(Mt. 19, 30-20, 16)
Hoy es el último
domingo de septiembre, día de oración por Chile. Con este motivo se realiza también,
en los alrededores de la Plaza de Armas de la ciudad de Santiago, la procesión
de la Virgen del Carmen, patrona de Chile y de sus fuerzas armadas. En el Magnificat (Lc. 1, 46-55), canto
precioso de María tras la visita a su prima Isabel, alaba a Dios por su gran
misericordia, por la maravillosa obra que ha hecho en ella tan pequeña, y por
la inversión de situaciones que opera salvíficamente en la historia: “Derriba
del trono a los poderosos, enaltece a los humildes”. Algo similar se nos
muestra en el texto del evangelio según san Mateo que proclamamos hoy: los
últimos son primeros.
Algunos kilómetros al poniente, a la
misma hora, celebraremos la Eucaristía a un costado del Puente Bulnes, para
recordar y orar por el eterno descanso de Juan Alsina y otras personas, asesinadas
hace 50 años. Consigna el informe Rettig lo siguiente: “Juan Alsina Hurtos,
español, 31 años, sacerdote católico, quien ejercía su ministerio en la Parroquia
San Ignacio de San Bernardo y se desempeñaba como Jefe de Personal del Hospital
San Juan de Dios, fue ejecutado el 19 de septiembre.”
La primera vez que se realizó la
procesión de la Virgen del Carmen, según registros históricos, fue en 1678,
animada por la cofradía de Hospitalarios de San Juan de Dios. Precisamente en
el Hospital San Juan de Dios trabajaba como sacerdote obrero Juan Alsina.
Corrió la suerte de muchas personas: pudiendo arrancar para salvar su vida,
prefirió asistir confiadamente a su lugar de trabajo.
Por el testimonio del conscripto
Nelson Bañados, militar de la patrulla del regimiento Yungay de San Felipe, se
sabe que al bajarlo del camión en que lo llevaban, el padre Juan le dijo: “Por
favor, no me pongas la venda. Mátame de frente, porque quiero verte para darte
el perdón”. En medio de la violencia deshumanizante, del horror, del sinsentido
más brutal, el testimonio de fe y de la misericordia humana y de Dios que en él
se nos ofrece, es conmovedor.
Del mismo modo, el relato evangélico
que proclamamos hoy nos sitúa en la órbita de la gratuidad o el don, tan
distinta de las relaciones de intercambio o mérito a las que estamos
acostumbrados. ¡Al que llegó último se le paga lo mismo que al que llegó
primero!
Estamos concluyendo septiembre que moviliza siempre sentimientos y
rituales diversos: por un lado las fiestas patrias con baile, festejo,
encuentros, comida, y el comienzo de la primavera; por el otro, la memoria del
horror desatado irracionalmente y de la fraternidad rota hasta el extremo del
aniquilamiento. Somos ambos extremos. Miremos nuestro futuro con el anhelo de
que nunca más lleguemos a tal nivel de confrontación fratricida.
Resulta esperanzador que hace
algunos días el cardenal Celestino Aós, en el Te Deum Ecuménico de Fiestas
Patrias, haciendo eco del Plan Nacional de Búsqueda anunciado a fines de agosto
por el presidente Gabriel Boric, haya ofrecido la colaboración de la Iglesia
Católica, para recabar información. Ya han pasado 50 años: es quizás la última
oportunidad para que quienes fueron testigos de la desaparición forzada de
miles de compatriotas, se expresen. Como con el Comité Pro Paz o la Vicaría de
la Solidaridad, inspirados por la parábola del Buen Samaritano, intentemos
sanar las heridas que aún siguen abiertas, con el bálsamo de la verdad, la
justicia y la reparación.
Fragmento del Evangelio: Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”
Aleluya.
Señor, toca nuestro corazón, para que aceptemos las
palabras de tu Hijo. Aleluya.
EVANGELIO
¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 19, 30----20, 16
Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de
los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros,
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de
madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un
denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros
desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré
lo que sea justo”. Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo
lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les
dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?” Ellos les
respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también
ustedes a mi viña”.
Al terminar el día, el propietario llamó a su
mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por
los últimos y terminando por los primeros”.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la
tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo
que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al
recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos
trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que
hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.
El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no
soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es
tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo
derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo
sea bueno?”
Así, los últimos serán los primeros y los primeros
serán los últimos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario