Luces (Jn. 3, 14-21)
Este domingo nos encuentra ya en la cuarta semana del tiempo de Cuaresma. El texto del evangelio de hoy hace un paralelo entre la experiencia del pueblo de Israel que caminó cuarenta años por el desierto, en medio de muchas dificultades, y la vida y muerte de Jesús. Si en el desierto Moisés levantó una imagen de una serpiente, y así todos los que la miraban quedaban sanados, Jesús ha sido levantado en alto, para que guíe nuestra vida con su luz, que como un faro nos orienta hacia la salvación.
La última semana de febrero fuimos testigos de una buena noticia: el Consejo Nacional de Educación aprobó una nueva modalidad educativa, la de las Escuelas de Reingreso. Gran impulsora de esta modalidad ha sido la Fundación Súmate del Hogar de Cristo, que años atrás presentó un estudio difundido ampliamente (el segundo de la serie “Del Dicho al Derecho”), junto a otras organizaciones, dando cuenta de la realidad de cientos de miles de niños, niñas y jóvenes expulsados del sistema escolar. Sí, expulsados. Cientos de miles. Pudiendo ir al colegio, no van. No aprendieron a leer o a escribir satisfactoriamente en sus primeros años de escolaridad. Ya en sexto o séptimo, las clases parecen chino mandarín. Tampoco tienen motivación para volver. Es el nuevo baile de los que sobran. El reconocimiento de esta modalidad viene a iluminar una realidad que permanecía para muchos oculta y que, de no atenderse, se transforma en un potencial polvorín social (o tal vez fue parte sustantiva del que estalló hace año y medio). El estallido y la pandemia, con sus consecuencias, solo han profundizado una brecha que urge atender. Ahora viene el tiempo de que el poder ejecutivo tome aceleradamente la iniciativa y en el parlamento se discuta la implementación de esta modalidad, con los recursos suficientes.
Esta semana que comienza, el mismo Hogar de Cristo presentará el resultado de un estudio (el tercero de la colección “Del Dicho al Derecho”) que evidencia las diferencias y particularidades de género en el sistema de protección infanto adolescente en Chile: “Ser niña en una residencia de protección en Chile”. A partir de la propia experiencia, aunque también considerando evidencia de otras organizaciones incluso a nivel internacional, indaga acerca del modo cómo en nuestra sociedad y cultura por el solo hecho de ser mujeres, las niñas y adolescentes sufren graves vulneraciones a sus derechos – existe una ecología del riesgo - y cómo los mecanismos institucionales creados para protegerlas y reparar su daño, muchas veces hacen lo contrario. Incluye el estudio por cierto una propuesta de cuáles debieran ser los ajustes que hay que hacer y las estrategias que implementar. A una semana de vivido el 8M tenemos también acá una luz que puede orientar nuestros pasos.
Supongo muchos ya han visto “El agente topo” de Maite Alberdi (disponible desde hace algunas semanas en Netflix). Si no lo han hecho, los invito a verla. Es una película que pone el foco sobre la realidad de las personas mayores que viven en hogares de ancianos –en este caso el Hogar San Francisco de El Monte– cuyo principal dolor es el abandono por parte de sus hijos e hijas, de sus familias. Esta realidad ha crecido mucho en Chile los últimos años, y todo indica que seguirá creciendo. Su directora señala con lucidez y profundidad: “La vejez se vive sin deseo de vivir y ese es para mí el problema principal y mi mayor miedo: llegar a vieja sin deseo de vivir. Y creo que lo más transversal a todos los adultos mayores es la soledad, que es lo que me preocupa, independientemente de la realidad que te toque, sea sola en tu casa o sea sola en una residencia (…) Es terrible que aumente la expectativa de vida y no el deseo de vivir.”
Tenemos en estos tres ámbitos de nuestra vida en sociedad espacios posibles de atender en distintos niveles y dimensiones. Uno será el de la constitución, las leyes, las políticas públicas, con sus ritmos y límites. Otro el del conocimiento e involucramiento cotidiano, ya sea colaborando con aportes, o con el propio trabajo desvelado, o con la cercanía y el cariño. Otro, el de nuestras conciencias: ese espacio sagrado que, a decir del Padre Hurtado, es el primero que debemos cambiar para transformar las estructuras sociales. Se necesita que concurramos a atender estas realidades, a iluminarlas con la claridad de la evidencia. Y también, para quienes somos creyentes, para que la luz de Jesús nos muestre por dónde seguir. ¡Prefiramos la luz!
Fragmento del Evangelio: “La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios” (Jn. 3, 19-21)
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