Este primer domingo de febrero nos encuentra a muchos de vacaciones. Las últimas semanas hemos visto un alto nivel de contagios por COVID, aunque ello no se ha visto reflejado en la tasa de hospitalización. Los impactos en el empleo de la pandemia parecen ir quedando atrás. Se ha agudizado la crisis en el norte, asociada a los grandes flujos migratorios, que ha hecho colapsar las ciudades y ha levantado el malestar de muchos. La violencia contra carabineros por parte de unas pocas personas ha encendido los ánimos. Nuevos hechos de violencia siguen ocurriendo en Arauco y Biobío, en el marco de un estado de excepción que lleva meses. La convención constitucional ha iniciado ya la segunda parte de su trabajo, con la propuesta de normas, la recepción de las iniciativas populares que han alcanzado las firmas necesarias y el proceso de consulta a los pueblos originarios. Mirando marzo, ya sabemos quiénes asumirán desde el viernes 11 los cargos de mayor responsabilidad en el nuevo gobierno, ministerios y subsecretarías.
En el
evangelio de hoy encontramos el llamado de Jesús a sus primeros discípulos. Se
nos dice quiénes son, qué hacen: son pescadores. En un primer momento Jesús se
dirige a la multitud que se amontona para oírlo. Luego ocurre el encuentro y la
conversación con Simón: la fecundidad de la pesca realizada siguiendo las
indicaciones de Jesús, cuando ellos han estado la noche entera sin sacar nada,
lo deja perplejo y lleno de temor. El momento final es de reverencia (“Aléjate
de mí, Señor, porque soy un pecador”), de invitación (“No temas, de ahora en
adelante serás pescador de hombres”) y de respuesta (“Ellos atracaron las
barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron”).
El programa de
Jesús, entonces y hoy, es anunciar buenas nuevas a los pobres, liberar a los
cautivos, dar vista a los ciegos (Lc. 4, 1 ss). A eso invita. Se trata de vivir
de un modo particular, ampliando la familia o comunidad de referencia, hacia
comprendernos como una fraternidad universal que cuida especialmente a los débiles.
Su llamado demanda un cambio, una conversión, una respuesta radical, que brota
del asombro por el bien que su persona, sus palabras y acciones provocan.
Guardando
todas las diferencias, la nominación de las nuevas autoridades tiene algo similar.
Cada persona con su biografía, estudios, motivaciones, es llamada a un proyecto
colectivo que quiere convocar a seguir contribuyendo al bien común. ¿Cuál es el
llamado que experimentamos hoy? Los elementos de contexto que abren estas
líneas nos sitúan dramáticamente. Las respuestas a problemas complejos, que se
arrastran por años, como los mencionados, no son sencillas. ¡Otra cosa es con
guitarra! Siempre tenemos la posibilidad de simplificar o de atender la
inmediatez o de mirar una de las caras de la moneda o a un grupo particular que
presiona con más fuerza. O bien la oportunidad de mirar la complejidad, el
largo plazo y a la totalidad de quienes conformamos este país, incluidos
quienes estaban antes de que fuera Chile y quienes han llegado ahora último, y
juntos (“Izquierda y derecha unidas, jamás serán vencidas”, dijo Nicanor Parra
en 1972) avanzar en pos del desarrollo que sea sostenible. Esperemos que así
sea.
José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.
Capellán General Hogar de Cristo
Texto del Evangelio: “El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la
cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a
Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No
temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las
barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.” (Lc. 5, 1-11)
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