domingo, 23 de marzo de 2025

Conversión

 Conversión (Lc. 13, 1-9)

Ya nos encontramos en el tercer domingo de cuaresma. Ha comenzado, en el hemisferio sur, el otoño. Comienzan a ser los días más breves que las noches. El implacable tiempo avanza, y nos urge a hacer lo que tenemos que hacer, aquí y ahora. No hay momento que perder. Sin horizonte hacia el que caminar, ni proyecto que concretar, la vida puede ser poco más que una sucesión de días, rutina que agota y corre el riesgo de ser muy poco fecunda.

El texto del Evangelio según san Lucas que proclamamos hoy es una exhortación a la conversión: desde una vida infecunda a una que dé frutos. En la tradición espiritual cristiana se ha hablado de un doble movimiento al referirnos a la conversión. El primero sería la “conversión de”, y el segundo, quizás más importante aún, la “conversión para”.

Pidamos la gracia de la “conversión de” todo aquello que nos impide encontrarnos verdaderamente con Dios y con quienes viven a nuestro lado; dejemos atrás las prácticas o las omisiones cotidianas que tengan algún asomo de pecado. Puede ser útil mirar, para un examen de conciencia, la lista de los llamados pecados capitales: ira, pereza, lujuria, envidia, avaricia, gula, soberbia. ¿Dónde te aprieta el zapato? ¿Dónde flaquea tu voluntad? ¿En qué situaciones le haces daño a otros o incluso a ti mismo?

Requerimos también la “conversión para”. Se trata de transformar nuestras vidas para más amar y servir, a Dios, al prójimo, a uno mismo. Puede servir considerar, en contraposición a los pecados del párrafo anterior, las virtudes: paciencia, laboriosidad, castidad, caridad, generosidad, templanza, humildad. ¿En cuál de ellas te sientes llamado a crecer? ¿Qué nuevos hábitos sería bueno cultivar? ¿Qué deseo de bien está inscrito en tu corazón y que requiere un cauce por dónde fluir?

En ambos casos, al hacer un examen de conciencia, es conveniente tener en cuenta los distintos aspectos de nuestra vida: la dimensión familiar o de amistades; la del trabajo o estudios; la de la vida espiritual; la participación en la comunidad; el vínculo con el medio ambiente, y más. Y puesto que podemos tender al autoengaño, puede ser de ayuda conversar de estos asuntos con alguien que nos conozca y nos ayude a ver nuestros puntos ciegos. Hoy a eso le llaman coach y poniéndole el nombre que queramos es una buena estrategia, cuando queremos hacer algún cambio en nuestras vidas, compartir el propósito. Si el tiempo y la devoción te alcanzan, acércate a una Iglesia y pide celebrar el sacramento de la reconciliación. Es una de las invitaciones que se nos hace especialmente en este año jubilar.

Entre quienes nos decimos seguidores de Jesús la actitud fundamental debiera ser la de estar abiertos a la novedad siempre renovadora del Espíritu, que nos puede hacer abrir los ojos a la realidad y necesidades de quienes viven a nuestro alrededor, y también a nuevas posibilidades para nuestras propias vidas. El ciclo anual de celebración de la cuaresma, que nos introduce en el misterio central de nuestra fe que celebraremos en la semana santa, puede ser un buen tiempo de poda. Dejemos atrás lo que es impedimento para más amar, y abracemos aquello que nos acerca más a Jesús y la plenitud de vida que nos ofrece: esa es la meta de vencer los vicios y abrazar las virtudes, no un mero afán de perfección ni solo un ejercicio de la voluntad, sino el encuentro transformador con quien es la fuente de todo bien.


Fragmento del evangelio: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás” (Lc. 13, 9)

 

ACLAMACIÓN AL Evangelio Mt 4, 17

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”, dice el Señor.

 Evangelio

Si no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:

¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”.

Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”

Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás””.

domingo, 2 de marzo de 2025

Apagón

Mientras escribo estas letras, en muchas partes comienza el carnaval. Una antigua tradición considera, ante el comienzo de la cuaresma el miércoles de ceniza –en tres días más– estos días de fiesta y desenfreno ante la inminencia del prolongado ayuno y penitencia al que se nos invitará para disponernos a la celebración de la Semana Santa.

              El texto del Evangelio según san Lucas que proclamamos hoy es, a diferencia de otros relatos, una colección de frases de Jesús de Nazaret en su comunicación con sus discípulos. Son una invitación a la humildad. A no apuntar a nadie rápidamente con el dedo. A ser exigentes primeramente cada cual consigo mismo. A juzgar a las personas por el fruto que dan. La pregunta de obertura es un concentrado de sabiduría: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego?”.

              ¿De qué forma estas enseñanzas pueden iluminar nuestras vidas hoy? Hace algunos días estuvo todo Chile, literalmente, a oscuras. Una falla en el sistema interconectado hizo “saltar los tapones” y puso todo patas para arriba, con el Metro y los semáforos que dejaron de funcionar, los enfermos electro dependientes en riesgo, el Festival de Viña que debió suspenderse... Me llamó la atención la reacción de muchas personas que, enojadas con razón, apuntaban a los eventuales responsables: las empresas que debieran tener un protocolo eficaz y ágil; el coordinador que tendría que tener mecanismos adecuados para reaccionar; el gobierno que debiera vigilar oportunamente su funcionamiento; tantos permisos para las inversiones necesarias para fortalecer el sistema que las demoran, y un cuánto más. Cierto es que por un largo rato quedamos ciegos, sin información verídica sobre la razones del problema. Esperemos que pronto se hagan públicas las causas del apagón, y tendrán que ponerse los medios al más alto nivel para evitar una nueva falla similar.

              En otros ámbitos de nuestra vida también parecemos estar ciegos. Deslumbrados por el relativo éxito, podemos dejar de ver a quienes van quedando al lado del camino. Encandilados por las luces del progreso, podemos creer erradamente que hemos logrado superar la pobreza. Aturdidos por amenazas externas que percibimos –la migración desbordada, por ejemplo–, metemos en el mismo saco de la “delincuencia” a personas que son buenas y vienen a aportar.  En algunos espacios me ha llamado la atención lo rápido que tendemos a dar consejos, sin siquiera terminar de escuchar, cuando alguien comparte un problema o un dolor.

Esa es otra forma de ceguera.

              Les deseo que la cuaresma que comienza este miércoles sea un tiempo propicio para pedir la conversión del corazón. Que dejemos de lado todo aquello que nos hace crecer la soberbia y crezcamos en humildad. Y que crezca en nosotros la conciencia de ser con los demás, que nos necesitamos unos a otros, que somos una comunidad, y que siguiendo los pasos y enseñanzas de Jesús alcanzaremos vida en plenitud. Que demos frutos abundantes para el bien común y especialmente para los más pobres entre nosotros.

 

 

Fragmento del evangelio: “Cada árbol se reconoce por su fruto (Lc. 6, 44)

 

De la abundancia del corazón habla la boca.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 39-45

Jesús hizo esta comparación:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?

El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.

¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.

El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.