Fuego (Lc 12, 49-53)
El
evangelio que proclamamos hoy nos sorprende con palabras de Jesús que no suenan
tranquilizadoras: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía
que ya estuviera ardiendo! (…) No he venido a traer paz, sino división…”. Este
mensaje no busca una paz cómoda ni acuerdos superficiales, sino una verdad que
transforma, aunque duela. Un fuego que purifica, que nos obliga a tomar
partido, incluso si eso significa distanciarnos de personas queridas.
Este
fuego no es de destrucción, sino de amor exigente, como el que ardía en el
corazón de San Alberto Hurtado. Él encendió Chile con una llama que iluminó los
oscuros rincones de nuestras ciudades, a los pobres, y con esa luz desafió a
los indiferentes y despertó conciencias.
El
Hogar de Cristo, que se honra de tenerlo por fundador y que hoy pertenece a
todos los chilenos, no fue un refugio asistencialista, sino un movimiento que
distinguía lo que es humano de lo que degrada, aun a costa de incomodar.
Hurtado fue, como se decía al tiempo de su muerte, “un fuego que enciende otros
fuegos”.
En
Chile estamos en pleno tiempo de elecciones. El evangelio nos recuerda que hay
causas que valen más que cualquier cálculo político o conveniencia personal: la
justicia, la dignidad de cada persona, la lucha contra la pobreza y la
exclusión. En el Hogar de Cristo hemos presentado hace algunas semanas a
quienes aspiran a la presidencia nuestras propuestas “Hacia un Chile sin pobreza”,
construidas en base a evidencia y con testimonios elocuentes de quienes han
sido protagonistas de su propia superación. Pablina,
Héctor y Mirna nos contaron sus historias con convicción
y profunda dignidad. Ellos no piden caridad humillante, sino oportunidades
reales: ser tratados no como víctimas, sino como personas plenas, sujetas de
derechos y agentes de su propia vida. El apoyo activo de organizaciones de la
sociedad civil y también de instituciones del Estado, colaborando
estrechamente, ha sido gravitante en sus vidas.
Mañana
lunes 18 de agosto, Chile celebra el Día
Nacional de la Solidaridad en memoria precisamente
del Padre Hurtado. Esta fecha no debiera ser solo ocasión de un homenaje inerte,
sino un llamado a encender nuestra propia llama, a dejar que el fuego del
evangelio nos mueva a actuar, con la mirada atenta a lo que ocurre entre
nosotros, especialmente entre quienes por distintas razones van quedando al
lado del camino. En ese marco entregaremos al presidente Gabriel Boric, quien
visitará la tumba del padre Hurtado para poner sobre ella una rama de aromo, la
primera versión de la “Cartografía Social de Chile”, elaborada con los pies en
la tierra por organizaciones inspiradas en su legado.
Esos
testimonios, esta memoria viva, los anhelos profundos que nos mueven, nos
muestran que la verdadera paz se forja cuando se derriban las barreras que
impiden a tantos chilenos desplegar sus talentos y contribuir al bien común.
Esa paz, como la que anunció Jesús, no siempre es tranquila: separa la
indiferencia de la compasión activa; la comodidad de la solidaridad; la
injusticia de la dignidad.
Este
domingo, el evangelio y la vida de Alberto Hurtado nos interpelan a encender y
sostener ese fuego. No para destruir, sino para iluminar caminos; no para
enemistar por enemistar, sino para que arda lo único por lo que vale la pena
arriesgarlo todo: la dignidad del hermano, el “nosotros” del que somos parte, la
justicia que incluye y la esperanza que transforma.
Evangelio
No he venido a traer la paz, sino la división
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12,
49-53
Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.