos acá y en muchos pasajes del Evangelio una valoración positiva de los medios pobres y humildes que recuerdan a la persona de Jesús de Nazaret, cuyo principal fundamento era la fe en el amor de Dios, a quien comprendía como un padre amoroso. Y vivía profundamente aquello que creía, y eso lo hacía creíble.

La segunda parte del texto nos lleva a otro aspecto de nuestra vida creyente, la del cumplimiento de lo que se nos manda en virtud de nuestra fe: “También ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”.  Recuerdo el cuento de una exalumna de un colegio de monjas que se quejaba que pocas veces le celebraban cuando tenía una buena nota o había conseguido algún logro importante en el plano deportivo, artístico o musical. “Con su deber no más cumple”, era la respuesta habitual de una de las religiosas antes ese rezongo. Hay algo de eso en este texto del evangelio: el principal reconocimiento por haber hecho algo bien, es la satisfacción de haberlo realizado.

La vinculación entre la fe que se profesa y las obras que se realizan debiera ser muy estrecha. Pocas cosas configuran más la existencia humana que las creencias, de distinta naturaleza, que se tienen. Ellas se expresan en el modo de actuar, de vivir, de alimentarnos, de rezar, de tratarnos y vincularnos con los demás y con el medioambiente que nos rodea.

Desde hace un tiempo en occidente nos encontramos sumergidos en una profunda crisis de fe. Se han disuelto las pertenencias, se han debilitados los diversos modos de participación y no están siendo del todo significativos los espacios celebrativos que expresan y sustentan la fe y los vínculos comunitarios. Vivimos una especie de orfandad. ¿A quién seguir? Tengamos el coraje de pedir, aún en medio de las más grandes dudas que nos acometen, lo que piden los más cercanos a Jesús: “¡Auméntanos la fe!”. Y reconozcamos en cada pequeño gesto de cariño, construcción de vínculos, amor, servicio, dignificación e inclusión, pequeñas semillas del Reino que esperemos den mucho fruto y transformen la sociedad entera.

Fragmento del Evangelio: Los Apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fe. Él respondió: Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería.  (Lc. 17, 5-6)

domingo, 11 de septiembre de 2022

Misericordia

 Misericordia (Lc. 15, 1-32)

El texto del Evangelio según san Lucas que proclamamos hoy nos ofrece tres parábolas en las que la misericordia se nos revela como camino de salvación, encuentro y alegría. El marco de estos relatos está dado por la contraposición entre dos grupos de personas: por un lado los pecadores y publicanos – cobradores de impuestos para el imperio romano - que se acercan a Jesús para escucharlo; por el otro los fariseos y escribas, celosos custodios de la ley, que miran con desprecio al primer grupo y le reprochan en murmuraciones a Jesús que se siente a la mesa con ellos. El segundo grupo se siente superior moralmente al primero, y no puede comprender cómo es que Jesús les dedica tanta atención.

Las tres parábolas puestas en boca de Jesús – la del pastor que busca y encuentra a la oveja perdida; la de la mujer que encuentra una moneda; la del padre que abraza y hace una fiesta ante su hijo menor que vuelve a casa - son respuesta a esta contraposición de grupos que tienen una actitud muy distinta ante la novedad y frescura que trae el Evangelio. Unos parecen acogerse al rostro misericordioso de Dios y a los gestos de compasión sanadora que se les ofrecen en Jesús. Los otros parecen escudarse en la rigidez de la ley para dividir a las personas entre buenas y malas, limitando la acción de la gracia que renueva con su alegre misericordia: es lo que le ocurre al hermano mayor en el tercer relato, incapaz de sumarse a la fiesta que ofrece su papá.

El domingo pasado hemos tenido en nuestro país una elección democrática con la más alta participación en décadas. Una inmensa mayoría rechazó la propuesta de Constitución elaborada en proceso deliberativo por la Convención. Ya es historia. Ante este acontecimiento tan importante para los destinos de nuestro país también podemos reconocer distintas actitudes contrapuestas. El evangelio de hoy nos muestra un camino a seguir.

Las posibles lecturas de los motivos del resultado de la elección dan para mucho. Tenemos que intentar comprender las profundas razones detrás de este resultado tan contundente, identificando los caminos posibles de andar para seguir conviviendo como compatriotas en adelante. Ante todo, tendamos puentes de encuentro que permitan recuperar la amistad cívica y la perspectiva de comunidad y reciprocidad que posibilite seguir conversando y construyendo futuro.

La enseñanza de Jesús tiene alcance universal. Nos advierte del peligro de mirar en menos a los demás o de anteponer rígidamente la ley y las costumbres a la vida en libertad de las personas. Contra la soberbia y el orgullo se erige como camino la humildad. Contra la avaricia, la via de la generosidad y el desprendimiento, en atención a las necesidades de los demás. Contra el conservadurismo que tiene al miedo como principal consejero, la apertura a la novedad del Reino. Contra el pecado alienante y deshumanizador, un camino de conversión y conexión con el Espíritu que renueva todas las cosas. Contra la hipocresía moralizante, la alegre novedad del Evangelio. Intentemos sintonizar con ese Espíritu de Jesús que sigue revoloteando por donde quiere, anunciando buenas noticias en medio de su pueblo, profundamente arraigado en la misericordia.

Fragmento del Evangelio: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola.” (Lc. 15, 1-3)

domingo, 21 de agosto de 2022

Solidaridad

 

Solidaridad (Lc. 13, 22-30)

Solidaridad. Es esta una palabra difícil de pronunciar, y tal vez más difícil de vivir. En su definición en la Enseñanza Social de la Iglesia, dice relación con “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Y el bien común refiere “al conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”. Contra la exaltación del individualismo y la satisfacción del propio interés, la solidaridad y el bien común se erigen como principios sobre los que construir, libremente, comunidad.

Hace algunos días, el jueves 18, conmemoramos los 70 años de la muerte del Padre Hurtado, en el día nacional de la Solidaridad. Tuve la ocasión de participar de la celebración en que junto al presidente de la República, a la ministra de Desarrollo Social y Familia y otras autoridades, pusimos una rama de aromo sobre su tumba, inspirados por las palabras de Gabriela Mistral. Acompañó el gesto, la declaración explícita de hacer de nuestro país un lugar de encuentros, de abrazos, de fraternidad, de solidaridad, en los que la verdad, la justicia y la paz se encuentren. Tras el encuentro en la Tumba del Padre Hurtado visitamos por un momento dos programas del Hogar de Cristo: la Hospedería de Mujeres Ana Cruchaga y la Casa de Acogida Josse van der Rest.

Fueron encuentros llenos de esperanza y alegría.

Junto a la camioneta verde le entregamos al presidente y a la ministra algunos de los varios libros que escribió el Padre Hurtado: “Sindicalismo”, “Humanismo Social”, “¿Es Chile un país católico?”. Varios de ellos siguen siendo sumamente vigentes por más que fueron escritos en la primera mitad del siglo XX. Además les entregamos un documento elaborado por el Hogar de Cristo, titulado “Matriz de Inclusión 2022”, en el que mostramos los efectos de la pandemia en la población especialmente vulnerable de nuestro país y las brechas de cobertura a esos grupos de población ofrecidas por organizaciones de la sociedad civil y del Estado.

¿Qué es una brecha de cobertura?

La diferencia entre la atención concreta total existente y la población potencial que requiere aquellos servicios. Las brechas son enormes, y con la pandemia se han agudizado, principalmente por que han aumentado las necesidades. Si le interesa conocer el documento, puede descargarlo en la sección “Estudios e Incidencia” del sitio web del Hogar.

En el evangelio de hoy Jesús recibe una pregunta respecto de la cantidad de personas que se van a salvar. Él responde invitando a “entrar por la puerta angosta”. Esta expresión ha tenido varias interpretaciones. Algunos hablan de no tomar atajos ni el camino que parece más fácil, pero que a la larga es menos fecundo. Otros de la importancia de forjar la voluntad y la laboriosidad. Mirando las brechas en la atención de necesidades, también se podría decir que es oportuno evitar el asistencialismo, por más que algunos grupos requieran en algunos momentos asistencia y cuidado especial: se trata de desarrollar capacidades y promover la autonomía. Y, ante todo de seguir a Jesús, empaparse de sus criterios y modo de proceder.

En tiempos de confrontaciones y legítimas discrepancias, hace bien recordar a Alberto Hurtado, padre de la Patria, que nos invitó incansablemente a levantar la mirada, reconocer los dolores y necesidades de quienes vivían a nuestro alrededor y procurar aliviarlos. Pongámonos todos en el lugar de los últimos, y así juntos seamos los primeros.

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 

Fragmento del Evangelio: “Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, de Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos” (Lc. 12, 15)

domingo, 31 de julio de 2022

Desapegos

 

Desapegos (Lc. 12, 13-21)

El relato del evangelio según san Lucas que proclamamos hoy es elocuente y directo: nos advierte del apego desordenado a las riquezas que puede hacer que acumulemos sin considerar lo efímero de la vida o sin que tengamos en cuenta a quienes están alrededor. Un dato que con facilidad olvidamos es que desnudos nacemos y así tal cual vamos a morir. En este paréntesis que es la vida, transitamos juntando y conectando palabras, saberes, amores, experiencias, bienes y más.

Hoy, 31 de julio, celebramos a San Ignacio de Loyola. La espiritualidad ignaciana nos enseña que seremos más felices y plenos, encontrando y poniendo por obra la voluntad de Dios. Ello se logra cuando libres de afectos y apegos desordenados, sintonizamos con la corriente liberadora y sanadora de Jesús que nos impulsa a amar y servir.

Un buen primer paso para el desapego es la gratitud. ¿Qué de lo que tienes o sabes no lo has recibido de otras personas, tus padres o tus profesores, de Dios? ¿O de los esfuerzos colaborativos de muchísimas personas? ¡Agradece! La gratitud es antídoto contra la soberbia, vehículo de humildad, posibilitadora de la generosidad.

Un segundo paso para el desapego es la conciencia de la interdependencia que tenemos unos con otros. Nos necesitamos e impactamos unos a otros, aunque no nos encontremos ni nos conozcamos. ¿Qué esfuerzos personales puedo hacer para contribuir al bien común?

Los apegos que nos atan pueden ser “riquezas” de distinta naturaleza. Una madre o un padre puede impedir que un hijo crezca y adquiera autonomía si lo ahoga con sus cuidados e impide que se equivoque o se pierda en el camino. Un trabajador social o un terapeuta puede impedir que una persona en situación de calle o con discapacidad florezca si el apoyo que le brinda es asfixiante y no le permite desplegar capacidades.

Mañana comienza el mes de agosto, que en nuestro país desde hace décadas ha sido denominado Mes de la Solidaridad, en memoria de San Alberto Hurtado. Este año se cumplen, el jueves 18, setenta años de su muerte. La fundación que lleva su nombre nos interpela con la pregunta “¿Podemos estar tranquilos?”. Esta expresión recuerda las palabras de Gabriela Mistral que acompañan la invitación a poner una rama de aromo sobre la sepultura del padre Hurtado, “que tal vez sea un desvelado y un afligido mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor silencioso y paciente”.

El fundador del Hogar de Cristo fue un incansable apóstol de la misericordia, y se ocupó de acoger a quienes morían de frío en las calles de Santiago, convocando para ello a quien quisiera sumarse. Decía que no podemos quedarnos tranquilos mientras haya algún dolor que mitigar. ¿Qué nuevos dolores y necesidades reconocemos a nuestro alrededor? Menciono cuatro: son cientos de miles los niños y niñas que pudiendo ir al colegio, no van; también es enorme el déficit habitacional, que entre campamentos y hacinamiento crítico llega a poco más de 600 mil familias; en situación de calle hay oficialmente casi 20 mil personas, aunque todo indica que son muchas más; el flagelo de la inflación está afectando los bolsillos de familias e instituciones.  Para aliviar tanto dolor nuestras propias fuerzas no alcanzan y entonces tenemos que sumarnos a otras personas e instituciones, tanto públicas como privadas, para reaccionar oportunamente, transformando conciencias y estructuras, y promoviendo al mismo tiempo la inclusión y dignificación.

