domingo, 10 de marzo de 2024

Iluminar

 

Iluminar (Jn. 3, 14-21)

Años atrás participé en una comunidad “Fe y Luz”, formada por personas “normales” y personas con discapacidad. Era un espacio muy fecundo de encuentro y de cuidado. Tenían un lema que me sigue inspirando hasta el día de hoy: “Es mejor encender una lámpara que maldecir la oscuridad”.

El evangelio del día de hoy es parte del relato del encuentro de Jesús con Nicodemo. Nicodemo viene de noche y conversa con Jesús. El faro que ilumina la humanidad es la cruz y Jesús en ella levantado, motivo de redención, camino hacia la vida eterna, hacia la felicidad plena. ¡Levantemos la cabeza, miremos con atención lo que pasa a nuestro alrededor! Esta polaridad entre las tinieblas y la luz, es típica del cuarto evangelio y, poco a poco, a medida que se avanza en el relato hacia la pasión y muerte de Jesús –como avanzamos decididos en la Cuaresma hacia la Semana Santa– se muestra que precisamente va triunfando la luz sobre las tinieblas, aunque parezca lo contrario.

              Esta semana conocimos en nuestro país los resultados de la prueba SIMCE. Los titulares de los diarios y noticieros han destacado una mejora en los resultados, señalando que estamos “en los niveles prepandemia”. Permítaseme hacer ver un punto que es, a todas luces, preocupante. Lo que mide el SIMCE, evidentemente, dice relación con quienes han dado esa prueba, por lo tanto están matriculados en algún establecimiento escolar.

            Pues bien, según información del MINEDUC, existen 227 mil niños, niñas y jóvenes fuera del sistema escolar. O sea, quienes pudiendo ir al colegio, no van. Este número ya era alto antes de la pandemia, pero con las extendidas cuarentenas y otros factores, aumentó al menos en 50 mil por año.

            ¿Cuántos serán hoy? Se anuncia que habrá nuevas cifras dentro de las próximas semanas; ahí dilucidaremos esa duda.

            El rezago escolar  junto con la baja asistencia a clases, afecta significativamente la comprensión lectora, la habilidad para escribir y desarrollar destrezas matemáticas. Esto afecta la capacidad de aprender a aprender, de socializar e interactuar con otros. El SIMCE muestra avances significativos, pero no toma en cuenta a los que van quedando fuera del sistema. Urge que despleguemos todos los esfuerzos que podamos para ir en busca de esos niños.

Algo parecido ocurrió recientemente con la encuesta CASEN: nos muestra que se redujo la pobreza, pero la herramienta no incluye a los más pobres entre los pobres, quienes viven en campamentos o en situación de calle.

Una de las bases del progreso de los países, al menos como lo entendemos ampliamente ahora, se encuentra en que cada persona y grupo de personas despliegue al máximo sus propias capacidades e intereses, libremente. Desde la perspectiva cristiana, esa libertad ha de ser utilizada para hacer crecer el amor en sus distintas formas, expresión del amor de Dios a toda la humanidad: conformar familia, cultivar un jardín o la tierra, aprender a tocar un instrumento, emprender algún negocio, transformar la sociedad, construir casas, puentes y caminos, promover organizaciones de distinto tipo... Al haber tantos niños fuera del sistema escolar estamos minando las bases de nuestro futuro y nuestra convivencia.

No podemos quedarnos contentos con los resultados del SIMCE –aunque haya motivos para celebrar– si son tantas las personas que están fuera, sumándose al baile de los que sobran, gestando un germen de insatisfacción brutal y ampliando los abismos de desigualdad que nos separan a unos de otros. Elijamos la luz, mejoremos la evidencia, encendamos las lámparas que sean necesarias, para caminar por las sendas de la inclusión y el desarrollo de la autonomía de todos quienes vivimos en esta tierra.

 Fragmento del Evangelio: “La luz vino al mundo y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz” (Jn. 3, 19)

 

EVANGELIO

Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por Él.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 14-21

Dijo Jesús:

De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.

En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

 

domingo, 18 de febrero de 2024

Cenizas

 

Cenizas (Mc. 1, 12-15)

Como un rito que se repite trágicamente año a año, hemos sido testigos hace algunas semanas de enormes incendios que han provocado un daño mayor a miles de compatriotas, sus cosas y sus casas. Lamentamos sentidamente la muerte de 132 personas, y nos sumamos a la angustia de quienes aún no encuentran a sus seres queridos desaparecidos. Se ha señalado que lo más probable es que muchos de ellos hayan sido calcinados por las llamas, transformados en cenizas, lo que dificultaría seriamente que podamos encontrarlos y reconocerlos para darles luego sepultura.

Casi al mismo tiempo nos ha golpeado la trágica muerte del expresidente Sebastián Piñera. En su inesperada muerte y la de quienes perdieron la vida en los incendios tocamos una vez más la realidad de nuestra común fragilidad. “Volver a ser de repente, tan frágil como un segundo; volver a sentir profundo, como un niño frente a Dios”, cantaba Violeta Parra.

Así nos hemos sentido estas últimas semanas.

Hace unos días comenzó el tiempo de Cuaresma con el Miércoles de Cenizas. En la misa ese día se impone la ceniza sobre la cabeza de los fieles, y junto a ello se pueden decir dos frases: “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”. Con la elocuencia de las tragedias de estas semanas estas expresiones parecen hasta redundantes.

La Cuaresma, que se extenderá por cinco semanas más, debiera ser, para quienes nos decimos cristianos, un tiempo fuerte, de disposición interior y preparación para la conmemoración del acontecimiento central de nuestra fe en la Semana Santa: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En su Misterio Pascual, que incluye la dinámica de la encarnación, se encierran verdades de salvación que es bueno recordar año a año, porque por distintas razones se nos pueden olvidar o hacer poco significativas para la vida. Son verdades que para que sean eficaces en nuestras vidas han de ser, precisamente, vividas.

La muerte, el sufrimiento, el dolor, desde la perspectiva cristiana, no tienen la última palabra. La vida, la esperanza y la alegría, se ofrecen como antídoto en medio de las realidades transitorias y tantas veces trágicas de este mundo. Estas tienen como parientes cercanas a la solidaridad, el tender una mano al que sufre o tiene alguna necesidad, el promover y cuidar el bien común; y a la resiliencia, el ponernos de pie personal y comunitariamente cuando caemos. La invitación a la conversión que nos hace Jesús, o sea, el reconocer el camino o los pasos errados que llevábamos y volver al camino del bien, de creer en la Buena Noticia, y el hecho de que Él haya sido tentado, tal como se nos cuenta en el texto del Evangelio que proclamamos hoy, conecta dramáticamente con estas notas existenciales de nuestra vida.

Hemos sido testigos también, como tantas otras veces, de expresiones fecundas de fraternidad y cariño hacia quienes están sufriendo con la pérdida de sus seres queridos. Ha habido gestos más difundidos como el abrazo del presidente Gabriel Boric a Cecilia Morel y su familia, y tantos otros anónimos en los cerros y quebradas de la región de Valparaíso. Sigamos hermanándonos y conmoviéndonos con las necesidades de quienes viven a nuestro alrededor, y procuremos aliviarlas con esfuerzos de coordinación, colaboración, desprendimiento y entrega. Es lo que intentamos hacer este viernes recién pasado con la campaña Juntos, Chile se levanta, entre el Banco Estado y toda la banca privada, Anatel, Movidos x Chile, Techo y el Hogar de Cristo, y muchas otras organizaciones, tanto públicas como privadas, así como un grupo importante de artistas. Transformemos estas tragedias en una oportunidad para renacer desde las cenizas, reconocernos en nuestra frágil condición humana y hacer que nuestro país sea cada vez mejor.

