domingo, 29 de septiembre de 2019

Ora y trabaja


Hoy, último domingo de septiembre, es el día de oración por Chile. En el evangelio se nos muestran los abismos que provoca la indiferencia. Siguiendo la máxima benedictina, tenemos que orar y trabajar, para que esos abismos disminuyan.

El pasado martes 10 de septiembre participé en la fiesta aniversario de la hospedería San Benito de Rengo, en el Monasterio Benedictino de la Asunción. Por 25 años las monjas benedictinas han sostenido la operación de esta hospedería, y en este aniversario, abrieron las puertas del claustro para recibir a los acogidos, personas en situación de calle, en su iglesia y comedor. La comida la preparó con mucho cariño un cocinero del tradicional Juan y Medio, también amigo de las hermanas benedictinas: choripanes, empanadas, ajiaco servido en paila de greda, pan amasado, torta, naranjas del huerto de las hermanas. Además, tenían de regalo un par de flamantes zapatillas para cada uno; se habían preocupado antes de averiguar cuánto calzaba cada cual. Y así terminamos guitarreando.
Este festejo me ha llevado a reflexionar sobre la ecología, social y ambiental. A propósito de COP25 y de la Cumbre de Acción Climática de la ONU que se desarrolló por estos días en Nueva York, en el Hogar de Cristo estamos reflexionando acerca de nuestras prácticas cotidianas. No se trata sólo de reciclar o reutilizar materiales, sino de comprender nuestro trabajo como parte fundamental de la restauración de vínculos rotos que permiten la sostenibilidad social de nuestro país. No basta con pequeños cambios cosméticos, sino que tenemos que transformar nuestro estilo de vida, incluyendo el modo como nos relacionamos unos con otros.
Las hermanas benedictinas no podían quedarse tranquilas al ver que alrededor de su monasterio había tantas personas en situación de calle que mendigaban. Y hace 25 años se pusieron manos a la obra, con la hospedería San Benito. El promover trayectorias de inclusión es cuidar a cada persona, sabiendo los pasos que puede dar, y viendo que las distintas situaciones y decisiones que la han empujado a la calle, la han llevado a romper vínculos, generando abismos contrarios a una cierta armonía social que cada cual necesita para vivir. El cariño con que nos trataron ese día de la celebración, cuidando cada detalle, me habla de un anhelo profundo de restaurar vínculos. Ser tratado con cariño, sentirte reconocido en tu dignidad, es algo que levanta a cualquiera, sobre todo si viene acompañado de una comida rica en una mesa acogedora. Comenzamos los festejos en el Templo del monasterio, recordando la historia, dando gracias por personas y momentos concretos. En mirar agradecidamente la historia, con sus luces y sombras, hay también algo de una armonía de cuidar. Aunque fuera por un rato – nadie aguanta estar en una fiesta para siempre - gozamos de esa armonía, de la buena comida, del canto, del monasterio engalanado. Esa fiesta fue de una especie de anticipo de nuestros más gozosos anhelos; eso que llamamos el cielo.
Termino estas palabras con la oración con que concluye la encíclica Laudato Si, del papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común (mayo, 2015): "Dios de amor, muéstranos nuestro lugar en el mundo como instrumentos de tu cariño por todos los seres de esta tierra, porque ninguno de ellos está olvidado ante ti. Ilumina a los dueños del poder y del dinero para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan a los débiles y cuiden este mundo que habitamos. Los pobres y la tierra están clamando: Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida, para preparar un futuro mejor, para que venga tu Reino de justicia, de paz, de amor y de hermosura. Alabado seas. Amén"
José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General del Hogar de Cristo

Cita del evangelio: “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí” (Lc. 16, 19-31)

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