domingo, 4 de agosto de 2019

¿Para quién será todo lo que has amontonado?


Ante la ineludible realidad de la muerte, que tarde o temprano enfrentaremos, el evangelio de este domingo nos invita a cuidarnos de las avaricias, de toda acumulación de riqueza y poder, que implique desentendernos los unos de los otros.

 Me permito utilizar estas líneas para expresar mis sentimientos acerca de lo que hemos conocido esta semana: el resultado de la investigación contra el fallecido sacerdote Renato Poblete Barth, iniciada tras la acusación de Marcela Aranda en el mes de enero. Lo hago desde la misión que se me ha confiado hace poco más de un año como Capellán General del Hogar de Cristo. La valoración desde la Compañía de Jesús, congregación a la que pertenezco, ya la ha hecho nuestro provincial en sus palabras dadas a conocer el martes y en otros espacios hasta hoy.
En varias ocasiones de estos últimos meses varias personas se me han acercado para darme el pésame, como diciendo “qué terrible lo que les está pasando”. Mi respuesta ha sido siempre algo así como “a mí no me ha pasado nada, sino a las personas que sufrieron abusos por mucho tiempo, hace tantos años, y ahora recién están pudiendo expresar su verdad como parte de un proceso lento y doloroso de sanación”. Es a ellas a quienes debemos escuchar, atender y cuidar. Las palabras de Marcela Aranda, en respuesta a la publicación del resultado de la investigación, son un bálsamo de paz ante el estupor por la cantidad de personas denunciantes y la confirmación de la brutalidad y amplitud de los abusos cometidos.
Vemos en el evangelio de hoy cómo la acumulación de riquezas en cualquiera de sus formas es ilusión de seguridades. Ante lo efímero de la vida, acumular sólo tiene sentido si es para compartir. Precisamente lo que más duele desde el Hogar de Cristo, ante la constatación de los abusos reiterados a tantas personas por tanto tiempo (al menos 48 años) por parte de quien fuera por 18 años su Capellán General, es que esos abusos atentan profundamente contra todos los valores que inspiran nuestra causa. Tenemos grandes bodegas, que son vaciadas continuamente para atender a decenas de miles de personas cada año: alimentos, pañales, medicamentos, ropa. Gracias a la generosidad de muchísimas personas y a una gestión profesional y transparente, no nos han faltado en estos 75 años los recursos para realizar nuestra misión. Esperemos que el resultado de esta investigación no desaliente a los cientos de miles de chilenos que la sostienen con su oración y aportes generosos, ni tampoco a los trabajadores y voluntarios que abnegadamente buscan hacer bien el bien.
La vida es un gran regalo y tenemos que cuidarla, poniendo especial atención en quienes están en las fronteras de la exclusión. Esas personas, 36 mil el año pasado, a las que dedicamos todo nuestro quehacer en el Hogar de Cristo, no pueden verse castigadas por los delitos de quien abuso de su poder, su influencia, sus redes, su capacidad y su carisma para violentar a decenas de mujeres. ¿Existirá algo así como el abuso póstumo? No lo podemos permitir.

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General  del Hogar de Cristo


EVANGELIO

¿Para quién será lo que has amontonado?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 13-21

Uno de la multitud dijo al Señor: Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.
Jesús le respondió: Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes? Después les dijo: Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.

Les dijo entonces una parábola: Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”.

Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”.

Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”

Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios.