domingo, 20 de diciembre de 2020

Papá y Mamá Dios

 

Papá y Mamá Dios (Lc. 1, 26-38)

El texto del Evangelio según San Lucas que proclamamos en este cuarto domingo de adviento, es una muy cuidada composición literaria, que expresa un gozoso anuncio a María: en simple, va a ser mamá. Este acontecimiento es comprendido dentro de la historia de Salvación de su pueblo, que anhela la llegada de un Rey. Se estructura en paralelo al anuncio del nacimiento de Juan Bautista del relato inmediatamente anterior (Lc. 1,5-25), como dos caras de la misma moneda, que vale la pena comentar.

Destaca en primer lugar la consideración temporal, situando este anuncio en el marco de un acontecimiento cósmico. Seis meses después del anuncio a Zacarías, viene el anuncio a María. Hasta hoy celebramos el cumpleaños de Jesús el 24 de diciembre, en la que llamamos la Nochebuena, y el de Juan Bautista, el 24 de junio, en torno al día y a la noche más largas en el hemisferio sur (y, lo contrario, en el norte).

Si en el primero el lugar del anuncio es el templo de Jerusalén, ciudad capital de Judea y lugar de peregrinación, núcleo de poder económico, político y religioso; en el segundo se trata de una casa en un pequeño poblado insignificante de Galilea, Nazaret, un no-lugar. Si en el primero el Ángel se dirige a Zacarías, sacerdote, anciano, y se refiere a su mujer Isabel, “avanzada en años” y que no ha tenido hijos aún; en el segundo la destinataria del anuncio es María, poco más que una niña, que a pesar de estar comprometida con José, carpintero de la familia de David, “no tiene relación con ningún hombre”. Su hijo será llamado “Hijo de Dios”.

Detrás de este paralelo, y estos relatos, se expresa que la redención que viene de parte del Dios de Jesucristo, ahora y siempre, es operada en los márgenes y tiene por característica una fecundidad desconcertante: Zacarías y María consideran que lo que se les anuncia no es factible de ser realizado. En ambos relatos se señala que nada es imposible para Dios, y se nos muestra cómo el Dios de la vida renueva todo. Esta lectura, que sitúa estos acontecimientos en el plano histórico, es la del Benedictus (Lc. 1, 68-79) y el Magnificat (Lc. 1, 47-55), que puestos en la boca de Zacarías –ya liberado de su mudez por no haber creído el anuncio– y de María –que sí creyó– nos invitan a la alabanza.

Me parece muy relevante considerar el rasgo de la paternidad de Dios. Tal vez uno de los principales aportes de Jesús de Nazaret a la tradición judía en la que se enmarcan los evangelios es que nos ha enseñado a referirnos al Dios creador como Padre. Esta consideración podría llevarnos a reflexionar acerca de la valoración de la paternidad hoy, y de las masculinidades. No habrá avances contundentes en materias de equidad de género y valoración de las mujeres, si los varones no cambiamos algunas de nuestras actitudes y costumbres patriarcales.

Asimismo, la pandemia nos ha mostrado con gran elocuencia que las labores de cuidado tienen rostro de mujer, muchas veces con poco reconocimiento, bajas o nulas remuneraciones, y muy precaria previsión social. La carga de las actividades domésticas suelen llevarla más pesadamente las mujeres. En una gran proporción de casos, la crianza de los hijos es asunto de mujeres, de mamás, de abuelas. El dato de la alta cantidad de hombres que vieron como por vía legal se retenía el 10% de sus fondos previsionales, por demandas de pensiones de alimentos, es quizás la punta del iceberg de un problema mayor en nuestra sociedad y cultura actuales: el abandono de muchos papás, que no se hacen cargo de sus hijos e hijas.

Dios es amor y ternura de papá, aunque tantas veces en mirada, desvelo, arrullo, voluntad, llanto, sufrimiento y perseverancia de mamá. Pidamos como humanidad, en estos días que celebraremos la Navidad, recibir el mismo saludo de María: “Alégrate, llena de gracia (…) El Señor está contigo (…) No temas”, y responder como ella “que se haga en mi según tu palabra” para prepararle, inspirados y animados también por San José, un lugar acogedor a Jesús que va a nacer una vez más en medio nuestro. ¡Tengan una muy Feliz Navidad, en especial esas familias donde sólo hay una madre como jefa de hogar!

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

           

Fragmento del Evangelio: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. (Lc. 1, 30-32)

domingo, 22 de noviembre de 2020

Recomenzar

 

Recomenzar (Mt. 25, 31-46)

Desde la eternidad, Cristo Rey del Universo, nos recuerda que podemos encontrarnos con Él en la necesidad del hermano o la hermana que están cerca, muy cerca. Aprovechemos este tiempo de adviento que ya empieza, para recomenzar, haciendo vida cada día las obras de misericordia que nos abren a su presencia actuante en el mundo, en un amor que tiene profundas implicancias políticas.

 

En el seno de la Iglesia Católica culmina hoy el año litúrgico, con la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Ya la próxima semana es el primer domingo de Adviento, tiempo especial dedicado a disponernos a la celebración de la Navidad, aun cuando las multi tiendas y el retail nos han recordado desde los últimos días de octubre, incluso antes que Halloween, que ya viene el tiempo de comprar y hacernos regalos, con motivo del nacimiento de Jesús.

Ha sido este un año difícil como pocos, en todos los frentes. El primero y el más evidente es el de la salud: ya contamos entre nosotros cerca de 15 mil muertos. La pandemia ha dejado toda planificación patas pa´rriba. Hemos tenido que hacer frente a la emergencia con medidas extraordinarias, que han demandado de todos muchos esfuerzos y sacrificios. El impacto social, económico y en salud mental de la pandemia también ha sido enorme, tal vez imposible de cuantificar en su real magnitud. Lo que percibo es que hemos podido valorar como nunca la libertad –en tiempos en que ha estado muy restringida–   y también los vínculos primordiales que nos sostienen y constituyen –en tiempos en que hemos debido mantener distancia física para evitar contagios–.

Leyendo la encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti, me he encontrado con algunos párrafos notables, que invito a considerar. El lente con que nos invita a mirar el Papa nuestros modos de relacionarnos, es el de la parábola del Buen Samaritano. ¿Su propósito? Que “seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6). Uno a uno, desde abajo, sin esperar mucho de los que nos gobiernan, podemos cada día recomenzar, poniendo particular atención a quienes por distintas razones están malheridos al lado del camino (FT 77-79). Se trata de mirar cómo nos relacionamos cada día con quienes están cerca. Curar las heridas, las personales, las colectivas. Hacernos cargo unos de otros. Construir fraternidad y amistad social. De modo similar, en el texto del evangelio que proclamamos hoy, se nos invita a reconocer en el rostro de cada persona cercana que sufre alguna necesidad concreta, el rostro mismo de Cristo que impele una acción solidaria. Tanto en la parábola del buen samaritano como en esta del juicio final, se nos presentan dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y procuran aliviarlo; y las que pasan de largo, ya sea viendo al herido, ya ignorándolo (FT 70).

Dedica varias páginas el papa Francisco a valorar la política como el acto más sublime de caridad (FT 154-197). Primeramente advierte los riesgos de los populismos e inmediatismos, así como de ciertas concepciones liberales que subvaloran los lazos comunitarios y culturales, exacerbando el individualismo; pero, ante todo, valora profundamente la política que integra y reúne, y que gesta procesos fecundos que hacen más digna y feliz la vida de las personas. A quienes se dedican a la política les invita a hacerse algunas preguntas, como un ejercicio espiritual de examen de conciencia: “Después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será: “¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí?”. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: “¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?” (FT197).

Les deseo que en este tiempo de adviento que comienza podamos, todos juntos, y cada uno, desde nuestros respectivos ámbitos de acción, recomenzar, volviendo a lo fundamental, a aquello que más hemos valorado en este tiempo de pandemia: los vínculos con los que más queremos; la atención a quienes entre nosotros tienen más necesidades; los anhelos de fraternidad que nos hermanan más allá de nuestras amistades o círculos de pertenencia. Y que en estos meses en que participaremos de varios procesos eleccionarios, se desplieguen vocaciones políticas que hagan eficaz el amor que anhelamos, transformando nuestras vidas, instituciones y ciudades.

