domingo, 19 de diciembre de 2021

¡Vamos, mujer!

¡Vamos, mujer! (Lucas  1, 39-45)

Nos encontramos hoy en el cuarto domingo de adviento, el próximo viernes ya es la Nochebuena. Es hoy también día de elecciones presidenciales en nuestro país. Pidamos el don del Discernimiento. Se trata de elegir entre los candidatos, aquel que consideremos contribuya mejor a cuidar y promover el bien común: el conjunto de las condiciones sociales e institucionales que sean favorables para que todos podamos desplegar nuestras capacidades, y al mismo tiempo cuidemos a quienes entre nosotros van quedando más atrás, van quedando fuera, al margen, y cuidemos juntos el medio ambiente. Desarrollo sostenible le hemos llamado: económico, social, ambiental.

En el evangelio de hoy se nos presenta a María que visita a su prima Isabel. Es un relato pleno de fecundidad: en María que en su juventud va a ser mamá de Jesús; en Isabel que en su vejez va a ser mamá de Juan. El encuentro entre ellas exulta de alegría. Las palabras que dice Isabel son preciosas, de bendición para María y para el niño que viene en camino. Siempre me ha parecido inspirador el que junto al anuncio ofrecido por el Ángel a María, se le anuncia que su prima Isabel, ya mayor, también está embarazada. Y entonces María parte, sin demora, a su encuentro, a su servicio.

Sin ánimo de forzar las cosas, este pasaje del Evangelio según san Lucas puede iluminar nuestro presente. Vemos como María se moviliza. Está embarazada y podría haberse quedado en su casa, pero va donde su prima y se queda con ella unos meses. Vemos también cómo las buenas noticias individuales lo son también de toda la comunidad, ameritan ser comunicadas, ameritan encuentros. El soplo del espíritu no se agota en lo que Dios me dice "a mí, sobre mí", sino en los signos de los tiempos, la vida de los demás, la comunidad, los otros. Por último, la salvación que se expresa en la alegría compartida  tiene un carácter colectivo: Juan saltó en el vientre de Isabel al oír el saludo de María. Es el mismo Dios que se involucra con su Pueblo y con toda la humanidad en términos colectivos: su soplo genera una movilización hacia el encuentro con el otro, encuentro que genera vida. La fiesta de la democracia que celebramos hoy tiene mucho de todo esto también.

En la Cantata Santa María de Iquique se expresa un anhelo: “Vamos mujer, partamos a la ciudad. Todo será distinto, no hay que dudar. No hay que dudar, confía, ya vas a ver, porque en Iquique todos van a entender”. El movimiento desde las salitreras a la ciudad hace más de un siglo, con esperanza de ser bien recibidos, culminó en una masacre mayúscula. Hoy recibimos cada día a cientos de personas desde distintos países, que vienen acá con la esperanza de ser bien recibidas. Las salitreras caídas en desgracia, donde el trabajo y la paga no alcanzaban para vivir, son hoy muchos de los países hermanos de América Latina. La ciudad ya no es Iquique sino nuestro país. ¿Cuál será nuestra reacción? ¿Estaremos a la altura? Son miles las familias que buscando un mejor futuro para sus hijos atraviesan países y fronteras, y se han avecindado en esta que llamamos “copia feliz del Edén”. Hace algunas semanas supimos de la trágica muerte de una mujer en su paso por el desierto. ¿Cuántas otras desgracias tendremos que lamentar?

Navidad es tiempo de encuentros, de fiesta, de regalos. Particularmente significativa será la fiesta y los reencuentros tras casi dos años de pandemia. No olvidemos que lo principal es la celebración del nacimiento de Jesús: un niño que envuelto en pañales nació en un pesebre, pues no había lugar para él y su familia, la de María y de José, en la ciudad. ¿Cómo lo recibiremos? Que en la escena del encuentro entre estas dos mujeres embarazadas encontremos algunas pistas para reflexionar, y proceder en consecuencia. ¡Feliz Navidad!

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

Texto del Evangelio:María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor (Lucas  1, 39-45)


domingo, 21 de noviembre de 2021

Reinar para servir

 Ojalá que las personas que sean elegidas hoy, sintonicen con lo más profundo de las  enseñanzas y acciones de amor, justicia y liberación de toda forma de opresión, con que Jesús orienta nuestras vidas.

Hoy celebramos, en el último domingo del año litúrgico, la solemnidad de Cristo Rey del Universo. La próxima semana comienza el adviento: un tiempo particular de disposición a la celebración de la Navidad, la oportunidad de un nuevo comienzo. Hoy es también un día crucial para nuestro país: tenemos elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales. La fiesta de Cristo Rey puede iluminar nuestro presente. 

