domingo, 14 de febrero de 2021

¿Qué necesitamos sanar?

 ¿Qué necesitamos sanar? (Marcos 1, 40-45)

Este miércoles 17 de febrero –en tres días más– comienza la cuaresma, en muchas partes precedida por algunos días de carnaval. Para los cristianos católicos la cuaresma es un tiempo fuerte, de cuarenta días, en que nos disponemos a la celebración central de nuestra fe: la Semana Santa en que rememoraremos la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Es un tiempo de carácter penitencial: una ocasión para mirar nuestras vidas, tanto en lo personal como en lo comunitario, y hacer un balance de lo que nos impide seguir a Jesús y favorezca todo lo que sintoniza con su proyecto de liberación integral, lo que Él ha llamado “El reino de Dios”.

El texto del evangelio que proclamamos hoy nos muestra a un leproso, que busca ser purificado de su enfermedad, y por eso acude a Jesús, que ya comienza a tener fama de sanador. El poder sanador de la palabra que es Jesús, no solo lo cura de su enfermedad sino que también lo reintegra en la comunidad, en el marco de la tradición en la que viven. La primera lectura da cuenta de las medidas higiénicas obligadas a un leproso, para evitar el contagio de la enfermedad: “Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento”. (Lev 13, 45-46). Se nos presenta en la acción sanadora de Jesús un mecanismo y trayectoria de inclusión, que tiene muy en cuenta las dinámicas de la exclusión, que al menos mientras no exista cura, busca proteger a los sanos de los enfermos.

¿De qué tenemos que ser sanados nosotros hoy? Bien concretamente: del COVID-19 y sus efectos sobre nuestra salud y vida en común. Hemos estado ya casi un año entero activando cuarentenas y otros medios más o menos eficaces que evitan la propagación de la infección. Gracias a la investigación científica en distintas partes del mundo, a las gestiones de nuestras autoridades y al despliegue territorial de nuestro sistema de salud, hace algunas semanas en nuestro país ha comenzado la vacunación masiva, que permitirá que poco a poco retomemos nuestras actividades y libertades habituales. He sido testigo de la profunda alegría y esperanza que esta primera dosis ha producido en personas mayores que llevan encerradas y asustadas casi un año entero. ¡Por fin van a poder salir!

Hay otras dinámicas de exclusión para las que no hay –por ahora– vacuna inyectable posible. De esas dinámicas podemos pedirle a Jesús que nos libere y también poner los medios que estén a nuestro alcance para lograrlo. ¿Cuáles son? Enumero algunas: el individualismo que excluye y va destruyendo el tejido social; las adicciones de distinto tipo que limitan la libertad y esclavizan sin remedio, disolviendo vínculos y comunidades; el miedo a los distintos, que separa, segrega y encierra; el abuso sexual, de poder y autoridad, que tanto ha dañado, hiriendo a los más vulnerables y sembrando desconfianzas profundas; el odio al extranjero pobre que viene en búsqueda de oportunidades para sí y los suyos; el populismo que promete irresponsablemente lo imposible. También el conformismo que inmoviliza y no permite soñar nuevas formas de vivir, en armonía con la naturaleza y entre nosotros.

Este año 2021, quizás más que nunca antes en nuestra historia republicana, tendremos la posibilidad de participar en varias elecciones democráticas: de gobernadores, alcaldes, concejales, integrantes de la convención constituyente, senadores, diputadas, presidente. Ya comienzan las campañas. En estos procesos, renovemos y cuidemos nuestras instituciones, buscando sanar desconfianzas y temores, y soñar un futuro que incluya a todos los que pisamos esta tierra. Que este tiempo de cuaresma que comienza este miércoles nos ayude a la meditación y reflexión, para que nuestro país se asemeje más a la “copia feliz del Edén” que canta nuestro himno.

           

Fragmento del Evangelio: “Se le acercó un leproso a Jesús para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”. Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado” (Mc. 1, 40ss)