domingo, 11 de junio de 2023

Comer

            Hoy celebramos la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. Al retomar el tiempo ordinario, después del intenso tiempo de Cuaresma, la Semana Santa, y el tiempo de Pascua, estas solemnidades –Santísima Trinidad, el domingo pasado; Corpus, hoy; el Sagrado Corazón de Jesús este viernes – nos invitan a considerar distintas aristas de la doctrina y vida cristianas.

            En la fiesta de este domingo se ha querido acentuar la presencia real de Jesucristo en la celebración de la Eucaristía: está presente Jesús en el pan y el vino que se consagran; pero también en la asamblea que se reúne a celebrar, llamada entre otras formas, Cuerpo de Cristo: Cristo es la cabeza y su cuerpo lo conforman como piedras vivas todas las personas bautizadas; también en la Palabra que se proclama; y, por cierto, también en la persona de quien preside la celebración.

            Tal vez se nos ha ido alejando la presencia real de Jesucristo en medio del mundo. ¿Dónde más está? El padre Hurtado lo reconocía en la persona doliente y sufriente que se encontró una noche fría y lluviosa de octubre hace casi 80 años: no hacía sino seguir los pasos de Jesús, Buen Samaritano (Lc. 10, 25-37), que compadecido de quien estaba malherido al lado del camino, se detuvo y curó sus heridas; o seguir la intuición enunciada en la parábola del Juicio Final, en que el mismo Jesús se identifica precisamente con quien tenía hambre, o sed, o estaba desnudo, era forastero, estaba enfermo o en la cárcel (Mt. 25, 31ss).

            Entre muchas otras cosas, algunos de los acuerdos de la comisión de expertos –como propuesta de una nueva constitución para el trabajo de la comisión que esta semana ha comenzado sus labores– ha sido que Chile “se organiza en un Estado social y democrático de derecho”, y que es rol del Estado “promover el bien común” y “las condiciones de justicia y solidaridad para que la libertad, derechos e igualdad de las personas se realicen”. Se reconoce también a la familia como núcleo central de la sociedad y la libertad de las personas para agruparse de acuerdo a los fines específicos que los animen. He escuchado a personas de distintas tendencias políticas que estarían dispuestas a firmar hoy esta propuesta, elaborada después de la deliberación y negociación de varios meses, en que todas las partes tuvieron que ceder.

            La imagen del Cuerpo de Cristo utilizada por el apóstol Pablo (1 Cor. 10, 16; 12, 27) para hablar de la diversidad de miembros con distintas características y funciones que componen la comunidad cristiana nos sirve también para hablar hoy de nuestro país, con una perspectiva precisamente comunitaria y de solidaridad. O, como le gustaba decir al padre Hurtado, con conciencia del sentido social de nuestra existencia: somos con los demás y lo que hagamos o dejemos de hacer afecta irremediablemente a quienes nos rodean.

            Recordarán ustedes la imagen de la “mesa de Té Club” que mostraba a personas de distintos lugares, tradiciones, clase social, profesión, oficio, creencias, sentadas juntas en torno a una mesa bien servida. Sírvanos también esta imagen para graficar de algún modo el anhelo que debiera convocarnos a todos: que nadie se quede fuera de la mesa del progreso o desarrollo, y nos sintamos todas las personas que vivimos en nuestro país, responsables de nuestro destino común.

            Pidamos la gracia de que al celebrar hoy esta fiesta, se ensanche y alargue nuestra mesa y posibilitemos que más personas participen de ella: es uno de los modos en que podemos honrar y hacer presente en nuestro mundo al mismo Jesús que sale a nuestro encuentro de muy diversas formas, y nos invita a comer. ¿Qué vamos a responder?

Fragmento del Evangelio: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo (Jn. 6, 51-52)


ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 6, 51

EVANGELIO

Mi carne es la verdadera comida, y mi sangre, la verdadera bebida.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   6, 51-58

Jesús dijo a los judíos:

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo.

Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?

Jesús les respondió:

Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente.