Nos encontramos hoy en el quinto domingo de cuaresma. La próxima semana ya celebraremos Domingo de Ramos, puerta de entrada a la celebración de la Semana Santa. En el relato del evangelio que proclamamos hoy, vemos a Jesús enfrentado, nuevamente, a los escribas y fariseos, que seguían a pie juntillas los preceptos de la Ley. Quieren ponerlo a prueba para sacarlo del medio, ante la creciente adhesión popular que tenían sus enseñanzas. La escena es dramática. En las afueras del Templo llevan a una mujer sorprendida en adulterio. Del hombre con el que tiene que haber estado no se dice nada. El machismo y el patriarcado de la época distan mucho del contemporáneo, aun cuando tenga elementos de los que podemos sacar lecciones. Jesús es, en cierto sentido, revolucionario en su trato con las mujeres.
Con la
sentencia dictada por Jesús –“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”– es desmontada la hipocresía que
enjuicia lapidando y condena sin dar posibilidad de redención. La mirada y el
trato amoroso de Jesús es exigente al mismo tiempo. Cuando todos los demás se
han ido, Jesús le dice a la mujer: “Yo tampoco te condeno. Vete, no peques más
en adelante”.
En el
cristianismo y otras tradiciones religiosas se promueve y observa la llamada
regla de oro: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Otra versión de la misma
señala “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Se
trata de promover relaciones de reciprocidad. Más recientemente, con otros
géneros literarios, hemos conocido el imperativo categórico kantiano o la
elección bajo velo de ignorancia de Rawls. La idea es un poco la misma. Si no
sé en qué posición voy a estar en el orden social, elegiría aquella en la que
las personas menos aventajadas estén mejor. ¡Me podría tocar a mí! En una
circunstancia similar a la de la mujer enjuiciada, ¿cómo le gustaría a Ud. que
la trataran?
En el discurso
pronunciado por Gabriel Boric al inaugurar su mandato presidencial repitió
varias veces la palabra reciprocidad. ¿A qué se refería? “A que la relación con
las autoridades no sea una de consumidores, que trabajemos juntos, que seamos
ciudadanos y que este sea el Gobierno del pueblo y ustedes lo sientan como su
Gobierno, de todas y todos los chilenos y chilenas”, dijo. De fondo, se
vislumbra la concepción de que nuestro país es una comunidad de iguales, que se
valoran, respetan y cuidan. Y quienes ocupan hoy circunstancialmente los
puestos de autoridad, están al servicio de esta comunidad.
En el marco de
la convención constitucional seguimos avanzando en la senda de transformar
nuestras instituciones. Muy relevante es que se establezcan adecuados controles
y contrapesos para que quienes tienen el poder no abusen de él, como quienes en
este pasaje del evangelio quieren apedrear a la mujer. Y también es
importantísimo que se promueva el cuidado, especialmente de los más débiles y
desaventajados: las personas con discapacidad, las personas mayores con algún
nivel de dependencia, las personas en situación de calle, las niñas y niños que
están por nacer, y los que ya han nacido también. Si no lo hace el Estado, ¿quién
podrá defenderlos?
Texto del Evangelio: Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?” Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra” (Jn. 8, 3-7)
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