Misericordia (Lc. 15, 1-32)
El texto del Evangelio según san Lucas que
proclamamos hoy nos ofrece tres parábolas en las que la misericordia se nos
revela como camino de salvación, encuentro y alegría. El marco de estos relatos
está dado por la contraposición entre dos grupos de personas: por un lado los pecadores
y publicanos – cobradores de impuestos para el imperio romano - que se acercan
a Jesús para escucharlo; por el otro los fariseos y escribas, celosos custodios
de la ley, que miran con desprecio al primer grupo y le reprochan en
murmuraciones a Jesús que se siente a la mesa con ellos. El segundo grupo se
siente superior moralmente al primero, y no puede comprender cómo es que Jesús
les dedica tanta atención.
Las tres parábolas puestas en boca de Jesús –
la del pastor que busca y encuentra a la oveja perdida; la de la mujer que
encuentra una moneda; la del padre que abraza y hace una fiesta ante su hijo menor
que vuelve a casa - son respuesta a esta contraposición de grupos que tienen
una actitud muy distinta ante la novedad y frescura que trae el Evangelio. Unos
parecen acogerse al rostro misericordioso de Dios y a los gestos de compasión sanadora
que se les ofrecen en Jesús. Los otros parecen escudarse en la rigidez de la
ley para dividir a las personas entre buenas y malas, limitando la acción de la
gracia que renueva con su alegre misericordia: es lo que le ocurre al hermano
mayor en el tercer relato, incapaz de sumarse a la fiesta que ofrece su papá.
El domingo pasado hemos tenido en nuestro país
una elección democrática con la más alta participación en décadas. Una inmensa
mayoría rechazó la propuesta de Constitución elaborada en proceso deliberativo
por la Convención. Ya es historia. Ante este acontecimiento tan importante para
los destinos de nuestro país también podemos reconocer distintas actitudes
contrapuestas. El evangelio de hoy nos muestra un camino a seguir.
Las posibles lecturas de los motivos del
resultado de la elección dan para mucho. Tenemos que intentar comprender las
profundas razones detrás de este resultado tan contundente, identificando los
caminos posibles de andar para seguir conviviendo como compatriotas en
adelante. Ante todo, tendamos puentes de encuentro que permitan recuperar la
amistad cívica y la perspectiva de comunidad y reciprocidad que posibilite
seguir conversando y construyendo futuro.
La enseñanza de Jesús tiene alcance universal.
Nos advierte del peligro de mirar en menos a los demás o de anteponer rígidamente
la ley y las costumbres a la vida en libertad de las personas. Contra la
soberbia y el orgullo se erige como camino la humildad. Contra la avaricia, la
via de la generosidad y el desprendimiento, en atención a las necesidades de los
demás. Contra el conservadurismo que tiene al miedo como principal consejero,
la apertura a la novedad del Reino. Contra el pecado alienante y deshumanizador,
un camino de conversión y conexión con el Espíritu que renueva todas las cosas.
Contra la hipocresía moralizante, la alegre novedad del Evangelio. Intentemos
sintonizar con ese Espíritu de Jesús que sigue revoloteando por donde quiere, anunciando
buenas noticias en medio de su pueblo, profundamente arraigado en la
misericordia.
Fragmento del Evangelio: “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola.” (Lc. 15, 1-3)
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