La escena del Evangelio según san Juan que proclamamos hoy es trágica, y se complementa con lo que relatan los evangelios sinópticos: llevado a juicio por blasfemia –afirmar que es Hijo de Dios –, Jesús es interrogado por el gobernador romano, Poncio Pilato. Pedro ya lo ha negado por tercera vez. Jesús se va quedando solo. Al gobernador, como buen funcionario, le interesa despejar algunas dudas relacionadas con lo que está llamado a cuidar: que no se reconozca a otro rey que al César. “¿Eres rey?”. La respuesta de Jesús es desconcertante: explicita la particularidad de su reinado, y que lo principal de su misión es dar testimonio de la verdad. 

Desde la confesión de fe que nos hace reconocer a Jesús como hijo de Dios Padre Creador, brota la conciencia de su señorío sobre todo lo creado, incluidos los seres humanos que formamos parte de la creación. Y sin embargo su reino “no es de este mundo”, no se rige por los criterios meramente humanos que solemos aplicar. No elige lo que le conviene, sino lo que está bien. No juzga según las apariencias, sino que escruta el fondo del corazón. No aplica a rajatabla la ley, sino que antepone a todo precepto el del amor y la misericordia. No busca los primeros puestos ni viene a ser servido, sino a servir. Reina para servir. Quienes nos decimos cristianos debiéramos seguir sus pasos y enseñanzas.

Sabemos cómo termina esta parte de la historia. Pilato se lavó las manos y tuvo miedo de hacer lo correcto por temor al pueblo enardecido por sus líderes. ¿El primer populista de la historia? Al menos el más famoso. Sus acciones y omisiones tuvieron serias consecuencias. Jesús terminó sus días en este mundo crucificado. La experiencia de su resurrección y la del envío del Espíritu Santo sobre sus discípulos encerrados de miedo, posibilitó el anuncio y la vivencia de su Reino que no tiene fin.

¿Qué se juega en estas elecciones? Hay distintos proyectos ideológicos y políticos en pugna. Vayamos a votar con la convicción de que cada uno de ellos busca lo mejor para nuestro país, y votemos en conciencia, reflexivamente, porque de lo que se trata es de continuar en las sendas del desarrollo integral, de todo el ser humano y de todos los seres humanos. En Jesús podemos reconocer a la humanidad entera, y en su reinado recibimos una invitación a humanizar esta nuestra humanidad: ojalá las personas que sean elegidas hoy sintonicen con lo más profundo de sus enseñanzas y acciones de amor, justicia y liberación de toda forma de opresión. ¡Escuchemos su voz!

Fragmento del Evangelio: Pilato le dijo: “¿Entonces, tú, eres rey?” Jesús respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.” (Jn. 18, 33b-37)

domingo, 24 de octubre de 2021

¡Que podamos ver!

A pocas semanas de un proceso eleccionario que definirá probablemente con una segunda vuelta los destinos de nuestro país, la escena del ciego que recobra la vista y sigue a Jesús por el camino, resulta muy apropiada.

Este domingo nos encuentra a 4 semanas de la elección presidencial, parlamentaria y de consejeros regionales en nuestro país, y a una semana tras el segundo aniversario del llamado estallido social. Precisamente el lunes pasado ha comenzado la segunda etapa de la convención constitucional, en la que, ya aprobados los reglamentos, se entrará en materia de redacción de nuestra nueva carta magna.

Es este el domingo XXX del tiempo ordinario, en el que el evangelio según san Marcos nos ofrece una catequesis formidable en tres grandes cuadros: un ciego grita al borde del camino, los discípulos de Jesús lo callan; es llamado por Jesús y se pone de pie; tras un diálogo, recupera la vista y lo sigue por el camino.

De este relato –que les invito a contemplar, leyéndolo lentamente varias veces–llama la atención en primer lugar el grito del ciego. Por más que es reprendido, grita más fuerte, hasta ser escuchado y atendido. Atreverse a levantar la voz y también atreverse a escuchar los gritos de quienes claman en su aflicción y dolores, es una apuesta por la valentía. En ese sentido, el milagro de recuperar la vista va de la mano con la necesidad de agudizar el oído para poder oír los clamores en medio de nuestra cultura tan estridente. No es fácil distinguir entre otros ruidos a ratos ensordecedores los legítimos clamores, dolores y necesidades de las personas, especialmente de las más pobres y excluidas.

