martes, 19 de diciembre de 2017

¡¡El Señor lo dijo y Ud. lo acaba de repetir!!

Cuando uno sale de una Iglesia, no queda más que pasar por las puertas. En ellas habitualmente se  instalan personas que tienen alguna necesidad, y apelan al amor de Dios para pedir alguna ayuda. Esto que les cuento me pasó hace un par de meses en la parroquia Santa Inés de Bohemia de La Villita, en Chicago. Estuve ahí todo el mes de agosto dando una mano como cura: La Villita es uno de los más grandes barrios latinos de la ciudad, y en esta parroquia cada domingo se celebran 9 misas, la mayoría en castellano, solo dos en Inglés.

Con Benjamín, seminarista, y los padres Miguel y Don, el día de Augustfest
Pues bien, iba saliendo de la última misa del día domingo, a eso de las 20:30. Ya estaba oscureciendo. En el evangelio que proclamamos ese día se recordaba el mandamiento más importante, en el que se resume toda la ley y los profetas: amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo. Iba saliendo de la Iglesia mientras cantábamos el canto final, y se me acercó un hombre que me dijo algo así como: "El Señor ha dicho que hay que amar al prójimo, y Ud. lo acaba de repetir, así es que deme algo para ir a comprar comida". Lo miré un momento y le dije: "El Señor ha dicho muchas más cosas, entre otras que es bueno compartir la mesa, así es que espéreme un momento, y vamos a comer juntos". Ahora me quedó mirando él a mi: "No, si yo quiero que me dé algo no más, Ud. no debe tener tiempo". A lo que repliqué: "No, si tengo tiempo, espéreme un momento que me saque esto y que confiese a una persona que me lo ha pedido, y vamos juntos a comer". Me miró con cara de incredulidad, mientras yo iba a sacarme los ornamentos.

Mientras iba a la sacristía se me acercaron un par de personas que nos habían visto hablar a advertirme que no me fiara mucho, que había gente violenta, que me cuidara, que otras veces han pasado cosas feas, que se ha sabido que no se puede confiar ni hacer amistad con quienes viven en las calles... Continué mi camino.

El campanario de la Iglesia Santa Inés de Bohemia
Después de confesar a quien me lo había pedido, y luego apagar las luces de la Iglesia, salí hacia la calle, pero mi nuevo amigo no estaba. Miré hacia un lado y otro, y lo vi un poco más allá. "Amigo, vamos a comer", le dije. "No pensé que fuera cierto que iba a salir, así es que ya me iba. Ud. debe estar muy ocupado". "No, vamos a comer". Así es que partimos a un supermercado cercano que atrás tiene un restaurante mexicano.

Mientras caminábamos me decía que le diera para comer, porque quería llevarle algo a un compañero que vería más tarde, como  las 11, debajo del puente ferroviario donde pasaban la noche. Insistía en hablarme de los mandamientos de nuestro Señor, del amor al prójimo, y yo le encontraba toda la razón, pero le decía que a nuestro Señor le gustaba mucho comer con sus amigos, y sentarse a la mesa, y conversar, y que qué le parecía eso.

Un poco a regañadientes aceptó. Entramos al lugar, y él pidió carne asada - para llevar - dijo. Bueno - pensé yo - mientras lo preparan aprovechemos de conversar un poco. Yo pedí lo mismo. Y nos sentamos a esperar. Conversamos un buen rato, primero presentándonos. Él venía de Honduras, estaba hace tiempo en Chicago, y se lamentaba de tener que estar viviendo en la calle y pidiendo para comer. Me contó de su familia, que tenía un hermano pastor, y varias cosas más. También que había varias hospederías y lugares para acogida de quienes vivían en la calle, donde uno se podía bañar, y servir un plato de comida, y le daban ropa. Yo a su vez le conté de mi, que venía de Chile, que estaba temporalmente en la parroquia. Y así, conversamos un buen rato, también de algunas cosas más personales, y me atreví a darle algunos consejos, entro otros que aprovechara algunos de los lugares donde se podía bañar, ¡para bañarse!

