domingo, 25 de diciembre de 2022

Vida

 Vida (Lc. 2, 1-14)

            Antes de decir cualquier otra cosa, les deseo una ¡muy Feliz Navidad! Espero que con motivo del nacimiento de Jesús, todas las personas y familias tengamos la posibilidad de encuentros y celebraciones alegres.

Han sido estos días dolorosos para nuestro Chile: una vez más la tragedia toca nuestra puerta. Viña del Mar se vio afectada la noche del jueves por un incendio que destruyó cientos de casas, causando desesperanza y tristeza. El amanecer dejó de manifiesto la desolación, el dolor y la muerte de al menos – por ahora - dos personas. Han brotado por doquier distintas iniciativas de servicio, acogida y solidaridad, tanto desde el municipio y el Estado como de la sociedad civil organizada. Es de esperar que se logren buenas articulaciones para llegar a atender de la mejor manera posible cada una de las necesidades de las personas damnificadas.

Hay otras emergencias permanentes que también debieran llamarnos a la acción urgente y coordinada. El diagnóstico en cada caso suele estar más o menos claro, pero faltan las “manos a la obra”. No nos cansemos de repetirlas. La más grave quizás es la de los cientos de miles de jóvenes que han sido expulsados del sistema escolar. ¿Otras emergencias? La inseguridad y temor por la violencia, delincuencia y tantos barrios críticos tomados por el narcotráfico; la de los cientos de miles de familias que sufren hacinamiento crítico o viven en campamentos; los graves problemas de salud mental.

En los diferentes momentos litúrgicos de este día, desde ayer en la tarde hasta hoy domingo, proclamamos distintos relatos de los evangelios. En el evangelio según san Lucas en muy breves palabras se da cuenta del acontecimiento que nos convoca hoy. A María se le cumplió el tiempo de dar a luz a su hijo,  y así fue: en un pesebre. Con los ojos de la fe se puede ver en este acontecimiento el de una buena noticia para todo el mundo, que marca el comienzo de una nueva era. Los destinatarios del primer anuncio dado por el ángel son los pastores, aunque la alegría sea para todo el pueblo.

¿De qué tipo de alegría se trata? La de recibir el regalo de la vida que se abre camino y encuentra un lugar, y nos invita a una actitud agradecida y acogedora. Otra alegría brota del reconocer a Jesús como luz de las naciones, que “guía nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc. 1, 79). A quienes queremos aprender de Él, nos invita también a ser luz en medio de la oscuridad y tinieblas del mundo que tantas veces, por acción u omisión, se ha olvidado de Dios. En el pesebre reconocemos a un niño pequeño que nace frágil, y comparte nuestra común fragilidad y necesidad de cuidado como seres humanos que somos.

El Padre Hurtado en un mensaje de navidad de 1947 decía: “Se acerca Navidad y debemos realizar el mensaje del Maestro. Cristo histórico ya no está con nosotros, pero Cristo místico vive siempre a nuestro lado en nuestro prójimo”. Y en otra carta en forma de un cuento se preguntaba: “¿Cómo alegrar a un hermano mío, esta noche de paz, noche de amor?”. La esperanza que nos ofrece Jesús nace en los lugares donde menos se espera, y nos invita a vivir una fiesta de amor, cada día. Les invito a un gesto de cercanía y cariño con quien tengamos cerca o con quien pensemos está solo.

Pidamos la gracia que al contemplar el pesebre y a Jesús en él, su luz ilumine nuestros pasos y se sigan despertando iniciativas que, desde nuestra común fragilidad, procuren el cuidado de cada una de las personas que habitamos este mundo, iluminándolo y haciendo posible la vida. Una vez más, ¡Feliz Navidad!

 

José Fco. Yuraszeck Krebs, S.J.

Capellán General Hogar de Cristo

 

Fragmento del Evangelio: No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acotado en un pesebre” (Lc. 2, 10-12)

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