domingo, 13 de abril de 2025

Paradojas

Paradojas (Lc. 19, 28-40)

Hoy, con el Domingo de Ramos, entramos de lleno a la Semana Santa en que se nos invita a conmemorar, un año más, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Es el único domingo del año en que se proclaman, durante la celebración de la Eucaristía, dos textos del evangelio. El primero relata la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, e idealmente debe ser leído en algún lugar cercano al templo donde se congrega la comunidad. El segundo, tras la procesión con los ramos y ya adentro del templo, relata su Pasión.

Si toda la vida de Jesús es, en cierto sentido, una gran paradoja, en este domingo la paradoja es total. Afirmamos que Dios se ha hecho hombre en Jesús. El Todopoderoso se muestra frágil. El Ser Eterno se hace tiempo y finitud. ¿Cómo puede ser esto? Entrando en los relatos, somos testigos de otras paradojas: la multitud que aclama a Jesús con palmas como quien recibe al Rey-Mesías, pocos días después dirá a una sola voz: “¡Crucifícalo!”. El que era recibido triunfalmente a la entrada de la ciudad, será luego condenado y derrotado, coronado de espinas, torturado y clavado en cruz, para morir en las afueras de la ciudad. Pedro le jurará fidelidad eterna y a las horas lo traicionará, negando que lo conoce, para salvar el pellejo. Quien se sabía amado y muy cercano a su padre Dios, le susurra desesperado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

La vida entera de Jesús, y en particular los pasajes de los evangelios que iluminan estos días santos, son espejo de nuestra propia vida. ¿Quién no se ha sentido así abandonado ante alguna situación penosa y difícil? ¿Quién no ha confundido lo que está bien con lo que le conviene? Se ha dicho que los evangelios no son más que relatos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, con una introducción más o menos larga que da cuenta de su vida, los milagros realizados, las enseñanzas comunicadas a sus discípulos y la oposición creciente que despierta en los grupos dirigentes, tanto políticos como religiosos, que lo llevan a un desenlace fatal en Jerusalén. Quienes queremos seguir los pasos de Jesús hemos de saber que en algún momento algo similar nos debiera ocurrir, en fidelidad a sus enseñanzas.

En esta semana seremos testigos una vez más de la fuerza destructora del mal y la violencia, del daño que provoca el poder ejercido sin contrapesos, de la ambición desenfrenada que lleva a traicionar, del miedo que inmoviliza y hace tomar distancia ante una injusticia flagrante. Y al mismo tiempo de la fuerza redentora de una vida entregada por amor.

Hemos sido testigos este último tiempo de una polémica en torno al feriado por Viernes Santo, también atravesada por paradojas o valores aparentemente contradictorios. Un día de recogimiento y reflexión, también de descanso y encuentro en familia, puede ser un día de ventas ganadas o pérdidas para el retail. ¿A qué queremos darle más valor en nuestras vidas?

Les invito a aprovechar de buena forma esta Semana Santa, a cuidar aquello que es fundamental. Puede ser esta una ocasión de volver a participar en la vida de la comunidad, tan debilitada durante la pandemia. O de ir a ver a alguien que pensamos está solo, ejercitando una obra de misericordia. Volvamos a las Iglesias. Llevemos a los niños a las distintas celebraciones, que son muy elocuentes, hablan por sí mismas, y nos mostrarán lo medular de la fe cristiana: Jesús por fidelidad a su misión se presenta como servidor de la humanidad, ofrece su vida por amor, y desde la muerte y el sufrimiento más brutal, es levantado para iluminar nuestros pasos. Abrámonos a la esperanza de que Dios conduce la historia y a nosotros en ella, aunque las paradojas presentes en nuestra comprensión de la realidad no nos permitan ver por ahora hacia donde nos lleva.

 

Fragmento de la Escritura “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Sal. 21)

EVANGELIO. Entrada triunfal de Jesús a Jerusalén

Lc 19, 28-40

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: «¿Por qué lo desatan?», respondan: «El Señor lo necesita»».

Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». y ellos respondieron: «El Señor lo necesita».

Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. 

Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».

Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».

