domingo, 26 de noviembre de 2023

Juicio Final

 

Juicio final (Mt. 25, 31-46)

Hoy, en el seno de la Iglesia católica, celebramos la solemnidad de Cristo Rey del universo, y con esta fiesta culmina el año litúrgico. Ya la próxima semana comienza el adviento, tiempo de preparación a la Navidad. Estamos también en tiempo de finalización del año, de exámenes, de licenciaturas, entrega de premios y reconocimientos, y suele ser también ocasión para hacer un balance del año y planificar el que viene.

En el texto del evangelio según san Mateo que proclamamos hoy se nos presenta en forma de una parábola una escena majestuosa: al final de los tiempos el mismo Hijo de Dios, revestido de gloria y majestad, rodeado de sus ángeles, procederá a hacer un juicio sobre la vida de los seres humanos. En este juicio se nos ofrecen unas preguntas y también las respuestas. Paradojalmente, el mismo Jesús, Rey del Universo, revestido de gloria, se identifica con el más pequeño que sufre alguna necesidad: “Tuve hambre, ¿me diste de comer?”; “Tuve sed, ¿me diste de beber?”; “Era extranjero, ¿me acogiste?”…

Mirando nuestro momento presente, además de esas preguntas que apuntan a necesidades básicas, se me vienen a la memoria distintos rostros con necesidades que no están siendo aliviadas. ¿De qué manera seríamos interrogados por los más pequeños? Un primer ensayo: “Quería estudiar, ¿me abriste las puertas?”. El paro de profesores en Atacama, que ya ha llegado a su fin al menos declarativamente, es expresión de un problema mayor que afecta a decenas de miles de niños, y sorprende la lentitud para intentar resolverlo, en todos los niveles. Otra posible pregunta: “Me expulsaron del colegio, ¿me fuiste a buscar?” Son 227 mil los niños, niñas y jóvenes que, pudiendo ir al colegio no lo hacen, por distintas razones.

En la tradición de la Iglesia conocemos una oración, el “Yo pecador”, que al comenzar la misa nos recuerda nuestra común fragilidad, nuestra condición de creaturas. Reconocemos las faltas o pecados de “pensamiento, palabra, obra u omisión”. En el caso de la educación, las omisiones tienen consecuencias irreversibles en las vidas de las personas y van dañando profundamente el bien común, hipotecando el futuro de esos niños y también de sus familias y los barrios y poblaciones donde viven.

Las respuestas a las urgencias colectivas demandan esfuerzos colectivos, cuyo principal responsable es el Estado, a través de las instituciones que nos hemos dado para cuidar del bien común. Es de esperar que sea ese propósito el que nos oriente y vaya haciéndonos hacer los ajustes necesarios para que, como nos gusta ufanarnos, las instituciones realmente funcionen. Y para ello no basta solo con buena legislación, reglamentos, protocolos, políticas públicas, sino también, reconocernos como personas y promover el buen trato, el cariño, la compasión y el amor entre nosotros.

Si no basta la misericordia y compasión meramente humanas, apelemos a la invitación trascendente que el mismo Jesús nos hace en esta solemnidad de Cristo Rey. A la hora del juicio, seremos evaluados. Ya conocemos las preguntas y las respuestas. Pongámonos manos a la obra ya.


Fragmento del Evangelio: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo (Mt. 25, 33)

 

 

EVANGELIO

Se sentará en su trono glorioso y separará a unos de otros.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46

Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda.

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver.

Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?

Y el Rey les responderá: Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.

Luego dirá a los de su izquierda: Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron.

Éstos, a su vez, le preguntarán: Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?

Y Él les responderá: Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo.

Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.

 

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