Un segundo elemento destaca en el relato: es la valentía y arrojo del ciego que se atreve a pedir ayuda a quien considera un Maestro. Ante ese grito Jesús se detiene, le regala su tiempo y su escucha. Ninguna persona se salva sola, necesitamos unas de otras. Sin el grito insistente de Bartimeo, ni el ánimo que le dan luego los discípulos, ni la propia fe del ciego, el milagro sería imposible. La pregunta que Jesús le hace es muy importante: “¿Qué quieres que haga por ti?”. La fuerza de la sanación viene del propio deseo.Desde su necesidad y hondos deseos brota su clamor: “Maestro, que yo pueda ver”. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice el refrán.

Finalmente destaca el que este encuentro profundo sea movilizador. Una vez que el ciego es sanado, se suma a la multitud y sigue a Jesús. El que estaba antes sentado al lado del camino, marginado, detenido, ahora, puesto de pie, avanza por el mismo camino que los demás. El encuentro personal con Jesús, que siempre tiene una dimensión comunitaria, nos permite salir de nuestras propias cegueras, de alguna manera reconciliarnos con nuestra historia y ser recreados por aquél que hace nuevas todas las cosas, tanto así  que puede levantarnos para que vivamos en plenitud, libertad, haciendo crecer nuestras capacidades.

¿No anhelamos algo parecido? ¿Cuáles son hoy nuestras cegueras? Hay un examen de conciencia que cada cual tendría que hacer. Desterremos la violencia que enceguece, también los prejuicios y caricaturas que encasillan, y el populismo que mira el cortísimo plazo con fines electorales individualistas y mezquinos. En el contexto en que nos encontramos son muchas las personas y movimientos sociales que en distintos territorios siguen insistiendo por demandas que son justas y posibles. La porfía y tozudez en muchas ocasiones resulta ser una virtud, especialmente cuando nos señala caminos de reconocimiento y reparación, y también de restauración de vínculos rotos: con los demás, con el medio ambiente y también con Dios. ¡Que podamos ver!

Fragmento del Evangelio: “El ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?” Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo seguía por el camino” (Mc. 10, 50-52)

jueves, 30 de septiembre de 2021

[Prólogo] Constitución y Pobreza



Prólogo Constitución y Pobreza

El documento “Constitución y Pobreza” que Ud. tiene en sus manos - o en la pantalla de su dispositivo - es el fruto de un esfuerzo colaborativo. Ante el proceso constituyente en el que estamos embarcados como país, hemos decidido sumar miradas e iniciativas que brotan de la experiencia cotidiana de cercanía y trabajo con personas y grupos de personas pertenecientes a los sectores más vulnerados y excluidos en distintos territorios. Este esfuerzo de estudio, reflexión y de propuestas se suma a otros esfuerzos de articulación y colaboración que venimos desplegando hace un tiempo.


Nos mueve la convicción de que la pobreza en sus distintas formas es la más grave vulneración de los derechos humanos, y que poner la mirada sobre ella y hacer esfuerzos colectivos por superarla es un deber ético ineludible. Queremos contribuir a la transformación y a la actualización de las instituciones que nos hemos dado para el cuidado del bien común, para que eficazmente sirvan ese propósito, mejorando las condiciones sociales que favorezcan el que cada cual despliegue en libertad el proyecto particular de vida que anhela. Para ello confiamos en el trabajo complementario de la Sociedad Civil Organizada y los distintos servicios del Estado. Consideramos que la evidencia debe nutrir la actividad política, y anhelamos que la colaboración se imponga por sobre la competitividad: solo juntas podremos enfrentar los grandes desafíos colectivos que tenemos.


Constatamos que estamos inmersos en una gravísima crisis socioambiental, que en sus consecuencias afecta particular y gravemente a los más pobres, como afirmara hace algunos años el papa Francisco en la encíclica “Laudato Si”, sobre el cuidado de la casa común que es la tierra. Nos mueve el deseo de avanzar hacia la construcción de una sociedad más inclusiva, menos extractiva, que ofrezca posibilidades de crecimiento y despliegue de capacidades a todas las personas, independiente de las circunstancias de su nacimiento. Nos mueve también el deseo de complejizar la mirada sobre nuestro modo de vivir, interactuar y vincularnos entre personas, con el medio ambiente del que somos parte, y con las futuras generaciones. Aspiramos a que en nuestra vida cotidiana, el amor, la compasión y la misericordia se impongan como sentimientos predominantes; que sea la justicia social y no el mero asistencialismo la que rija nuestras interacciones, deteniéndonos ante las personas que están malheridas al lado del camino, y desde ese encuentro desatando iniciativas de Solidaridad. Es lo que el mismo papa Francisco nos
invita a considerar y hacer en su más reciente encíclica “Fratelli Tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social.
 

Estamos profundamente agradecidos de cada una de las personas de las distintas obras vinculadas a la Compañía de Jesús que participaron en la confección de este documento. Dándolo a conocer, esperamos contribuir a la deliberación de las 155 personas que han sido mandatadas en un proceso democrático para redactar una constitución que sea la casa común de todas las personas que vivimos en Chile: en este momento de nuestra historia es particularmente relevante promover estándares mínimos de dignidad y bienestar, comenzando por visibilizar a las personas que habitan los distintos territorios y le dan forma a los diversos rostros de la pobreza.
 

Juan Fuenzalida Kaulen, S.J.
Comunidad Mariano Campos - Tirúa
Delegado Social Jesuitas Chile

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Comunidad Jesús Obrero - Estación Central
Capellán General Hogar de Cristo


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domingo, 26 de septiembre de 2021

Con nosotros

Las fronteras de la comunidad de los creyentes en Jesús son suficientemente difusas como para que el mensaje del evangelio y su potencial liberador sea repartido por todas partes, sin posibilidad de circunscribirlo a un grupo muy exclusivo.

 

Al igual que cada último domingo de septiembre hace varias décadas, hoy somos invitados desde el seno de la Iglesia Católica al Día de Oración por Chile. Por las calles circundantes a la Catedral Metropolitana de Santiago saldrá en andas la imagen de la Virgen del Carmen. Distintas comunidades, asociaciones, grupos de voluntarios, también representantes de las Fuerzas Armadas, se sumarán a la procesión, explicitando que nuestras propias fuerzas no alcanzan para la labor gozosa y a ratos ardua de seguir construyendo nuestro país. Nos encomendamos a María, al Padre Hurtado, a Santa Teresa de los Andes. Nos encomendamos como comunidad a Dios, y desde ahí nos disponemos a actuar. A Dios rogando y con el mazo dando.

Uno de los más grandes desafíos del momento presente, por el que tenemos que rogar, es el de ampliar las fronteras del nosotros, superando sectarismos, dejando las trincheras. Los símbolos con que nos sentimos identificados colectivamente importan quizás ahora más que nunca. ¿El Himno? ¿La Bandera? ¿Algunas figuras de nuestra historia? En lo que se refiere al seguimiento de Jesús, tal como está reflejado en este pasaje del evangelio, existe una tensión permanente entre quienes quieren tener un cierto control sobre su doctrina y su acción sanadora, y están preocupados de crear una cierta institución, y la libertad del Espíritu que va soplando por donde quiere, y descuadra carismáticamente los marcos que nos vamos dando. Y esto es bueno que ocurra una y otra vez, así avanza la historia.

En la acción sanadora y liberadora de Jesús, afirmando que “el que no está contra nosotros, está con nosotros”, se avizora un profundo anhelo de fraternidad universal, de unidad en la diversidad, de dejar de mirar a los demás como enemigos, y reconocernos formando parte de una gran familia.

Dos notas de este pasaje parecen ser muy relevantes e imponen límites claros: no ser motivo de escándalo para los pequeños y cortar con todo aquello que es ocasión de pecado. En esto tenemos que seguir avanzando con determinación: desterrando el populismo, la mentira y el tomar decisiones sin base en evidencias, buscando obtener mezquinos réditos de corto plazo, pero descuidando el bien común, particularmente el de los más pobres. Esta es una grave tentación en tiempo de elecciones como el que vivimos. Desterrando, también, toda forma de abusos y de corrupción: es alarmante en este sentido el informe del Observatorio del Narcotráfico dado recientemente a conocer. Requerimos transformar nuestras instituciones y reconstruir el tejido social para poder enfrentar de buen modo los nuevos desafíos y aliviar de mejor forma las necesidades y ámbitos de dolor de quienes vivimos en Chile.

Todo indica que tanto el sentido de pertenencia como el nivel de participación respecto de la Iglesia Católica ha ido descendiendo y seguirá descendiendo en adelante. Las fronteras de la comunidad de los creyentes en Jesús son suficientemente difusas como para que el mensaje del evangelio y su potencial liberador sea difundido por todas partes, sin posibilidad de circunscribirlo a un grupo muy exclusivo. Con todo, necesitamos volver a reconstruir el sentido de comunidad al servicio del Reino de Dios. Ese mensaje y ese potencial siguen siendo sumamente vigentes: es una gracia que tenemos que pedir el poder escucharlo y ponerlo en práctica cada día.

Fragmento del Evangelio: Juan dijo a Jesús: Maestro, hemos visto a uno que expulsa demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc. 9, 38-40)