Palabra del Señor

EVANGELIO. Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas

He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión.

Lucas 22, 7. 14—23, 56

 

C.         Llegó el día de los Ázimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. Cuando fue la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:

+          “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios”.

C.         Y tomando una copa, dio gracias y dijo:

+          “Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios”. 

C.         Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:

+          “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”.

C.         Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo:

+          “Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!”

C.         Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso. Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. Jesús les dijo:

+          “Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, Yo estoy entre ustedes como el que sirve. Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. Por eso Yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero Yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”.

C.         Pedro le dijo:

S.         “Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte”.

C.         Pero Jesús replicó:

+          “Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces”.

C.         Después les dijo: 

+          “Cuando los envié sin bolsa, ni provisiones, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?”

C.         Respondieron:

S.         “Nada”

C.         Él agregó:

+          “Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: “Fue contado entre los malhechores”. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí”.

C.         Ellos le dijeron:

S.         “Señor, aquí hay dos espadas”.

C.         Él les respondió: 

+          “Basta”.

C.         Enseguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de susdiscípulos. Cuando llegaron, les dijo:

+          “Oren, para no caer en la tentación”.

C.         Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: 

+          “Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

C.         Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En medio de la angustia, Él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo:

+          “¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación”.

C.         Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo:

+          “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”

C.         Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron:

S.         “Señor, ¿usamos la espada?”

C.         Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo:

+          “Dejen, ya está”.

C.         Y tocándole la oreja, lo sanó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo:

+          “¿Soy acaso un bandido para que vengan con espadas y palos? Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas”.

C.         Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:

S.         “Éste también estaba con Él”.

C.         Pedro lo negó diciendo:

S.         “Mujer, no lo conozco”.

C.         Poco después, otro lo vio y dijo:

S.         “Tú también eres uno de aquellos”.

C.         Pero Pedro respondió:

S.         “No, hombre, no lo soy”.

C.         Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo:

S.         “No hay duda de que este hombre estaba con Él; además, él también es galileo”.

C.         Dijo Pedro:

S.         “Hombre, no sé lo que dices”.

C.         En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: “Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

C.         Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían:

S.         “Profetiza, ¿quién te golpeó?”

C.         Y proferían contra Él toda clase de insultos.

C.         Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal y le dijeron:

S.         “Dinos si eres el Mesías”.

C.         Él les dijo:

+          “Si Yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso”.

C.         Todos preguntaron:

S.         “¿Entonces eres el Hijo de Dios?”

C.         Jesús respondió:

+          “Tienen razón, Yo lo soy”.

C.         Ellos dijeron:

S.         “¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca”.

C.         Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.

C.         Y comenzaron a acusarlo, diciendo:

S.         “Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”.

C.         Pilato lo interrogó, diciendo:

S.         “¿Eres Tú el rey de los judíos?”

+          “Tú lo dices”.

C.         Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:

S.         “No encuentro en este hombre ningún motivo de condena”.

C.         Pero ellos insistían:

S.         “Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí”.

C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén. 

C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacia tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de Él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada. Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.

            Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos. 

C.         Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo:

S.         “Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”.

C.         Pero la multitud comenzó a gritar:

S.         “¡Qué muera este hombre! ¡ Suéltanos a Barrabás!”

C.         A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S.         “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”

C.         Por tercera vez les dijo:

S.         “¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en Él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad”

C.         Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos. 

C.         Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:

+          “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: “¡Sepúltennos!” Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?”

C.         Con Él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.

C.         Cuando llegaron al lugar llamado “del Cráneo”, lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:

+          “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

C.         Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos. 

C.         El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:

S.         “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”

C.         También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían:

S.         “Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!”

C.         Sobre su cabeza había una inscripción: “Este es el rey de los judíos”.

C.         Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

S.         “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.

C.         Pero el otro lo increpaba, diciéndole:

S.         “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo”.

C.         Y decía:

S.         “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”.

C.         Él le respondió:

+          “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

C.         Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:

+          “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

C.         Y diciendo esto, expiró.

 

Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de adoración.

C.         Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:

S.         “Realmente este hombre era un justo”.

C.         Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

C.         Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. 

            Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

            Palabra del Señor

No hay comentarios:

Publicar un comentario