 

Fragmento del Evangelio: El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia Mc. 1, 15

 

 

EVANGELIO

 

Fue tentado por Satanás y los ángeles le servían.

 

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 12-15

 

El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.

 

Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.

domingo, 28 de enero de 2024

Crisis de liderazgo

 

Crisis de liderazgo (Mc. 1, 21-28)

En muchas instituciones y comunidades observamos problemas serios de liderazgo y autoridad. A los profesores se les hace muy difícil el control de los estudiantes en la sala de clases. Los papás o mamás no encuentran muchos argumentos para que sus hijos vayan a la escuela: la cantidad de niños que no van solo crece. A los carabineros se les hace cada vez más difícil controlar el orden y la seguridad en amplios sectores de nuestro país. Qué decir de los sacerdotes. Los políticos tampoco tienen mucho ascendiente sobre sus representados, y los escándalos de lado y lado poco contribuyen a promover liderazgos convocantes. “¡Contra toda autoridad, menos la de mi mamá!”, rezaba un rayado en una calle de Santiago hace algún tiempo.

En el texto del evangelio según san Marcos que proclamamos hoy se ve a Jesús que enseña con autoridad y que, al menos los espíritus impuros que atormentaban a un hombre que le fue presentado, le obedecen. Su liderazgo brota de la compasión, de poner al ser humano al centro de su preocupación, y mostrar el rostro de un Dios misericordioso, lleno de ternura, pero no por eso pusilánime: es capaz de increpar con fuerza y determinación para sanar.

En el campo de la política, el panorama no es muy auspicioso. Tal vez como este año es uno de elecciones, la conformación de pactos pueda permitir alcanzar acuerdos y aglutinar fuerzas. La polarización y el populismo van de la mano: para promover el bien común y el cuidado particular de quienes entre nosotros son más vulnerables, urge bajar las barreras ideológicas y considerar tanto la evidencia disponible como el sentir mayoritario.

En la Iglesia católica ha habido una positiva renovación del liderazgo con la llegada de Fernando Chomalí al Arzobispado de Santiago. Está por verse si logra convocar a quienes están más distanciados de la Iglesia. Con conciencia de que no basta una sola persona para hacer transformaciones robustas y sistémicas, que ayuden a renovar confianzas y restaurar el tejido eclesial tan debilitado, los católicos al menos debemos poner de nuestra parte para sumarnos a sus esfuerzos.

Conversando con algunas parejas que se disponen a celebrar su matrimonio, constato que el tiempo de preparación –en “las charlas matrimoniales”– ha sido ocasión de volver a acercarse a la parroquia cercana y redescubrir la riqueza de la fe vivida en comunidad. Debido a la pandemia pero, sobre todo, a la crisis por abusos de sacerdotes y por cierto a la secularización tan propia de la modernidad, la estampida entre los jóvenes ha sido brutal. Aun cuando en tantos cunda el indiferentismo, muchos siguen creyendo, pero sin pertenecer a una comunidad, y menos participar. Inevitablemente eso provoca que la fe se debilite, y que su transmisión a la siguiente generación se vea interrumpida. ¿Estaremos a tiempo de hacer algo?

La semana pasada celebramos un aniversario más del nacimiento de San Alberto Hurtado: en la primera mitad del siglo 20 su liderazgo y autoridad brotaban de una mística social robusta. En las distintas etapas de su vida se mantuvo con los sentidos abiertos a las necesidades de quienes vivían a su alrededor, y el procurar aliviarlas le hizo cambiar de rumbo varias veces. Pidamos el regalo de renovar también nuestra mirada para que surjan entre nosotros quienes nos lideren en adelante. Lo necesitamos.

 

Texto breve del evangelio: Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!

 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO    Mt 4, 16

Aleluya.

El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. Aleluya.

EVANGELIO

Les enseñaba como quien tiene autoridad.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 21-28

Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llegó el sábado, fue a la sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Y había en la sinagoga de ellos un hombre poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar; ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios.

Pero Jesús lo increpó, diciendo: Cállate y sal de este hombre. El espíritu impuro lo sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.

Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros:

¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, y éstos le obedecen!

Y su fama se extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.

 

domingo, 7 de enero de 2024

Diversidad

 

Diversidad (Mt. 2, 1-12)

Con la celebración de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, culmina hoy el tiempo de Navidad. En otras latitudes es el día para los regalos, pues hoy precisamente recordamos a los Reyes Magos que, viniendo de lejos, trajeron regalos al niño Jesús. Si el principal regalo para la humanidad entera en estas fiestas es la realidad del Dios que se ha hecho carne e historia, con ese mismo motivo nos hacemos regalos unos a otros.

Se han destacado distintos aspectos de esta fiesta a lo largo de los siglos. Quizás lo más relevante, y es por lo que lleva el nombre epifanía, es que en ella reconocemos que la buena noticia, que es el nacimiento de Jesús, no lo es sólo para su familia, ni para los de su raza, sino para toda la humanidad, la de occidente y de oriente, del norte y del sur. La manifestación del niño Jesús se presenta asimismo como un acontecimiento cósmico, anunciado por la estrella que ha guiado a los magos hasta el pesebre.

¿Qué nos invita a celebrar esta fiesta a nosotros hoy?

Me atrevo a señalar que uno de los aspectos más relevantes es que las diferencias raciales, culturales, hasta las religiosas, no debieran nublarnos la mirada respecto de los anhelos de fraternidad universal inscritos en el hecho de reconocernos seres humanos, personas, con una igual dignidad.

Cada vez que nace un niño, la humanidad entera se llena de esperanzas: es la ocasión de un nuevo comienzo, y la posibilidad de la trascendencia en el tiempo de las diversas manifestaciones de la cultura, con la expectativa de que vayamos mejorando cada vez. La vida humana amenazada, en el caso del texto del evangelio que proclamamos hoy por las torcidas intenciones del rey Herodes, invita a probar caminos distintos.

Si hay algo que ha caracterizado a nuestro país las últimas décadas, es que nos hemos transformado en receptores de personas migrantes: la mayoría de Colombia o de Venezuela, también de Haití. La valoración de la riqueza cultural que nos ofrece el encuentro con personas que vienen de otras partes debiera sobreponerse por mucho a las dificultades que ha implicado su llegada. Baste decir, como un ejemplo, que en muchísimas parroquias la vida de la comunidad se ha renovado profundamente con la presencia y participación de familias de otros lugares: quienes vienen de otras latitudes son, comparativamente, más practicantes de su fe que los chilenos; además están teniendo los hijos que las familias chilenas no quieren tener, y los están bautizando; nos han aportado con fiestas, devociones y tradiciones distintas a las acostumbradas entre nosotros; ya no celebramos solo las fiestas patrias chilenas, con sus sabores, bailes y comidas, sino las de otros lugares, en otras fechas y con otras tradiciones. Esto mismo se puede extender a las dinámicas en los lugares de trabajo, jardines infantiles, colegios y universidades, y un largo etcétera.

Estamos en un año de elecciones: se estima que alrededor de un millón de personas nacidas en el extranjero tendrán derecho a voto en el mes de octubre. Dios quiera que prontamente se alcance la paz social y política en aquellos lugares desde donde vienen huyendo tantos migrantes, y puedan retornar a sus países: pocas cosas hay más dolorosas y tristes que el desarraigo, el no tener redes con las que contar en caso de una urgencia, la desadaptación cultural o la soledad. Mientras tanto, sigamos trabajando por transformar nuestras ciudades e instituciones para que seamos realmente acogedores con quienes han querido compartir su vida con nosotros.

 


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 2, 2

Aleluya.

Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Hemos venido de Oriente a adorar al rey.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”.

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.