Es asunto de todos los tiempos
que cuando por alguna razón no nos gusta un mensaje o nos resulta amenazante,
podemos invalidar al mensajero o simplemente hacer oídos sordos a su contenido.
Es lo que ha pasado en varias ocasiones con quienes han sido víctimas de algún
tipo de abuso y se han atrevido a sacar la voz. Se les reprocha: “¿Por qué no
lo dijeron antes?” “¡Ya eran grandes para saber en qué andaban!” En el caso de
las mujeres que denuncian acoso ocurre parecido: “¡Si anda con esa pinta, no es
culpa de los hombres que se quieran sobrepasar!”. Menos mal que muchas han
perseverado en sus denuncias. De igual modo, la apertura a la novedad del
Evangelio y su carácter profético puede venir torpedeada por la fuerza de la
costumbre, el mirar en menos la evidencia próxima o el estar sumergidos en el
gris pragmatismo de lo cotidiano.
Los textos de la Sagrada Escritura
que se nos ofrecen hoy nos hablan de la dificultad de los que profetizan en
nombre de Dios, tanto por el lado de sus capacidades, virtudes o defectos, como
por el de quienes son sus interlocutores. En la primera lectura se habla de la
dificultad para escuchar de “hombres obstinados y de corazón endurecido” (Ez 2,
4). En ese contexto, el profeta debe seguir profetizando, aunque no haya quien
lo escuche o sus palabras no tengan el efecto que desea.
En la segunda lectura, el apóstol Pablo afirma,
contra quienes le insultan y persiguen, que su poder triunfa en la debilidad (2
Cor 12, 7-10). A Jesús en el Evangelio le pasa algo parecido entre quienes
piensan que lo conocen bien. No le tienen fe, y eso que han oído de sus
andanzas, enseñanzas, demonios expulsados, tempestades amainadas y sanaciones por otros lados: “¿De dónde saca
todo esto?” (Mc. 6, 2). La suya es una sabiduría que deslumbra y en sus
concreciones puede atemorizar.
Respecto de la debilidad, aún cuando la
vulnerabilidad es parte fundamental de la condición humana, hay etapas de la
vida en la que esta se hace más evidente: es el caso de la infancia y de la
vejez avanzada. En los niños, para ser alimentados, criados, enseñados y
cuidados. En los adultos mayores dependientes, para recibir los cuidados y
atenciones que su condición requiere. Esta semana desde la Moneda se ha
convocado al Consejo Ciudadano para Personas Mayores: es una buena oportunidad
para que las autoridades escuchen de parte de los mismos adultos mayores organizados
y de quienes trabajan cotidianamente con ellos algunas de sus demandas más
sentidas, y puedan acogerlas eficazmente. Es un sano ejercicio el de escuchar.
Y caer en la cuenta que así como tratemos a nuestros mayores, seremos tratados
los más jóvenes en adelante. Lo central de la enseñanza de Jesús, regla de oro
del Evangelio – ama a tu prójimo como a ti mismo– sigue tan vigente hoy como
siempre.
Pidamos juntos la gracia de la humildad, del
reconocimiento de nuestra común vulnerabilidad y debilidad, y de una mente y
corazón abiertos a la novedad del Evangelio, que como espada de dos filos nos
sigue interpelando a salir al encuentro de todo otro para reconocer la
presencia actuante de Dios en el mundo.
José
Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán
General del Hogar de Cristo
Frase destacada del Evangelio: “¿De dónde saca todo
esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se
realizan por sus manos?” (Mc. 6,2)