Papá y Mamá Dios (Lc. 1, 26-38)
El texto del Evangelio según San Lucas que proclamamos en este cuarto domingo de adviento, es una muy cuidada composición literaria, que expresa un gozoso anuncio a María: en simple, va a ser mamá. Este acontecimiento es comprendido dentro de la historia de Salvación de su pueblo, que anhela la llegada de un Rey. Se estructura en paralelo al anuncio del nacimiento de Juan Bautista del relato inmediatamente anterior (Lc. 1,5-25), como dos caras de la misma moneda, que vale la pena comentar.
Destaca en primer lugar la consideración temporal, situando este anuncio en el marco de un acontecimiento cósmico. Seis meses después del anuncio a Zacarías, viene el anuncio a María. Hasta hoy celebramos el cumpleaños de Jesús el 24 de diciembre, en la que llamamos la Nochebuena, y el de Juan Bautista, el 24 de junio, en torno al día y a la noche más largas en el hemisferio sur (y, lo contrario, en el norte).
Si en el primero el lugar del anuncio es el templo de Jerusalén, ciudad capital de Judea y lugar de peregrinación, núcleo de poder económico, político y religioso; en el segundo se trata de una casa en un pequeño poblado insignificante de Galilea, Nazaret, un no-lugar. Si en el primero el Ángel se dirige a Zacarías, sacerdote, anciano, y se refiere a su mujer Isabel, “avanzada en años” y que no ha tenido hijos aún; en el segundo la destinataria del anuncio es María, poco más que una niña, que a pesar de estar comprometida con José, carpintero de la familia de David, “no tiene relación con ningún hombre”. Su hijo será llamado “Hijo de Dios”.
Detrás de este paralelo, y estos relatos, se expresa que la redención que viene de parte del Dios de Jesucristo, ahora y siempre, es operada en los márgenes y tiene por característica una fecundidad desconcertante: Zacarías y María consideran que lo que se les anuncia no es factible de ser realizado. En ambos relatos se señala que nada es imposible para Dios, y se nos muestra cómo el Dios de la vida renueva todo. Esta lectura, que sitúa estos acontecimientos en el plano histórico, es la del Benedictus (Lc. 1, 68-79) y el Magnificat (Lc. 1, 47-55), que puestos en la boca de Zacarías –ya liberado de su mudez por no haber creído el anuncio– y de María –que sí creyó– nos invitan a la alabanza.
Me parece muy relevante considerar el rasgo de la paternidad de Dios. Tal vez uno de los principales aportes de Jesús de Nazaret a la tradición judía en la que se enmarcan los evangelios es que nos ha enseñado a referirnos al Dios creador como Padre. Esta consideración podría llevarnos a reflexionar acerca de la valoración de la paternidad hoy, y de las masculinidades. No habrá avances contundentes en materias de equidad de género y valoración de las mujeres, si los varones no cambiamos algunas de nuestras actitudes y costumbres patriarcales.
Asimismo, la pandemia nos ha mostrado con gran elocuencia que las labores de cuidado tienen rostro de mujer, muchas veces con poco reconocimiento, bajas o nulas remuneraciones, y muy precaria previsión social. La carga de las actividades domésticas suelen llevarla más pesadamente las mujeres. En una gran proporción de casos, la crianza de los hijos es asunto de mujeres, de mamás, de abuelas. El dato de la alta cantidad de hombres que vieron como por vía legal se retenía el 10% de sus fondos previsionales, por demandas de pensiones de alimentos, es quizás la punta del iceberg de un problema mayor en nuestra sociedad y cultura actuales: el abandono de muchos papás, que no se hacen cargo de sus hijos e hijas.
Dios es amor y ternura de papá, aunque tantas veces en mirada, desvelo, arrullo, voluntad, llanto, sufrimiento y perseverancia de mamá. Pidamos como humanidad, en estos días que celebraremos la Navidad, recibir el mismo saludo de María: “Alégrate, llena de gracia (…) El Señor está contigo (…) No temas”, y responder como ella “que se haga en mi según tu palabra” para prepararle, inspirados y animados también por San José, un lugar acogedor a Jesús que va a nacer una vez más en medio nuestro. ¡Tengan una muy Feliz Navidad, en especial esas familias donde sólo hay una madre como jefa de hogar!
José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General Hogar de Cristo
Fragmento del Evangelio: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. (Lc. 1, 30-32)
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