 

Fragmento del Evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron”. (Mt. 25, 31-46)

domingo, 25 de octubre de 2020

Amar con tutti

 

Amar con tutti (Mt. 22, 34-40)

El mandamiento central de los cristianos, en su doble orientación hacia Dios y hacia el prójimo, es un motor de inspiración para la vida de todas las personas. En este tiempo de pandemia, la distancia física nos ha recordado que no podemos vivir sin amar. El amor debiera transformar nuestras relaciones y nuestras instituciones, tanto a nivel local como global.

La pregunta que responde Jesús a los fariseos en el evangelio de hoy (“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley”), lo lleva a recordar las enseñanzas que recibió de niño en su casa y seguramente también en la sinagoga cercana a ella. Las palabras de la Escritura que están en el Pentateuco, aquellas que comienzan con “Escucha Israel…” (Dt. 6, 5), se habrán agolpado en su memoria, así como en la de cualquiera que conociera más o menos parte de la tradición judía. Era una respuesta de memoria, casi obvia. Jesús completa este aspecto medular de su cultura haciendo semejante a ese primer mandamiento de amor a Dios, el de amar al prójimo, con una nota de reciprocidad. El amor de totalidad a Dios como principal mandamiento junto al amor al que está cerca, está a la base de la espiritualidad cristiana. Los cristianos, a lo largo de los siglos, hemos procurado hacer operativo este mandamiento en medio del mundo, actualizándolo según las cambiantes circunstancias y posibilidades.

Conocimos a comienzos de octubre la Encíclica Social del papa Francisco, Fratelli tutti, en la que encontramos una invitación a vivir con conciencia de ser parte de una fraternidad universal. Les invito a leerla. El papa toma como pórtico de entrada el emotivo encuentro de Francisco de Asís con el Sultán, como paradigma del encuentro de fraternidad entre dos personas de distintas culturas y tradiciones religiosas. Un segundo pórtico es la parábola del Buen Samaritano, desde donde nos invita el papa Francisco a considerar el modo como nos relacionamos unos con otros. En ella Jesús pone como ejemplo de quien cumple a cabalidad el mandamiento más importante de la ley, el mismo que se nos ofrece en el evangelio de hoy, a un forastero, que seguramente no conocía la ley, pero que movido a compasión se detuvo ante un herido botado al lado del camino e hizo lo que estuvo a su alcance para cuidarlo.

Durante la semana que pasó se difundió el resultado final de una comisión asesora del Ministerio de Desarrollo Social y Familia que miró en profundidad cómo está la cohesión social en nuestro país. Sus tres principales dimensiones son (1) la calidad de los vínculos que establecemos; (2) el sentido de pertenencia a los distintos colectivos o comunidades; (3) la orientación al bien común. De otras maneras estamos hablando también de amor, desplegado en vínculos y relaciones significativos, en comunidades activas, y en la orientación de cada cual a velar por el bien de todos, de cada uno, de la comunidad, antes que del propio querer e interés. Destaca el informe, como fortalezas, la creciente valoración en nuestro país a la diversidad sexual; a la diversidad étnica o relacionada con las demandas de reconocimiento de nuestros pueblos originarios; en menor medida a la presencia de migrantes entre nosotros (con mucha diversidad de pareceres según condición socioeconómica); y también a un cierto orgullo de ser chilenos. En los nudos problemáticos, por mencionar algunos, destacan el debilitamiento de los vínculos sociales significativos (¡estamos teniendo menos amigos!); también de la confianza en otras personas y en las instituciones; destaca también la abismante desigualdad, la sensación de abusos que quedan impunes, también la baja en la participación electoral como expresión de desafección por la política.

Hoy estamos celebrando un plebiscito que puede ser la puerta de entrada a un proceso de redacción de una nueva constitución. Sin ingenuidades, dejemos que resuene en nosotros este mandamiento a amar con todo, y pidamos a Dios la gracia de que este proceso nos lleve a hacer que nuestro país sea más amable con todos. Transformemos nuestra sociedad, y las instituciones que nos hemos dado para organizarnos, en espacios que hagan posible la vivencia de estos mandamientos, que como sabemos, de poco sirven que estén escritos si no los ponemos en práctica cada día.

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

           

Fragmento del Evangelio: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los profetas”. (Mt. 22, 34-40)