Intentemos en este Mes de la Solidaridad desarrollar los sentidos y virtudes que el padre Hurtado vivió y nos sigue invitando a vivir: una de ellas es el desapego. Son muchas aún las necesidades y dolores que requieren la concurrencia de esfuerzos y voluntades. Pongamos al servicio del bien común aquello que tenemos, aquello que sabemos, todo aquello que hemos recibido.

Fragmento del Evangelio: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas” (Lc. 12, 15)

domingo, 10 de julio de 2022

Prójimos

Pasadas las fiestas de Pascua, hemos retomado hace algunas semanas el Tiempo Ordinario en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica. Domingo a domingo estamos leyendo el Evangelio según san Lucas. Hoy se nos ofrece la parábola del Buen Samaritano, con la que Jesús responde las preguntas: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? ¿Quién es mi prójimo?

La respuesta en forma de relato es una preciosa catequesis acerca de lo primordial de la Ley: aquellas tradiciones, mandamientos, historias, que –de generación en generación–iban configurando aquello que la comunidad reconocía como Buen vivir. Quien cumple lo medular de ello, en este relato, es el extranjero, el samaritano, que probablemente no conocía los preceptos de la Ley, pero que los vive en forma de compasión.

Esta parábola ha sido puesta como pórtico de entrada de la encíclica Fratelli Tutti del papa Francisco sobre la Fraternidad y la Amistad Social, dada a conocer hace un par de años. Vuelvo a recomendársela, querido lector, querida lectora: sigue siendo un escrito con invitaciones muy vigentes. Algunos guiños a su contenido, que busca actualizar la parábola en los tiempos que corren, dicen relación con darse cuenta de lo que le ocurre a los demás, estar con los sentidos abiertos y, cuando es menester, dedicar tiempo, detenerse. Se trata de evitar confundir lo que está bien con lo que conviene. Es también una invitación a la colaboración, a contar con los demás en sentido amplio: como el samaritano que confía al posadero el cuidado del hombre malherido al lado del camino.

Pasado el año que fue el plazo señalado para la redacción de una propuesta de nueva constitución, hemos conocido el lunes el escrito final de este esfuerzo deliberativo. Tendremos ahora un tiempo de dos meses, hasta el 4 de septiembre, para conocer en profundidad el texto y preguntarnos si es lo mejor para nuestro país. Las páginas de la propuesta no son las tablas de la ley escritas en piedra ni han sido reveladas por Dios, sino un texto que ha sido redactado por compatriotas elegidos democráticamente, acogiendo la diversidad presente entre quienes habitamos esta tierra. Como todo esfuerzo humano, es perfectible.

Me ha sorprendido de los últimos años la polarización creciente que hemos experimentado en nuestro país. Es evidente que hay divisiones y diferencias profundas entre nosotros. Las distintas aproximaciones y opiniones ante el proceso constitucional puede ser expresión de los abismos de distancia entre personas que debiéramos entender como prójimos. Es muy difícil discrepar y mirarse como legítimos otros, cuando lo que está en juego son posiciones más bien ideológicas o que tocan intereses particulares que con facilidad descuidan el cuidado del bien común. O cuando tratamos a los demás desde los prejuicios o encasillamientos, sin dialogar o provocar verdaderos encuentros. Cuando no salimos de nuestras propias trincheras que pueden enceguecernos o hacernos insensibles a los dolores de las demás personas. Hagamos, en lo cotidiano, lo que esté a nuestro alcance para que ocurra lo que anhelamos ahora y a contar del 4 de septiembre en la noche: que nos reconozcamos y tratemos como prójimos que somos, sea cual sea el resultado de la votación.

Fragmento del Evangelio:  Un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó d os denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. – “¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” - “El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. - Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”. (Lc. 10, 33-37)

domingo, 19 de junio de 2022

Noches largas

 Noches largas (Lc. 9, 11-17)

Hoy celebramos en el seno de la Iglesia Católica la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, y en ella proclamamos el conocido relato de la Multiplicación de los Panes. Lo hacemos en un contexto particular: este martes tendremos en nuestro país por segunda vez como feriado el Día de los Pueblos Originarios, en el Año Nuevo del Sur. Es la noche más larga del año. Esto es parte de un reconocimiento debido a nuestros pueblos originarios. La fiesta tiene un profundo sentido espiritual: la naturaleza y los seres humanos como parte de ella nos disponemos a recibir al nuevo sol naciente. La luz vencerá a la oscuridad, aunque por estos días parezca lo contrario. La tradición cristiana precisamente sitúa en el equivalente a esta fecha –en el hemisferio norte– el nacimiento de Jesús, Sol Naciente que ilumina nuestros pasos.

            En el marco de esta celebración, me parece pertinente comentar la realidad de las personas en situación de calle, quienes, de noches largas, saben mucho. Ya hemos tenido que lamentar este año la muerte de algunas personas, en Temuco, en Talca, en Santiago, por los fríos y ante todo por la indiferencia. Ha ido más lenta que otros años la implementación de albergues y otros dispositivos de atención que promueve el Estado. La semana recién pasada se reunió por primera vez en el año la Mesa Calle, convocada por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia, que busca articular los esfuerzos de los distintos servicios del Estado junto a la sociedad civil organizada. Más vale tarde que nunca, ¡ya está por llegar la noche más larga! Los últimos datos oficiales señalan que hay cerca de 20 mil personas que viven en las calles de nuestro país. Basta levantar un poco la vista para reconocer que son muchas más.

            Quizás ahora es cuando más se hace necesario escuchar a Jesús que al caer la tarde, al llegar la noche, no se desentiende de la necesidad de la multitud, y dice: “Denles de comer ustedes mismos”. La reacción primera de los discípulos es decirle a cada cual que se las arregle como pueda: lo que tienen de comida a la mano parece no alcanzar para todos, es mejor que cada uno se devuelva a su casa. ¿Y qué hacemos con los que no tienen casa?

            Los precios de algunos alimentos, de los combustibles y de otros bienes están por las nubes. En el Hogar de Cristo, al igual que otras fundaciones y organizaciones que sobreviven principalmente de la generosidad y aportes de mucha gente  –incluidos los bomberos– estamos algo afligidos: aumentan los costos por la inflación, pero no lo hacen de la misma manera los ingresos, ya sea porque  están relacionados con convenios con el Estado, en pesos, no reajustables, a varios años plazo; o porque los aportes de socios individuales, que aportan más de la mitad de lo que nos sostiene mes a mes, son en su mayoría en pesos, que cunden menos por la inflación. Aprovecho por tanto estas líneas para invitarles a quienes puedan a aumentar sus aportes al Hogar de Cristo y otras fundaciones que gocen de su simpatía y generosidad. Las noches largas se hacen algo más breves cuando hay un plato de comida y un lugar de cobijo calientito en el que guarecerse. Hagamos nuevamente posible la multiplicación de los panes.

 «Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”» (Lc. 9,11-13)


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domingo, 3 de abril de 2022

Reciprocidad

Nos encontramos hoy en el quinto domingo de cuaresma. La próxima semana ya celebraremos Domingo de Ramos, puerta de entrada a la celebración de la Semana Santa. En el relato del evangelio que proclamamos hoy, vemos a  Jesús enfrentado, nuevamente, a los escribas y fariseos, que seguían a pie juntillas los preceptos de la Ley. Quieren ponerlo a prueba para sacarlo del medio, ante la creciente adhesión popular que tenían sus enseñanzas. La escena es dramática. En las afueras del Templo llevan a una mujer sorprendida en adulterio. Del hombre con el que tiene que haber estado no se dice nada. El machismo y el patriarcado de la época distan mucho del contemporáneo, aun cuando tenga elementos de los que podemos sacar lecciones. Jesús es, en cierto sentido, revolucionario en su trato con las mujeres.

Con la sentencia dictada por Jesús –“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”– es desmontada la hipocresía que enjuicia lapidando y condena sin dar posibilidad de redención. La mirada y el trato amoroso de Jesús es exigente al mismo tiempo. Cuando todos los demás se han ido, Jesús le dice a la mujer: “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más en adelante”.

En el cristianismo y otras tradiciones religiosas se promueve y observa la llamada regla de oro: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Otra versión de la misma señala “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Se trata de promover relaciones de reciprocidad. Más recientemente, con otros géneros literarios, hemos conocido el imperativo categórico kantiano o la elección bajo velo de ignorancia de Rawls. La idea es un poco la misma. Si no sé en qué posición voy a estar en el orden social, elegiría aquella en la que las personas menos aventajadas estén mejor. ¡Me podría tocar a mí! En una circunstancia similar a la de la mujer enjuiciada, ¿cómo le gustaría a Ud. que la trataran?

En el discurso pronunciado por Gabriel Boric al inaugurar su mandato presidencial repitió varias veces la palabra reciprocidad. ¿A qué se refería? “A que la relación con las autoridades no sea una de consumidores, que trabajemos juntos, que seamos ciudadanos y que este sea el Gobierno del pueblo y ustedes lo sientan como su Gobierno, de todas y todos los chilenos y chilenas”, dijo. De fondo, se vislumbra la concepción de que nuestro país es una comunidad de iguales, que se valoran, respetan y cuidan. Y quienes ocupan hoy circunstancialmente los puestos de autoridad, están al servicio de esta comunidad.

En el marco de la convención constitucional seguimos avanzando en la senda de transformar nuestras instituciones. Muy relevante es que se establezcan adecuados controles y contrapesos para que quienes tienen el poder no abusen de él, como quienes en este pasaje del evangelio quieren apedrear a la mujer. Y también es importantísimo que se promueva el cuidado, especialmente de los más débiles y desaventajados: las personas con discapacidad, las personas mayores con algún nivel de dependencia, las personas en situación de calle, las niñas y niños que están por nacer, y los que ya han nacido también. Si no lo hace el Estado, ¿quién podrá defenderlos?

Texto del Evangelio: Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra  (Jn. 8, 3-7)

domingo, 6 de marzo de 2022

Chile confía en ti

  Ha comenzado el miércoles pasado, Miércoles de Ceniza, la Cuaresma: es un tiempo para disponernos a la celebración de la Semana Santa. Mediante el ayuno y la abstinencia algunos días, pero sobre todo mediante la práctica de las obras de misericordia, vamos refrenando nuestra pulsiones y pasiones, venciendo las tentaciones, superando el egoísmo, para disponernos a la celebración del acontecimiento central de nuestra fe. El mismo Jesús nos muestra hoy en el Evangelio como fue tentado por el demonio. El papa Francisco ha querido darle un sentido al ayuno cuaresmal, que lo hagamos intercediendo ante Dios para que se alcance la paz en Ucrania. Ayer, hoy y siempre, no basta con rezar, pero al menos es algo que podemos hacer cada cual desde donde está.

Leí tiempo atrás una entrevista realizada por la periodista Ximena Torres Cautivo a Fernando Mönckeberg, reconocido médico que se ocupó por décadas del gravísimo problema de la desnutrición infantil en nuestro país. En ella dice que se siente responsable del estallido social. ¿Cómo? Antes buena parte de los niños y niñas más vulnerables no alcanzaban ni los cinco años de vida. Habiendo superado con éxito los problemas de desnutrición, entre muchos otros, señala que no fuimos capaces –y él se siente responsable de eso– de ofrecerles perspectivas de futuro auspiciosas. ¿Entonces? La rabia le ganó a la esperanza y terminó todo reventando por los aires, media ciudad quemada y la fragmentación social desatada.

He visto los últimos meses  en carreteras, también en balcones y en otros espacios de campos y ciudades, unos lienzos en lo que se afirma “Chile confía en Ti”. Seguro ustedes  también los habrán visto. Acompaña el texto una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y, en el fondo, una bandera chilena. La frase recuerda la antigua letanía: “Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. El acogerse a la protección de Jesús en tiempos difíciles e inciertos como los que estamos viviendo tal vez no solucione lo difícil o incierto. Nuevamente, no basta con rezar. Pero es algo que podemos hacer, que nos ayuda –particularmente a los creyentes– a reconocer que es el Señor el que de maneras misteriosas conduce la historia, y que está a nuestro alcance sumarnos al soplo de su Espíritu y a los Signos de los Tiempos.

