domingo, 25 de noviembre de 2018

Este mundo

“Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto ha venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn. 18, 37).  

Hoy culmina el año litúrgico con la Fiesta de Cristo Rey. El evangelio relata el encuentro de Jesús con Pilatos, en circunstancias de un juicio viciado e injusto que lo conducirá a la muerte en cruz. Ante las preguntas de quien rige políticamente los destinos de un territorio ajeno, Jesús asevera que Él es Rey, aunque de un reino que no es de este mundo. Un reo maniatado se presenta a Pilatos como rey y como testigo de la verdad.
Seguidores de Jesús que no han querido involucrarse en los acontecimientos temporales de su época han utilizado este pasaje del cuarto evangelio como excusa. Mundo, en el ideario joánico, se refiere a la mundanidad, a todo aquello que nos ha enemistado o distanciado con el plan primordial de Dios creador: confundimos lo que está bien, con lo que nos conviene. En el mismo sentido se habla de Cristo como el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1, 29). O se dice que el verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, pero el mundo lo rechazó (Jn. 1, 1-18).
La fiesta de Cristo Rey nos recuerda una de las invitaciones medulares del cristianismo: seguimos la persona y el proyecto de Jesús. Decimos con Él a nuestro Padre Dios: que venga tu Reino. Las bienaventuranzas, el mandamiento del amor a Dios y  al prójimo como a sí mismo, pero ante todo el modo de ser de Jesús con los distintos excluidos de su tiempo, nos marcan un horizonte hacia el que caminar.
Estas últimas semanas hemos sido testigos de dos acontecimientos que van en dirección contraria: el plan de retorno humanitario de haitianos y el asesinato de Camilo Catrillanca. En ambos casos, el racismo y xenofobia ambiente, acompañado de discriminación arbitraria y violencia, han culminado con resultados lamentables.
En el primer caso, junto a los casi 170 que partieron, 57 se quedaron abajo del avión y de ellos 55 debieron ser acogidos en un improvisado albergue en la parroquia Santa Cruz de Estación Central. Otros tantos han ido llegando a sus afueras con la promesa de que estando cerca – en capilla - se podrán subir al siguiente avión. Las autoridades, salvo el alcalde de Estación Central, se han lavado por ahora las manos, como Pilatos.
En la comunidad de Temucuicui el resultado de una muerte más a manos de agentes del Estado, ha sido el rebrote de la violencia, expresión de rabias ancestrales contenidas, explicitación de un severo quiebre de confianzas y que, como corolario, dificulta severamente los planes de paz y desarrollo que ha promovido el gobierno. También varios responsables se han lavado “las mánicos como pilático”, utilizando la expresión de Violeta Parra en Mazúrquica Modérnica. Esperemos se haga justicia, se restablezca el diálogo y así, poco a poco, se posibilite la paz.
Ya en la década del 40 del siglo pasado se preguntaba el padre Hurtado: ¿Es Chile un país católico? Con la evidencia disponible mostraba la poca participación y el escaso sentido de pertenencia a la vida de la Iglesia, a la vez que la baja adhesión práctica a sus enseñanzas cotidianas. Los criterios y caminos del Reino de Dios son radicalmente distintos a los del “mundo”. Pero no tenemos otro mundo sobre el que actuar para que se haga presente. Que el tiempo de adviento que comenzaremos nos disponga a transformar miradas y prejuicios, y nos permita una vez más disponernos para hacerle un lugar a Jesús en los pesebres de nuestra historia común como humanidad, sin distinciones ni discriminaciones de ningún tipo. ¡Vamos caminando!