Cuando finalmente estuvo lista la comida nos paramos y la recibimos, y me acerqué a la caja a pagar, pero el cajero me dijo: "estamos OK, una señora ya pagó todo". Me di vuelta para encontrarla. "No, si ya se fue", me dijo el cajero. "Bueno, muchas gracias, habría sido bueno agradecerle a ella también".

Así es que salimos los dos, cada uno con su caja de carne asada para llevar. Yo le insinué que se llevara también la que tenía yo para su amigo. Él me dijo: "No, ¿y usted qué va a comer? Muchas gracias, deme su bendición." Así es que nos abrazamos, le dí una bendición, y luego le pedí una a él de vuelta. "¿Cómo?", me dijo. "Si pues, yo le dí una bendición a Ud. Ahora le pido que Ud. me bendiga a mi". "Ni modo". Así es que me fui contento de vuelta a la casa parroquial, con una bendición, un nuevo amigo, y carne asada con frijoles regalado por alguna señora caritativa.

No nos sacamos una foto, y por respeto no voy a decir su nombre, pero recuerdo con cariño este encuentro, y quería compartirlo. Días después nos volvimos a encontrar y nos saludamos con afecto. 

sábado, 29 de julio de 2017

Derribando muros para vivir juntos

Tras terminar - hace algo más de cuatro semanas - dos años de estudios en Roma, he comenzado un tiempo de visitas a distintas ciudades, intentando asomarme al modo en que en cada lugar los compañeros jesuitas a través de sus instituciones e iniciativa personal, en alianza y colaboración con otros, asumen el desafío de vivir juntos la ciudad y transformarla.

Mural en vestigios del Muro de Berlín 1
Mural en vestigios del Muro de Berlín 2
La primera escala ha sido Berlín. Impresionan los vestigios de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría. Por todos lados hay museos y memoriales, convertidos en paseo obligado de turistas. Tal vez lo más decidor y conocido de todo ese tiempo es el muro de Berlín. Hoy quedan solo algunos cientos de bloques de los miles que tuvo, y los han transformado en un mural en que artistas de distintas latitudes expresan los muros que hay que derribar hoy y el modo de hacerlo posible (pinche sobre las fotos para ver los detalles).

En Berlín una de las principales labores que realiza el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) es la de defender a quienes han solicitado asilo y por distintas razones son deportados, mientras esperan en centros de detención. Intentan coordinarse a nivel Europeo con los demás países y juntos forman parte del Foro Consultivo de FRONTEX, la autoridad europea de control de fronteras y costas, para denunciar abusos y atropellos a los Derechos Humanos.

La segunda parada ha sido en Essen, antiguo centro minero e industrial  hoy reconvertido al sector de servicios aunque con alta tasa de desempleo. Ahí siguen llegando como antaño migrantes y refugiados en busca de un futuro mejor. La mayoría viene de Siria y Líbano, y les exigen aprender alemán para poder obtener un trabajo. Mientras tanto les dan un permiso que deben ir renovando cada uno o tres meses, con lo que difìcilmente consiguen un trabajo transitorio. A los más afortunados y que tienen un oficio, el Estado les asigna una pensión mientras aprenden la lengua

Abuna Frans van del Lugt, S.J.
Hace solo 12 semanas dos compañeros jesuitas, Lutz Mueller y Ludger Hilldebrand, abrieron la 'Abuna Frans Haus', en la que viven con 5 refugiados. Pueden recibir a 3 más. El nombre de la casa es en recuerdo del padre Frans van der Lugt, jesuita holandés que vivió desde 1966 en Siria: defendía con su testimonio cotidiano que antes que cristianos o musulmanes, somos todos seres humanos. El padre Frans fue asesinado el 7 de abril de 2014 en Homs, tras algunos meses de resistirse a abandonar la ciudad asolada por la guerra civil (Ver noticia). Abuna es la palabra árabe para decir Padre o Sacerdote.