¡Chile confía en ti! Se lo podemos decir también así a las nuevas autoridades que este viernes asumirán la conducción política de nuestro país, lideradas por el presidente Boric. Lo podemos decir también a todas las personas que habitamos esta angosta y larga franja de tierra (y un poco menos angosta si consideramos el mar). ¡Chile confía en nosotros! Mediante la conversación y la amistad cívica; mediante el aporte que cada persona hace con sus estudios, sus trabajos, su desvelo cotidiano; mediante el esfuerzo, la dedicación y el cariño con que vamos tejiendo familias y comunidades; así podremos contribuir a la construcción de un mejor país, como cuando con buena política informada por la ciencia dejamos atrás la desnutrición.

¿Qué tentaciones tenemos que vencer juntos? La del atrincheramiento y el repliegue solipsista que mira solo el autointerés sin considerar el bien común; la de tirar nuestra historia por la borda y no aprender de ella; la de descuidar a los más pobres y vulnerables entre nosotros y no transformar las instituciones que nos hemos dado para que les atiendan particularmente. Hagamos en este tiempo de cuaresma un examen de conciencia que mire con verdad nuestras vidas y nos abra a recibir los frutos abundantes de la conversión del corazón.

Texto del Evangelio: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.” (Lc. 4, 1-2)

domingo, 6 de febrero de 2022

El poder de un llamado

 Este primer domingo de febrero nos encuentra a muchos de vacaciones. Las últimas semanas hemos visto un alto nivel de contagios por COVID, aunque ello no se ha visto reflejado en la tasa de hospitalización. Los impactos en el empleo de la pandemia parecen ir quedando atrás. Se ha agudizado la crisis en el norte, asociada a los grandes flujos migratorios, que ha hecho colapsar las ciudades y ha levantado el malestar de muchos. La violencia contra carabineros por parte de unas pocas personas ha encendido los ánimos. Nuevos hechos de violencia siguen ocurriendo en Arauco y Biobío, en el marco de un estado de excepción que lleva meses. La convención constitucional ha iniciado ya la segunda parte de su trabajo, con la propuesta de normas, la recepción de las iniciativas populares que han alcanzado las firmas necesarias y el proceso de consulta a los pueblos originarios. Mirando marzo, ya sabemos quiénes asumirán desde el viernes 11 los cargos de mayor responsabilidad en el nuevo gobierno, ministerios y subsecretarías.

En el evangelio de hoy encontramos el llamado de Jesús a sus primeros discípulos. Se nos dice quiénes son, qué hacen: son pescadores. En un primer momento Jesús se dirige a la multitud que se amontona para oírlo. Luego ocurre el encuentro y la conversación con Simón: la fecundidad de la pesca realizada siguiendo las indicaciones de Jesús, cuando ellos han estado la noche entera sin sacar nada, lo deja perplejo y lleno de temor. El momento final es de reverencia (“Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”), de invitación (“No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”) y de respuesta (“Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron”).

El programa de Jesús, entonces y hoy, es anunciar buenas nuevas a los pobres, liberar a los cautivos, dar vista a los ciegos (Lc. 4, 1 ss). A eso invita. Se trata de vivir de un modo particular, ampliando la familia o comunidad de referencia, hacia comprendernos como una fraternidad universal que cuida especialmente a los débiles. Su llamado demanda un cambio, una conversión, una respuesta radical, que brota del asombro por el bien que su persona, sus palabras y acciones provocan.

Guardando todas las diferencias, la nominación de las nuevas autoridades tiene algo similar. Cada persona con su biografía, estudios, motivaciones, es llamada a un proyecto colectivo que quiere convocar a seguir contribuyendo al bien común. ¿Cuál es el llamado que experimentamos hoy? Los elementos de contexto que abren estas líneas nos sitúan dramáticamente. Las respuestas a problemas complejos, que se arrastran por años, como los mencionados, no son sencillas. ¡Otra cosa es con guitarra! Siempre tenemos la posibilidad de simplificar o de atender la inmediatez o de mirar una de las caras de la moneda o a un grupo particular que presiona con más fuerza. O bien la oportunidad de mirar la complejidad, el largo plazo y a la totalidad de quienes conformamos este país, incluidos quienes estaban antes de que fuera Chile y quienes han llegado ahora último, y juntos (“Izquierda y derecha unidas, jamás serán vencidas”, dijo Nicanor Parra en 1972) avanzar en pos del desarrollo que sea sostenible. Esperemos que así sea.

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

Texto del Evangelio: “El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.” (Lc. 5, 1-11)

domingo, 16 de enero de 2022

Un mínimo de dignidad

Este domingo proclamamos el relato de “Las Bodas de Caná”. Ante la mirada atenta de María, Jesús convierte el agua en vino, para que pueda seguir la fiesta. ¿Qué necesitamos convertir en nuestro país? ¿Qué está aguando la fiesta?

 Tras el tiempo de fiesta que es la Navidad, continuada los últimos domingos con las fiestas de Epifanía/Reyes y del Bautismo de Jesús,  seguimos con el segundo domingo del tiempo ordinario. En el evangelio que proclamamos hoy se nos ofrece igualmente una fiesta. Es el conocido relato de “Las bodas de Caná”, el primero de los signos realizados por Jesús en el cuarto evangelio. Son signos visibles que invitan a creer en Dios y en la Humanidad.

Conocemos la historia. Se acaba el vino. María dice a los sirvientes, mirando a su hijo: “¡Hagan lo que Él les diga!” Jesús, algo a regañadientes por ser importunado por su mamá, incluso buscando desentenderse (“¿qué tenemos que ver nosotros?”)  convierte el agua en vino, y así puede continuar la fiesta. Los únicos que se dan cuenta del milagro son los sirvientes, que han llenado de agua las tinajas usadas para la purificación. Los demás, ni se enteraron. La fiesta pudo seguir. El milagro realizado es un trabajo conjunto, colectivo, que a veces incluso se puede hacer a regañadientes.

La figura de María destaca en este relato por dos razones. Primero, porque ella se da cuenta, mirando el conjunto, de la necesidad que hay. Está atenta a lo que ocurre a su alrededor, y advierte un asunto crítico: si se acabó el vino se viene abajo la fiesta. ¡Eso no puede pasar! Segundo, porque desde ahí propone un paso posible de atención a esa necesidad, y hace lo que está a su alcance para aliviarla. ¿Qué es lo que nos falta hoy en nuestro país? ¿Qué está aguando la fiesta?

Durante este mes de enero estamos siendo invitados a participar del proceso constituyente a través del mecanismo de Iniciativas populares de norma. Antes de cualquier consideración particular, el mero hecho de promover la participación es algo digno de destacar. Aparecen desde distintos grupos, organizaciones y colectivos de los más diversos, distintos intereses y necesidades, algunos incluso contrapuestos. ¿Cuál es el más importante de todos? ¿Qué es lo que no puede faltar? ¡Que los últimos entre nosotros sean los primeros! ¡Que a nadie le falte la alegría! ¡Que todos encuentren un lugar en la casa común!

Desde el Hogar de Cristo, junto a la Comunidad de Organizaciones Solidarias y a las organizaciones que conformamos la alianza Constitución y Pobreza, hemos presentado dos iniciativas a la Convención Constitucional, que les invito a considerar para su apoyo y firma. La primera trata de garantizar a todos quienes vivimos en Chile un estándar mínimo de dignidad, asociada a la definición del umbral de pobreza. Además, la segunda iniciativa busca reconocer y valorar el rol de las organizaciones de la Sociedad Civil en colaboración y complementariedad con el Estado.

Al igual que María que es capaz de ver el conjunto, miremos nuestro país, los distintos grupos de personas que lo conformamos. Anhelamos que los que están peor estén mejor, que a nadie le falte el mínimo de dignidad que se requiere para vivir.  Y ello, junto con ser un beneficio para unos, redunda en un beneficio para todos. La Paz será fruto de la Justicia, un piso firme sobre el que construir todo lo demás. Aspiramos a contribuir al bien común, a que las condiciones sociales sean favorables para todas las personas y a que los frutos de la colaboración alcancen a todas las comunidades y personas. Conoce estas iniciativas y firma en www.hogardecristo.cl/firma ¡Tengan un buen domingo!

 Texto del Evangelio: Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga”.  (Jn. 2, 1-11)