domingo, 14 de julio de 2024

Ligeros

 Ligeros (Mc. 6, 7-13)

              En el evangelio que proclamamos hoy observamos como Jesús envía a sus discípulos a extender su acción sanadora, con poderes “sobre los espíritus impuros”. Lo hacemos tras varias semanas en que hemos estado contemplando el actuar del mismo Jesús, destacando el asombro de quienes son testigos de su autoridad para hacer el bien  –“¿quién es este que hace estas cosas?” – y también el peso que tiene la fe de las propias personas al acoger tales acciones reparadoras en sus vidas (“Tu fe te ha salvado”).

              En el conocimiento y creencias de entonces, estaban íntimamente vinculadas la salud corporal con la mental y la espiritual. En la cultura y sabiduría de algunos de nuestros pueblos originarios también se aborda de manera integral a las personas. El aporte de la ciencia y medicina contemporáneas ha permitido aumentar considerablemente la esperanza de vida en poco tiempo. Aunque siempre cabe preguntarse, ¿con qué sentido vivimos la vida?

              En el relato de hoy destaca el modo en que Jesús envía a sus discípulos. La suya es una invitación a confiar en lo que llamamos la providencia divina, que tiene su mejor cara en la compasión, la escucha y la hospitalidad prodigada por quienes quieran recibir a los enviados. El andar ligeros de equipaje, sin tanto aparataje ni aseguramiento, abre camino a la acción del Espíritu que mueve los corazones. De nuevo el peso de la acción divina está puesto, de algún modo, en la acción humana de acoger y abrirse a la acción sanadora.

              Con relativa facilidad podemos, los seguidores de Jesús, olvidar estas palabras referidas al modo de estar en el mundo y de relacionarnos con las cosas y con quienes nos rodean.

              El desprestigio del clero y la baja sostenida entre quienes se dicen católicos, asociado a los abusos eclesiásticos, aunque también a la secularización, expresa una pérdida de poder de la Iglesia que, mirando el modo como Jesús envía, no es necesariamente algo malo. Lo que debiera caracterizar a quienes seguimos a Jesús encuentra en estas páginas un molde, en que la sencillez, austeridad y humildad deben brillar, más que otras consideraciones mundanas que pueden hacer tanto daño. También una característica que parecemos haber perdido, es la de sacar la voz, hacer uso de la palabra, considerando que somos herederos y depositarios de un saber que sana y ha llenado de sentido la vida de muchos.

Personas como Teresa de Calcuta o Alberto Hurtado, por mencionar a dos insignes seguidores de Jesús en el siglo XX en distintos lugares del mundo, nos mostraron varias cosas muy vigentes aún hoy: en primer lugar, el valor universal de la compasión, de tener los sentidos abiertos a las necesidades de quienes viven alrededor y procurar aliviarlas; además, la alegría de servir es contagiosa, más allá de las estrechas barreras institucionales que a veces ponemos en las iglesias. Y, entre otras cosas, que el abandono en la providencia, el andar ligeros de equipaje, casi con lo puesto, no defrauda.

              En nuestra cultura cada vez más materialista e individualista, las buenas noticias que estamos invitados a vivir los cristianos, son fuente de plenitud y sentido. Atrevámonos a vivirlas y comunicarlas. No olvidemos el cómo: ligeros. Que la Virgen del Carmen que celebramos este martes nos anime e inspire en nuestro caminar.          

Fragmento del Evangelio: “Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.”


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO  Cf. Ef 1, 17-18

Aleluya.

El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados. Aleluya.

EVANGELIO

Los envió.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos  6, 7-13

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.

Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas.

Les dijo: Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos.

Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.