domingo, 23 de diciembre de 2018

Con nosotros

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! (…) Bienaventurada la que ha creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc. 1, 39-45).  

            Este domingo es el cuarto de adviento, ya mañana es Nochebuena y el martes, Navidad. La lectura del evangelio nos ofrece la posibilidad de meditar sobre el misterio de la maternidad de María que visita a su prima Isabel. María, mamá de Jesús, esposa de José, se nos muestra en esta escena como quien se pone de prisa en camino de servicio. Había escuchado la noticia de que su prima estaba embarazada y sin demora acude a acompañarla. El saludo que le ofrece ella es de lo más bello que se puede decir: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”. Lo repetimos cada vez que rezamos el Ave María. Llena del Espíritu Santo, Isabel bendice a quien la visita y reconoce que su mismo hijo se ha conmovido con la llegada de la madre de su Señor.
Dice Hannah Arendt que la natalidad constituye una de las categorías centrales del pensamiento político. Hacerle un lugar al niño que viene, proveerle de alimento y cuidado, darle un nombre, una lengua, una historia, una cultura y enseñarle a caminar, prepararlo en la escuela, formarlo para que sea constructor de la sociedad, instruirlo en una profesión u oficio, acompañar su asombro, estar dispuesto a responder sus preguntas incómodas o para las que no hay respuesta todavía, dejar que explore nuevos rumbos y caminos, ¡todo ello tiene hondas implicancias sociales y políticas!
“Para criar a un niño se necesita a la tribu”, dice un proverbio africano. Con cada niño que nace se crean responsabilidades y deberes ineludibles. ¿Con qué lo alimentaremos? ¿Qué le enseñaremos? Y si los padres no pueden cuidarlo, ¿qué padrinos le regalaremos? ¿O qué institución lo hará? En el imbricado y colaborativo ir y venir de la sociedad, hay quienes tienen cómo proveerse de lo necesario para vivir, otros muchos tantos, no. Es rol del Estado, garante del bien común, promover condiciones sociales favorables para que cada niño que nace despliegue libremente sus capacidades, anhelos y talentos. También rol ineludible de las familias y de la sociedad civil organizada, que más ágil y atenta, acuda a las causas que dignifican y exaltan al ser humano. Al concluir este año, en este sentido, me parece podemos afirmar que estamos mejor que al comenzarlo. Por mencionar cuatro pasos dados: avanza la nueva institucionalidad del Sename; al Ministerio de Desarrollo Social se le ha añadido el cuidado y preocupación por las familias; ya se ha promulgado y comienza su despliegue la ley de Inclusión Laboral de personas con discapacidad; las mesas del mapa de la vulnerabilidad están permitiendo asociar a distintos actores para dar respuestas integrales.
Cada nacimiento es señal de un nuevo comienzo, posibilidad de nuevas esperanzas. La afirmación radical en cada celebración del nacimiento de Jesús, es que Dios está con nosotros, nada puede separarnos de su amor, y desde ahí somos invitados a la libertad de hijos e hijas que son conscientes de tener una misión de fraternidad universal. Que en la celebración del nacimiento de Jesús nos dispongamos a las cosas nuevas que el mismo Dios que está con nosotros nos quiera mostrar. Que hagamos todo lo que esté a nuestro alcance por hacerle un lugar en medio nuestro. Y que tal como María e Isabel podamos acompañarnos y vivir en nuestras vidas la alegría de creer, alegría que se transmite de generación en generación porque es una buena noticia. ¡Muy Feliz Navidad!