Juicio final (Mt. 25, 31-46)
Hoy, en el seno de la Iglesia católica, celebramos la solemnidad de
Cristo Rey del universo, y con esta fiesta culmina el año litúrgico. Ya la
próxima semana comienza el adviento, tiempo de preparación a la Navidad. Estamos
también en tiempo de finalización del año, de exámenes, de licenciaturas,
entrega de premios y reconocimientos, y suele ser también ocasión para hacer un
balance del año y planificar el que viene.
En el texto del evangelio según san Mateo que proclamamos hoy se nos
presenta en forma de una parábola una escena majestuosa: al final de los
tiempos el mismo Hijo de Dios, revestido de gloria y majestad, rodeado de sus
ángeles, procederá a hacer un juicio sobre la vida de los seres humanos. En
este juicio se nos ofrecen unas preguntas y también las respuestas. Paradojalmente,
el mismo Jesús, Rey del Universo, revestido de gloria, se identifica con el más
pequeño que sufre alguna necesidad: “Tuve hambre, ¿me diste de comer?”; “Tuve
sed, ¿me diste de beber?”; “Era extranjero, ¿me acogiste?”…
Mirando nuestro momento presente, además de esas preguntas que apuntan a
necesidades básicas, se me vienen a la memoria distintos rostros con necesidades
que no están siendo aliviadas. ¿De qué manera seríamos interrogados por los más
pequeños? Un primer ensayo: “Quería estudiar, ¿me abriste las puertas?”. El
paro de profesores en Atacama, que ya ha llegado a su fin al menos
declarativamente, es expresión de un problema mayor que afecta a decenas de
miles de niños, y sorprende la lentitud para intentar resolverlo, en todos los
niveles. Otra posible pregunta: “Me expulsaron del colegio, ¿me fuiste a buscar?”
Son 227 mil los niños, niñas y jóvenes que, pudiendo ir al colegio no lo hacen,
por distintas razones.
En la tradición de la Iglesia conocemos una oración, el “Yo pecador”, que
al comenzar la misa nos recuerda nuestra común fragilidad, nuestra condición de
creaturas. Reconocemos las faltas o pecados de “pensamiento, palabra, obra u omisión”.
En el caso de la educación, las omisiones tienen consecuencias irreversibles en
las vidas de las personas y van dañando profundamente el bien común,
hipotecando el futuro de esos niños y también de sus familias y los barrios y
poblaciones donde viven.
Las respuestas a las urgencias colectivas demandan esfuerzos colectivos,
cuyo principal responsable es el Estado, a través de las instituciones que nos
hemos dado para cuidar del bien común. Es de esperar que sea ese propósito el
que nos oriente y vaya haciéndonos hacer los ajustes necesarios para que, como
nos gusta ufanarnos, las instituciones realmente funcionen. Y para ello no
basta solo con buena legislación, reglamentos, protocolos, políticas públicas,
sino también, reconocernos como personas y promover el buen trato, el cariño,
la compasión y el amor entre nosotros.
Si no basta la misericordia y compasión meramente humanas, apelemos a la
invitación trascendente que el mismo Jesús nos hace en esta solemnidad de
Cristo Rey. A la hora del juicio, seremos evaluados. Ya conocemos las preguntas
y las respuestas. Pongámonos manos a la obra ya.
Fragmento del Evangelio: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo” (Mt. 25, 33)
EVANGELIO
Se sentará en su trono glorioso y separará a unos
de otros.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 25, 31-46
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria
rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las
naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el
pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a
éstos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su
derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el
Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y
ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me
alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me
vinieron a ver”.
Los justos le responderán: “Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de
beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”
Y el Rey les responderá: “Les aseguro
que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo”.
Luego dirá a los de su izquierda: “Aléjense
de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus
ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me
dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me
vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron”.
Éstos, a su vez, le preguntarán: “Señor,
¿cuando te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y
no te hemos socorrido?”
Y Él les responderá: “Les aseguro que
cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo
hicieron conmigo”.
Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la
Vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario