lunes, 5 de abril de 2010

Dignos hijos de nuestro pueblo

(Publicado originalmente el 5 de abril de 2010 acá )


Estuve celebrando el fin de semana santa junto a las familias de la Villa El Estero de Lampa y a un grupo de voluntarios de Un Techo para Chile que trabajan permanentemente allá. A diferencia de otros años no llegaron tantos voluntarios, la mayoría se fue a construir al sur, otros tantos se fueron a la playa. Celebramos la Última Cena, el Vía Crucis, celebramos también la Vigilia Pascual… todo ello en las calles y pasajes del campamento… por estos días nos fuimos a alojar allá.

La celebración de la Última Cena incluyó el recuerdo del lavado de los pies de Jesús a sus discípulos. En el texto del Evangelio que escuchamos se agrega una exhortación del mismo Jesús que es una contundente invitación al verdadero servicio: ponerse a los pies de los demás. ¿Quién puede decir que hace realmente esto? Tal vez el mayor testimonio de ello es el de algunos papás y mamás que se desviven y desmueren por sus hijos, anhelando y construyendo un futuro mejor, a veces tan esquivo, pues tantas cosas no dependen de ellos, sino de las autoridades, los dirigentes, los responsables…

Recuerdo que Neruda en La Educación del Cacique del libro IV del Canto General enumera una larga lista de habilidades y pruebas de humanidad por las que Lautaro debió pasar. Menciono sólo algunas: Arrebató el tesoro de las olas. Comió en cada cocina de su pueblo. Aprendió el alfabeto del relámpago. Se hizo cristal de transparencia dura. Estudió para viento huracanado. Se combatió hasta apagar la sangre. Y después de todas ellas, muy distintas de los certificados, diplomados y magísteres que abundan en nuestros días, sentencia Neruda: sólo entonces fue digno de su pueblo.

¿Qué tiene que ocurrir para que quienes nos dirigen sean dignos de hacerlo? Hay algo que me incomoda cuando los dirigentes se atribuyen una vocación de servicio público que los hace estar como a otro nivel del común de los mortales, tal vez ajenos a las críticas, o con demasiada seguridad como para saber qué es lo que el pueblo necesita. Es evidente que muchas veces las dificultades por sacar adelante algún proyecto pasan por dificultades para organizarse, y en ello juega un rol importante el de los dirigentes, ya sea por lucha de egos, ya por agendas ocultas y contradictorias con el bien común, ya porque hay que cumplir las metas plazos, el fin que justifica los medios. Así como hay buenos dirigentes, buenos pastores, también abundan los lobos con piel de oveja.

Estamos en tiempos de urgencias, ya antes del terremoto (2010 sin campamentos), pero ahora con mayor razón (lo que alguna vez fue 2.000 mediaguas para el 2.000, ahora se ha transformado en 20.000 mediaguas para antes que lleguen las lluvias). Ojo con que descuidemos lo permanente, el modo como hemos aprendido a hacer las cosas. Durante este fin de semana he sido testigo de la honda amistad que se ha ido gestando semana a semana entre algunas familias y los voluntarios que por años las visitan ¿Qué cambia con eso? Ni siquiera las viviendas definitivas que queremos construir son definitivas: ya nos lo dijo el terremoto y maremoto. Lo único que permanece para siempre ¿qué es?

Una actitud fundamental: ante todo el reconocernos hermanos, hijos de la misma tierra, y aunque suene a contradicción, mantener en alto la humildad y el deseo de servir, aunque no salga en la tele. Tenemos una gran posibilidad en la reconstrucción, partamos desde abajo, hagámonos dignos hijos de nuestro pueblo.