La preparación de Lutz y Ludger ha tomado tiempo. Había que arreglar la casa de tres pisos: hace más de 10 años que nadie usaba el superior (mansarda). Ahí han acomodado la pequeña comunidad jesuita - donde tuve la suerte de hospedarme. En el segundo y primero están las habitaciones de los refugiados. En el primero hay una acogedora y extensa cocina-comedor. Es el espacio común, que permite que cada cual cocine, además de ser el lugar de encuentro en las comidas. Uno de los requisitos para poder vivir en la casa es estar dispuesto a colaborar, con un sistema de turnos, en el aseo y cuidado cotidiano.

En el momento de la despedida
Pero no se ha tratado solo de habilitar la casa o de organizar el día a día. Han ido invitando desde hace más de un año a los vecinos: para compartirles la idea de abrir de nuevo la casa aledaña a la iglesia del barrio, y vivir ahí junto a un grupo de refugiados. No han hecho grandes encuentros, sino tan solo con 2 o 3 vecinos a la vez, para contarles los propósitos y pedir ayuda con la acogida. Para sorpresa de Lutz y Ludger, entre todos los vecinos han reunido las cosas necesarias para habilitar las habitaciones y la casa entera: camas, lámparas, estantes, colgadores de ropa, sillones, mesas, sillas ¡hasta un piano les llegó de regalo!

Jesús Buen Pastor
Uno de los arreglos que hicieron a la casa que más llamó mi atención ha sido el de botar un muro lateral: de esa forma - sin el muro - se puede entrar y salir por ahí a la casa y no solo por la puerta principal que da a la calle. Pero además - sin ese muro - todos los que pasan por la calle pueden mirar para adentro, saludar, hasta entrar y sentarse a la mesa, y ver que es posible vivir juntos, no solo teóricamente sino de verdad, cada día.

Algunos vecinos se interrogaban si es que permanecería o no la imagen de Jesús, Buen Pastor, en la fachada de la casa: pensaban que por el hecho de albergar refugiados musulmanes, debiera sacarse esa imagen. La respuesta de Lutz y Ludger ha sido la de iluminarla: tras los pasos de Jesús Buen Pastor intentan caminar juntos, abrir las puertas de la casa y acoger a quien quiera acercarse.

Las ciudades pueden ser lugares muy hostiles para quienes vienen de afuera, o para quienes de distintas formas viven tras los muros de la exclusión. He aprendido en estos días, de forma muy concreta, que aún hoy hay muros que derribar. Y cuando alguno de ellos cae se nos señala - como un faro que ilumina en medio de la noche - que es posible vivir juntos. Ya les contaré de otros encuentros y aprendizajes.

martes, 2 de mayo de 2017

Desde el infierno

Jesucristo desciende a los infiernos. Centro Le Sorgenti @ Lecce (c) Centro Aletti

La pasada semana santa se me regaló la posibilidad de acompañar a un grupo de jóvenes que participan en Piedras Vivas a celebrar el Triduo Pascual en el centro 'Le Sorgenti' de la Comunità Emmanuel, en las cercanía de Lecce. En el centro hay un gran salón que está presidido por este mosaico que representa a Jesús descendiendo a los infiernos, rescatando a Adán y Eva y con ellos a toda la humanidad. La Comunità Emmanuel es un lugar precioso que busca, entre otras cosas, dar una mano a hombres y mujeres que sufren dependencia al alcohol o las drogas. Tuvimos la ocasión de celebrar con muchos de ellos estos días de la Semana Santa.

El viernes santo fuimos caminando desde 'Le Sorgenti' a Arnesano, a uno de los centros femeninos, y las mujeres que ahí nos recibieron nos contaron parte de sus historias, todas ellas marcadas por situaciones de hondo dolor, abandono, violencia, soledad, que las llevó en su momento a caer en el infierno de la dependencia. El poder contar delante de nosotros su historia reconociendo sus propios errores a la vez que el daño que otros les habían causado forma parte de su camino de sanación. Dependiendo de los progresos este puede durar entre 18 y 24 meses.

Una de las cosas que nos marcó a varios de los que estuvimos ahí de visita fue constatar que cambiando algunas circunstancias de nuestra vida, que no hemos elegido, las historias que ellas nos contaron bien podrían haber sido las nuestras. Lo otro que nos marcó es la explicitación de la vida interior y la espiritualidad que se vivía en este centro, siguiendo el camino de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio que llevan a seguir los pasos de Jesús, tras reconocer la condición de pecadores necesitados de perdón, amor y misericordia. Y que el pecado se evidencia ante todo en la ruptura de relaciones: con Dios, pero sobre todo con los demás y con uno mismo, causando mucho daño que es muy difícil de reparar.

Uno de los momentos preciosos de estos días fue la noche de la Vigilia Pascual: el padre Mario Marafioti sj, fundador de esta comunidad, llamó a una mamá de uno de los internos para preguntarle si ahora que su hijo estaba saliendo de su adicción ella estaba consolada. Y su respuesta fue: 'un poquito'. Ante todos los que ahí estábamos nos contó algo de todo lo que había sufrido estos años, más de 70, y que no sabía realmente si es que su hijo iba a poder dejar las drogas, aunque se alegraba que ahora estuviera bien, en buena compañía, con gente que lo quisiera y apoyara incondicionalmente. Me asombró la honda verdad de sus palabras, por amor a su hijo sigue esperando y se alegra que esté bien, aunque el dolor y las penas sufridas por años hayan dejado también su huella de cansancio y una fuerte dosis de realismo un tanto descarnado.

El mosaico del salón del centro Le Sorgenti fue creado hace algunos años por el P. Marcos Rupnik sj. En este enlace se encuentran más fotos y una explicación.

lunes, 3 de abril de 2017

Críticas a la posibilidad de la sostenibilidad urbana



Algunos - como veíamos en un posteo anterior - tienen una visión optimista y constructiva respecto de la posibilidad de la sostenibilidad en las ciudades. Otros se encuentran en la vereda contraria[1]. El argumento central que se esgrime es que es ingenuo pensar que la tecnocracia responsable de la situación presente, será capaz de resolver los problemas que ella misma ha generado. Estas prevenciones están también en sintonía con algunas de los puntos desarrollados en la Laudato Si’ respecto del paradigma tecnocrático (LS106-114).
Para fundamentar esta prevención en el ámbito de las ciudades, uno de los puntos críticos es el de la cuantificación de las externalidades de los costos ambientales. Aunque a escala local pareciera haber avances significativos, si se amplía el horizonte de observación a los márgenes de las ciudades o a otros lugares del territorio se evidencia una crisis mayor, que tiene alcances planetarios. Sirva como ejemplo ilustrativo[2] el dato elocuente de que el crecimiento de las ciudades ha ido a la par del despliegue de la industria automotriz, que a su vez ha sido uno de los principales motores de la economía en el siglo XX. Esta industria involucra toda la cadena productiva mundial, tanto por la prospección y comercio de hidrocarburos, acero y otros materiales, como por la construcción de autopistas e infraestructura urbana, además de constituirse en un símbolo de status. De no mediar un drástico cambio de rumbo no es posible la sustentabilidad ni en el mundo ni en las ciudades, pero no se han encontrado hasta ahora los mecanismos ni los incentivos para hacerlo a gran escala.
Fuente
Un concepto acuñado por H.T. Odum es el de emergía.[3] Asociado a la idea de huella ecológica, la emergía evalúa el impacto de una ciudad y la actividad que en ella se desarrolla mucho más allá de sus límites, tanto en el plano energético, material, alimenticio, como humano. La emergía, o energía incorporada, es la cuantificación de toda la energía que ha sido necesario utilizar para realizar algún proceso.
    Los límites de una metrópoli están mucho más allá de sus límites:[4] para su correcto funcionamiento las ciudades se han convertido en grandes importadores de energía y materiales, y exportadores de contaminación y residuos de distinto tipo. Los resultados de algunos estudios[5] son elocuentes: aunque con distintas acciones la calidad de vida en algunos lugares de las grandes ciudades ha mejorado sustantivamente, el daño que han causado sobre las periferias, la vida de millones de personas, y el medio ambiente global es mucho mayor que lo que efectivamente se logra cuantificar, solo que al no ser visible a los ojos no se ha convertido en un escándalo ni en motivo de protesta por parte de los ciudadanos organizados. Al considerar tales datos se puede concluir que no existe una tendencia evolutiva espontánea hacia la sostenibilidad ecológica ligada al crecimiento de las ciudades, sino más bien todo lo contrario.[6]

VER POSTEOS RELACIONADOS: Desarrollo Sostenible en las ciudades 
Derecho a la ciudad 


[1] Consideraremos algunos puntos centrales de lo planteado en J. Martínez Alier, «Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», 223-241. Véase también M. Davis, «Ecología de las áreas urbanas hiperdegradadas»; W. PereiraJ. Seabrook, Asking the earth. The spread of unsustainable development; S. Sassen, Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global.
[2] J. Martínez Alier, «Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», 224.
[3] Mencionado en J. Martínez Alier, «Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», 229. Para profundizar en este concepto y sus implicancias véase posteo anterior en este mismo blog, o bien H.T. Odum, Environment, Power, and Society for the Twenty-First Century: The Hierarchy of Energy.
[4] No siempre se cuenta con datos fidedignos, pero los que hay permiten sacar conclusiones respecto del impacto de las grandes ciudades. A modo de ejemplo, “se ha calculado que la huella ecológica de Londres (…) es 125 veces su superficie, y casi equivalente al total de la tierra productiva de Gran Bretaña”. Cf. A. Davey, Cristianismo urbano y globalización, 39.
[5] Se puede considerar el efecto visual que tienen las chimeneas humeantes de industrias, que han provocado en numerosos lugares la protesta ciudadana y la consiguiente determinación de la autoridad política de trasladarlas, con un altísimo impacto en la vida de los trabajadores de tales industrias. La evidencia muestra que es mayor la contaminación de los automóviles: como cada uno de los que lo usa es el responsable de ello no se generan manifestaciones masivas para frenar su uso y promover el sistema público de transporte. Cf. J. Martínez Alier, «Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», 238-240.
[6] J. Martínez Alier, «Gli indicatori di insostenibilità urbana come indicatori di conflitto sociale», 237.

viernes, 31 de marzo de 2017

Derecho a la ciudad


Desde la década del 60 se ha venido desarrollando a nivel mundial un movimiento que promueve el Derecho a la Ciudad. De algún modo se intentó con este movimiento trasladar la lucha social precedente desde las industrias y fábricas al territorio más amplio en que todos conviven: la ciudad. Siendo la ciudad el territorio de la simultaneidad y del encuentro, así como de  luchas y conflictos, se trata de dejar de mirarla tan solo como una forma, para analizarla como un proceso. El Derecho a la Ciudad, a través de la movilización social y la lucha política colectiva, valora y reconoce el que cada uno de los habitantes participe activamente en la vida política y en la administración de la ciudad, en sus distintos niveles (barrio, comuna, metrópoli).[1]
Una de las interrogantes fundamentales que inspira este movimiento es respecto a quiénes son los principales actores a la hora de atender los problemas de la ciudad. Hay quienes postulan que debieran ser ante todos los ciudadanos organizados, la base, y en particular los propios marginalizados urbanos. La premisa de fondo es que quien mejor conoce sus necesidades es el que las padece, y por tanto su opinión y participación es vital al momento de buscar soluciones.[2]
Desde este enfoque, en el caso de las políticas de vivienda ha habido interesantes discusiones y experiencias.  John Turner[3] propuso a mediados de los años 70 enfrentar el déficit y la precariedad habitacional en las grandes ciudades promoviendo la autonomía de las propias personas en la construcción de sus casas. Convencidos de este modelo, organismos internacionales financiaron programas específicos de urbanización y servicios básicos en las periferias de las ciudades del Sur atestadas de asentamientos precarios. Algunos ahora acusan que, en una “amalgama entre anarquismo y neoliberalismo”,  esto desacreditó o dejó en un segundo plano el rol de los Estados y Gobiernos locales,[4] provocando la expansión desenfrenada de barrios híper-degradados en las periferias de las grandes ciudades. Esto en contra la que había sido la tendencia hasta entonces de construcción de grandes conjuntos de vivienda social, en una dinámica más vertical, de arriba hacia abajo.[5] En el esquema de Turner, a la autoridad le correspondía un rol preponderante en la etapa de planificación, siempre en diálogo estrecho con los ciudadanos organizados y dejándoles a ellos la última palabra. En las etapas de construcción y gestión, en cambio, los protagonistas serían completamente los usuarios. En ambos casos los proveedores tendrían un rol secundario en la etapa de construcción (ver Ilustración 1). La tensión es, en los extremos, entre autonomía y heteronomía de parte de los usuarios finales de las viviendas en los sectores marginalizados de la ciudad. 
Ilustración 1: Autonomía o Heteronomía en sistemas de vivienda social.
Fuente: J.F.C. TURNER, Housing by People, 29.
     Este modelo da que pensar en lo que se refiere al modo de proveer satisfacción a otras necesidades básicas de la población más vulnerable o marginalizada de una ciudad. Especialmente relevante es el nivel de participación que tienen los distintos grupos marginalizados al momento de hacer frente a sus necesidades. Y en definitiva se levanta la pregunta por el tipo de relaciones que se favorecen entre las instituciones del Estado y los ciudadanos: si una que fomenta el paternalismo y/o clientelismo, o bien una que promueve la instalación de capacidades y el cuidado del tejido social.[6]
Como en todo proceso social que involucra a personas diversas en contextos diversos, los resultados de estas propuestas tras varios años de implementación han sido también diversos.[7] En términos generales se puede aseverar que en los lugares donde se consiguió constituir una comunidad organizada el resultado ha sido ampliamente favorable en la perspectiva del bien común en la ciudad, ya sea por liderazgos locales eficaces, procesos participativos, afinidad, parentesco o historia común. Pero también ha habido casos de resultados negativos, en que el sueño de la casa propia se ha convertido en una pesadilla, dándose lo que algunos llaman guetos urbanos[8] en que la desesperanza, el abuso de las drogas y el alcohol, la falta de trabajo, las pandillas, etc., afectan considerablemente la vida cotidiana de miles de personas. En algunos casos de condominios de vivienda social provista enteramente por el gobierno central, la solución tras algunas décadas, ha sido la de demoler parte de esos conjuntos de vivienda y proveer otras soluciones.[9]
      El debate más reciente respecto de las ciudades ha estado relacionado con pensar las condiciones que deben desarrollarse para que una ciudad sea considerada justa, evaluando sus instituciones desde la perspectiva de quienes están en una situación desventajosa respecto de los demás, y sobre todo promoviendo que sea la sociedad civil organizada que participe y empuje los cambios que la ciudad necesita.[10] En Chile existen distintas organizaciones e iniciativas que están promoviendo el Derecho a la Ciudad.[11]





[1] Se le asigna la “paternidad” de este movimiento a Henri Lefebvre, que en 1967, con motivo de los 100 años de ‘El Capital’ de K. Marx publicó el libro ‘Le droit à la ville’. Hemos tenido acceso a la traducción italiana H. Lefebvre, Il diritto alla città. Para comprender algunos alcances actuales de este movimiento véase M. Dikec, «Justice and the spacial imagination»; D. Harvey, Rebel Cities. From the right to the city to the urban revolution.

[2] En tanto es un movimiento que lleva varias décadas, ha habido buenos esfuerzos de sistematizar y compartir experiencias exitosas, en muchos casos partiendo de la sociedad civil organizada en simultáneo con acciones de los gobiernos y sus instituciones. Cf. A. SugranyesC. Mathivet, ed., Ciudades para todos. Por el derecho a la ciudad, propuestas y experiencias. (ver)

[3] CF. J.F.C. Turner, Housing by People.

