domingo, 28 de enero de 2024

Crisis de liderazgo

 

Crisis de liderazgo (Mc. 1, 21-28)

En muchas instituciones y comunidades observamos problemas serios de liderazgo y autoridad. A los profesores se les hace muy difícil el control de los estudiantes en la sala de clases. Los papás o mamás no encuentran muchos argumentos para que sus hijos vayan a la escuela: la cantidad de niños que no van solo crece. A los carabineros se les hace cada vez más difícil controlar el orden y la seguridad en amplios sectores de nuestro país. Qué decir de los sacerdotes. Los políticos tampoco tienen mucho ascendiente sobre sus representados, y los escándalos de lado y lado poco contribuyen a promover liderazgos convocantes. “¡Contra toda autoridad, menos la de mi mamá!”, rezaba un rayado en una calle de Santiago hace algún tiempo.

En el texto del evangelio según san Marcos que proclamamos hoy se ve a Jesús que enseña con autoridad y que, al menos los espíritus impuros que atormentaban a un hombre que le fue presentado, le obedecen. Su liderazgo brota de la compasión, de poner al ser humano al centro de su preocupación, y mostrar el rostro de un Dios misericordioso, lleno de ternura, pero no por eso pusilánime: es capaz de increpar con fuerza y determinación para sanar.

En el campo de la política, el panorama no es muy auspicioso. Tal vez como este año es uno de elecciones, la conformación de pactos pueda permitir alcanzar acuerdos y aglutinar fuerzas. La polarización y el populismo van de la mano: para promover el bien común y el cuidado particular de quienes entre nosotros son más vulnerables, urge bajar las barreras ideológicas y considerar tanto la evidencia disponible como el sentir mayoritario.

En la Iglesia católica ha habido una positiva renovación del liderazgo con la llegada de Fernando Chomalí al Arzobispado de Santiago. Está por verse si logra convocar a quienes están más distanciados de la Iglesia. Con conciencia de que no basta una sola persona para hacer transformaciones robustas y sistémicas, que ayuden a renovar confianzas y restaurar el tejido eclesial tan debilitado, los católicos al menos debemos poner de nuestra parte para sumarnos a sus esfuerzos.

Conversando con algunas parejas que se disponen a celebrar su matrimonio, constato que el tiempo de preparación –en “las charlas matrimoniales”– ha sido ocasión de volver a acercarse a la parroquia cercana y redescubrir la riqueza de la fe vivida en comunidad. Debido a la pandemia pero, sobre todo, a la crisis por abusos de sacerdotes y por cierto a la secularización tan propia de la modernidad, la estampida entre los jóvenes ha sido brutal. Aun cuando en tantos cunda el indiferentismo, muchos siguen creyendo, pero sin pertenecer a una comunidad, y menos participar. Inevitablemente eso provoca que la fe se debilite, y que su transmisión a la siguiente generación se vea interrumpida. ¿Estaremos a tiempo de hacer algo?

La semana pasada celebramos un aniversario más del nacimiento de San Alberto Hurtado: en la primera mitad del siglo 20 su liderazgo y autoridad brotaban de una mística social robusta. En las distintas etapas de su vida se mantuvo con los sentidos abiertos a las necesidades de quienes vivían a su alrededor, y el procurar aliviarlas le hizo cambiar de rumbo varias veces. Pidamos el regalo de renovar también nuestra mirada para que surjan entre nosotros quienes nos lideren en adelante. Lo necesitamos.

 

Texto breve del evangelio: Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!

 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO    Mt 4, 16

Aleluya.

El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. Aleluya.

EVANGELIO

Les enseñaba como quien tiene autoridad.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 21-28

Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.

Pero Jesús lo increpó, diciendo: Cállate y sal de este hombre. El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.

Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros:

¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!

Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

 

domingo, 7 de enero de 2024

Diversidad

 

Diversidad (Mt. 2, 1-12)

Con la celebración de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, culmina hoy el tiempo de Navidad. En otras latitudes es el día para los regalos, pues hoy precisamente recordamos a los Reyes Magos que, viniendo de lejos, trajeron regalos al niño Jesús. Si el principal regalo para la humanidad entera en estas fiestas es la realidad del Dios que se ha hecho carne e historia, con ese mismo motivo nos hacemos regalos unos a otros.

Se han destacado distintos aspectos de esta fiesta a lo largo de los siglos. Quizás lo más relevante, y es por lo que lleva el nombre epifanía, es que en ella reconocemos que la buena noticia, que es el nacimiento de Jesús, no lo es sólo para su familia, ni para los de su raza, sino para toda la humanidad, la de occidente y de oriente, del norte y del sur. La manifestación del niño Jesús se presenta asimismo como un acontecimiento cósmico, anunciado por la estrella que ha guiado a los magos hasta el pesebre.

¿Qué nos invita a celebrar esta fiesta a nosotros hoy?

Me atrevo a señalar que uno de los aspectos más relevantes es que las diferencias raciales, culturales, hasta las religiosas, no debieran nublarnos la mirada respecto de los anhelos de fraternidad universal inscritos en el hecho de reconocernos seres humanos, personas, con una igual dignidad.

Cada vez que nace un niño, la humanidad entera se llena de esperanzas: es la ocasión de un nuevo comienzo, y la posibilidad de la trascendencia en el tiempo de las diversas manifestaciones de la cultura, con la expectativa de que vayamos mejorando cada vez. La vida humana amenazada, en el caso del texto del evangelio que proclamamos hoy por las torcidas intenciones del rey Herodes, invita a probar caminos distintos.

Si hay algo que ha caracterizado a nuestro país las últimas décadas, es que nos hemos transformado en receptores de personas migrantes: la mayoría de Colombia o de Venezuela, también de Haití. La valoración de la riqueza cultural que nos ofrece el encuentro con personas que vienen de otras partes debiera sobreponerse por mucho a las dificultades que ha implicado su llegada. Baste decir, como un ejemplo, que en muchísimas parroquias la vida de la comunidad se ha renovado profundamente con la presencia y participación de familias de otros lugares: quienes vienen de otras latitudes son, comparativamente, más practicantes de su fe que los chilenos; además están teniendo los hijos que las familias chilenas no quieren tener, y los están bautizando; nos han aportado con fiestas, devociones y tradiciones distintas a las acostumbradas entre nosotros; ya no celebramos solo las fiestas patrias chilenas, con sus sabores, bailes y comidas, sino las de otros lugares, en otras fechas y con otras tradiciones. Esto mismo se puede extender a las dinámicas en los lugares de trabajo, jardines infantiles, colegios y universidades, y un largo etcétera.

Estamos en un año de elecciones: se estima que alrededor de un millón de personas nacidas en el extranjero tendrán derecho a voto en el mes de octubre. Dios quiera que prontamente se alcance la paz social y política en aquellos lugares desde donde vienen huyendo tantos migrantes, y puedan retornar a sus países: pocas cosas hay más dolorosas y tristes que el desarraigo, el no tener redes con las que contar en caso de una urgencia, la desadaptación cultural o la soledad. Mientras tanto, sigamos trabajando por transformar nuestras ciudades e instituciones para que seamos realmente acogedores con quienes han querido compartir su vida con nosotros.

 


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 2, 2

Aleluya.

Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Hemos venido de Oriente a adorar al rey.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”.

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.