domingo, 7 de enero de 2024

Diversidad

 

Diversidad (Mt. 2, 1-12)

Con la celebración de la Solemnidad de la Epifanía del Señor, culmina hoy el tiempo de Navidad. En otras latitudes es el día para los regalos, pues hoy precisamente recordamos a los Reyes Magos que, viniendo de lejos, trajeron regalos al niño Jesús. Si el principal regalo para la humanidad entera en estas fiestas es la realidad del Dios que se ha hecho carne e historia, con ese mismo motivo nos hacemos regalos unos a otros.

Se han destacado distintos aspectos de esta fiesta a lo largo de los siglos. Quizás lo más relevante, y es por lo que lleva el nombre epifanía, es que en ella reconocemos que la buena noticia, que es el nacimiento de Jesús, no lo es sólo para su familia, ni para los de su raza, sino para toda la humanidad, la de occidente y de oriente, del norte y del sur. La manifestación del niño Jesús se presenta asimismo como un acontecimiento cósmico, anunciado por la estrella que ha guiado a los magos hasta el pesebre.

¿Qué nos invita a celebrar esta fiesta a nosotros hoy?

Me atrevo a señalar que uno de los aspectos más relevantes es que las diferencias raciales, culturales, hasta las religiosas, no debieran nublarnos la mirada respecto de los anhelos de fraternidad universal inscritos en el hecho de reconocernos seres humanos, personas, con una igual dignidad.

Cada vez que nace un niño, la humanidad entera se llena de esperanzas: es la ocasión de un nuevo comienzo, y la posibilidad de la trascendencia en el tiempo de las diversas manifestaciones de la cultura, con la expectativa de que vayamos mejorando cada vez. La vida humana amenazada, en el caso del texto del evangelio que proclamamos hoy por las torcidas intenciones del rey Herodes, invita a probar caminos distintos.

Si hay algo que ha caracterizado a nuestro país las últimas décadas, es que nos hemos transformado en receptores de personas migrantes: la mayoría de Colombia o de Venezuela, también de Haití. La valoración de la riqueza cultural que nos ofrece el encuentro con personas que vienen de otras partes debiera sobreponerse por mucho a las dificultades que ha implicado su llegada. Baste decir, como un ejemplo, que en muchísimas parroquias la vida de la comunidad se ha renovado profundamente con la presencia y participación de familias de otros lugares: quienes vienen de otras latitudes son, comparativamente, más practicantes de su fe que los chilenos; además están teniendo los hijos que las familias chilenas no quieren tener, y los están bautizando; nos han aportado con fiestas, devociones y tradiciones distintas a las acostumbradas entre nosotros; ya no celebramos solo las fiestas patrias chilenas, con sus sabores, bailes y comidas, sino las de otros lugares, en otras fechas y con otras tradiciones. Esto mismo se puede extender a las dinámicas en los lugares de trabajo, jardines infantiles, colegios y universidades, y un largo etcétera.

Estamos en un año de elecciones: se estima que alrededor de un millón de personas nacidas en el extranjero tendrán derecho a voto en el mes de octubre. Dios quiera que prontamente se alcance la paz social y política en aquellos lugares desde donde vienen huyendo tantos migrantes, y puedan retornar a sus países: pocas cosas hay más dolorosas y tristes que el desarraigo, el no tener redes con las que contar en caso de una urgencia, la desadaptación cultural o la soledad. Mientras tanto, sigamos trabajando por transformar nuestras ciudades e instituciones para que seamos realmente acogedores con quienes han querido compartir su vida con nosotros.

 


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 2, 2

Aleluya.

Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorar al Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Hemos venido de Oriente a adorar al rey.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta: ‘Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel’”.

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario