domingo, 23 de junio de 2024

Calma

 Calma (Mc. 4, 35-41)

Ha comenzado el invierno. Ya hace varias semanas en distintas regiones de nuestro querido país ha habido “frentes de mal tiempo” con abundantes lluvias, fuertes vientos, y consecuentemente, desbordes de ríos, corte de caminos y daño en muchas ciudades, familias y comunidades, que han visto inundadas sus casas, pasos bajo nivel y tierras de cultivo.

Pocas situaciones en nuestras vidas son tan caóticas y nos revelan la gran indefensión y fragilidad de nuestra condición humana como enfrentar las fuerzas de la naturaleza. Por más que sepamos que el agua busca su cauce y éste sea más o menos siempre el mismo. Es notable cómo no terminamos de aprender o de prepararnos para estos eventos que, de tanto en tanto, ocurren en distintos niveles –incluso en el de nuestras casas con alguna gotera–. Solemos lamentarnos ex post de acciones no realizadas, como limpiar canaletas o cauces de esteros o ríos, mejorar defensas que ayuden a encauzar mejor las aguas y aumenten entonces su capacidad. Así, nos vemos, de tanto en tanto, literalmente, desbordados.

La escena de Jesús en el evangelio de hoy es muy elocuente a la vez que desconcertante. Mientras los discípulos se muestran despavoridos, porque la barca en la que van parece zozobrar ante la fuerza del temporal y las olas, Él “estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal”. Al despertar Jesús, increpa al viento y al mar, y sobreviene una gran calma. Luego se dirige a sus asombrados discípulos y les reprocha su cobardía y falta de fe.

La sabiduría popular tiene varias alusiones a situaciones parecidas: por un lado decimos “al mal tiempo, buena cara” y, por otro, sostenemos que “después del temporal siempre viene la calma”. También se dice “siembra vientos y cosecharás tempestades”. Todas son metáforas meteorológicas que pueden aplicarse a situaciones de la vida en sociedad.

El estallido social de hace ya casi 5 años también se asemejó a aguas caudalosas desbordadas de su cauce. La institucionalidad no fue capaz de prever o anticiparse al fenómeno social, gatillado por el alza de los pasajes de la locomoción pública. No faltaron los oportunistas que intentaron hacer caer al gobierno. La violencia se desató en las calles. La policía también se vio completamente superada. Los dos procesos constitucionales fallidos ayudaron a encauzar, o al menos contener, los ímpetus destructores de las mareas desbocadas.

Ya han pasado sus años, pero soplan vientos que pueden devenir en tempestad. ¿A cuáles me refiero? Menciono al menos dos. En primer lugar, la lentitud para implementar una reforma al sistema de pensiones, que permita mejorar la jubilación de cientos de miles de personas mayores, pensando en ellas y en sus familias, para quienes el cuidado se transforma en una carga muy pesada, sobre todo para las mujeres. Segundo, la atención a los también cientos de miles de niños, niñas y jóvenes que están fuera del sistema escolar (ni siquiera sabemos con exactitud cuántos son). Hace un tiempo fue aprobada por el Consejo Nacional de Educación la modalidad de reingreso. Desde entonces la ley que crea una subvención preferencial para atender esta necesidad, espera en el Congreso, mientras el ejecutivo no le pone urgencia.

El evangelio de hoy resalta el poder de la palabra, que bien utilizada puede calmar mares y vientos o, en caso contrario, aumentar su poder destructivo. Elijamos bien y hagamos lo necesario para que también entre nosotros reine la calma.

Fragmento del Evangelio: Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 7, 16

Aleluya.

Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: Crucemos a la otra orilla. Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron en la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.

Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.

Lo despertaron y le dijeron: ¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?

Despertándose, Él increpó al viento y dijo al mar: ¡Silencio! ¡Cállate! El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Después les dijo: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe? Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros:

¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?.

domingo, 2 de junio de 2024

Cuerpo

 Cuerpo (Mc. 14, 12-25)

              Hoy celebramos, en el seno de la Iglesia Católica, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Ya sea hoy domingo o el pasado jueves – como era tradición antaño – por las calles alrededor de las Iglesias se realizarán procesiones tras el santísimo sacramento del altar. En algunos casos con hermosas “alfombras” hechas con tierra de color y otros materiales, que al paso de los fieles peregrinos se desvanecerán, recordándonos lo efímero de nuestra existencia, invitándonos a poner los pies en la tierra y la mirada hacia el cielo.

              La tradición que recibimos y seguimos celebrando nos ha llevado a identificar a Jesús con las formas de pan y vino consagradas al celebrar la Eucaristía. La devoción a la presencia real de Jesús en alimentos tan sencillos y cotidianos es una de las diferencias doctrinales con otras Iglesias cristianas, y quizás por eso se acentúa tanto esta devoción, a riesgo de poner la atención en uno solo de los aspectos de tal presencia real. No es la única.

              Que Jesús de Nazareth haya venido al mundo en la familia de María y José, y se haya sometido al tiempo, la historia, la vinculación con los demás, la cultura, el envejecimiento, y el largo etcétera de lo que implica ser humano, es uno de los aspectos por los que afirmamos es el redentor del género humano.

              Cuando el padre Hurtado hace ya casi 80 años se encontró con un mendigo en las frías calles de nuestra ciudad, le pareció reconocer en él el mismo rostro de Cristo. Bien podemos decir que reconoció místicamente en el cuerpo de un anónimo hombre desamparado el mismo cuerpo de Cristo. He ahí que se propuso, junto a un grupo de mujeres, fundar el Hogar de Cristo, para que tuviera donde guarecerse, protegerse de las inclemencias del tiempo, soñar con un futuro mejor, partiendo por asearse, saciar su hambre y tener una cama abrigada donde pasar la noche.

              Son muchísimas las personas que siguen sufriendo aún hoy en sus cuerpos por no tener con qué o cómo cuidarlo. Menciono algunas: las personas mayores que padecen soledad no deseada, abandono, precariedad en el cuidado de su salud; también las personas en situación de calle que no tienen donde guarecerse, ya han muerto varias este año en distintas ciudades de nuestro país; las familias que viven en campamentos, sin condiciones de habitabilidad mínimas.

              El próximo domingo tendremos elecciones primarias para la elección de las candidaturas a alcaldes/as y gobernadore/as regionales. Quizás uno de los criterios que debiéramos tener presente al momento de elegir, ahora y en octubre, a quienes van a servir a la comunidad a nivel local y regional, es que tengan especial preocupación por quienes no pueden ponerse de pie por sí mismos y requieren de los apoyos precisamente de quienes serán elegidos para cuidar el bien común.

              El gesto de Jesús en la última cena, en el marco de la conmemoración de la Pascua, paso de su pueblo de la esclavitud a la libertad en la tierra prometida, quiere ser, en palabras de él, una nueva alianza, sellada ya no con el cuerpo sacrificado y la sangre derramada de un cordero, sino con el cuerpo y sangre de Él mismo en la cruz, expresión sublime de una vida donada por amor. Esa misma entrega es la que se nos invita a tener a todos quienes nos decimos cristianos, cotidianamente, nutrida por la presencia real de Jesús en la Eucaristía, y también en las calles y lugares de nuestras ciudades y campos. ¡Vamos a su encuentro!

Fragmento del Evangelio: Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”.


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 6, 51

Aleluya.

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 12-16. 22-25

El primer día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”

Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?” Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”.

Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”.

Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.