[4] Acusa Mike Davis, que desde la conferencia ONU HABITAT I realizada en 1976 en Vancouver, se impulsó esta agenda por parte del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que ha tenido - en su opinión - consecuencias nefastas para los barrios degradados de las ciudades. Cf. M. Davis, Planeta de Ciudades Miseria, 99. Véanse especialmente los capítulos ‘La traición del Estado’ e ‘Ilusiones de autoayuda’.

[5] Ante esta tensión es interesante considerar algunas notas  del caso de Chile. En el gobierno de Frei (64-70) se inició el programa ‘Operación Sitio’. En el gobierno de Pinochet (73-90) se implementó el programa de ‘Casetas Sanitarias’ (en ambos casos además de otros programas). La lógica que había detrás era de proveer por parte del Estado de aquello más costoso (urbanización y provisión de servicio de electricidad y agua potable) dejando el resto de la construcción de la casa a cargo de los propios habitantes. Un incansable predicador de esta modalidad ha sido el p. Josse van der Rest SJ, quien ha trabajado por años en la Fundación de Viviendas del HC (hoy Fundación Vivienda): su slogan era “es mejor una casa de madera ahora, que una más grande de albañilería en 10 años más”. Cf. J. Van der Rest S.J.J. López Vivanco, «Un hogar para los pobres». Se encuentra un relato de la inserción y acción social del P. Van der Rest en las callampas de Santiago de Chile en W. van Straaten, «Un barone nella callampa». A medida que las posibilidades económicas del país lo fueron permitiendo, se dio paso a nuevos tipo de soluciones que con un aporte mayor del Estado, ha mantenido la misma idea de base. Véase el caso más reciente de Elemental: A. Aravena, «ELEMENTAL».

[6] Resulta iluminador el libro de D. Naraya, «La voz de los pobres : ¿Hay alguien que nos escuche?» (ver), en el que se evalúa la opinión de beneficiarios de programas financiados por el Banco Mundial en distintos países. En Chile, la Fundación Paréntesis también ha editado un libro similar a partir de una experiencia de trabajo con adolescentes en contextos de pobreza y exclusión social. Cf. R. Hoyos – al., Nada Sobre Nosotros, Sin Nosotros. (ver)

[7] Además también se han favorecido otras modalidades de provisión de vivienda social distintas de la construcción de viviendas nuevas, en tanto las familias van creciendo y teniendo distintas necesidades específicas. Estas modalidades van desde la entrega de subsidios de arriendo, o en los que el Estado o entidad de gobierno local mantiene la propiedad y administración y asigna temporalmente la casa.

[8] Valga la prevención de que este apelativo dado por algunas autoridades chilenas a algunos barrios de la ciudad ha recibido fuertes críticas tanto por parte de académicos como de dirigentes de las comunidades así denominadas. Cf. F. Jiménez Cavieres, «Villa Francisco Coloane: vulneración del derecho a tenencia», 88-89. (ver)

[9] En Chile se le ha dado el nombre ‘Programa de Recuperación de Condominios Sociales Segunda Oportunidad’. Ver una evaluación de su primera implementación desde la perspectiva de los beneficiados en F. Delgado Valverde, Primer llamado 2013: programa de recuperación condominios sociales segunda oportunidad en Bajos de Mena, Santiago de Chile. (ver)

[10] Véase S.S. Fainstein, The Just City; D. Harvey, Social Justice and the City; D. Harvey, Rebel Cities. From the right to the city to the urban revolution.


[11] Puede verse una exposición detallada de la situación del derecho a la vivienda adecuada en Chile, junto a algunos ejemplos de iniciativas exitosas en A. RodríguezA. SugranyesP. Rodríguez, Con subsidio, sin derecho. La situación del derecho a una vivienda adecuada en Chile. (ver)