domingo, 17 de agosto de 2025

Fuego

 Fuego (Lc 12, 49-53)

El evangelio que proclamamos hoy nos sorprende con palabras de Jesús que no suenan tranquilizadoras: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! (…) No he venido a traer paz, sino división…”. Este mensaje no busca una paz cómoda ni acuerdos superficiales, sino una verdad que transforma, aunque duela. Un fuego que purifica, que nos obliga a tomar partido, incluso si eso significa distanciarnos de personas queridas.

Este fuego no es de destrucción, sino de amor exigente, como el que ardía en el corazón de San Alberto Hurtado. Él encendió Chile con una llama que iluminó los oscuros rincones de nuestras ciudades, a los pobres, y con esa luz desafió a los indiferentes y despertó conciencias.



El Hogar de Cristo, que se honra de tenerlo por fundador y que hoy pertenece a todos los chilenos, no fue un refugio asistencialista, sino un movimiento que distinguía lo que es humano de lo que degrada, aun a costa de incomodar. Hurtado fue, como se decía al tiempo de su muerte, “un fuego que enciende otros fuegos”.

En Chile estamos en pleno tiempo de elecciones. El evangelio nos recuerda que hay causas que valen más que cualquier cálculo político o conveniencia personal: la justicia, la dignidad de cada persona, la lucha contra la pobreza y la exclusión. En el Hogar de Cristo hemos presentado hace algunas semanas a quienes aspiran a la presidencia nuestras propuestas “Hacia un Chile sin pobreza”, construidas en base a evidencia y con testimonios elocuentes de quienes han sido protagonistas de su propia superación. Pablina, Héctor y Mirna nos contaron sus historias con convicción y profunda dignidad. Ellos no piden caridad humillante, sino oportunidades reales: ser tratados no como víctimas, sino como personas plenas, sujetas de derechos y agentes de su propia vida. El apoyo activo de organizaciones de la sociedad civil y también de instituciones del Estado, colaborando estrechamente, ha sido gravitante en sus vidas.

Mañana lunes 18 de agosto, Chile celebra el Día Nacional de la Solidaridad en memoria precisamente del Padre Hurtado. Esta fecha no debiera ser solo ocasión de un homenaje inerte, sino un llamado a encender nuestra propia llama, a dejar que el fuego del evangelio nos mueva a actuar, con la mirada atenta a lo que ocurre entre nosotros, especialmente entre quienes por distintas razones van quedando al lado del camino. En ese marco entregaremos al presidente Gabriel Boric, quien visitará la tumba del padre Hurtado para poner sobre ella una rama de aromo, la primera versión de la “Cartografía Social de Chile”, elaborada con los pies en la tierra por organizaciones inspiradas en su legado.

Esos testimonios, esta memoria viva, los anhelos profundos que nos mueven, nos muestran que la verdadera paz se forja cuando se derriban las barreras que impiden a tantos chilenos desplegar sus talentos y contribuir al bien común. Esa paz, como la que anunció Jesús, no siempre es tranquila: separa la indiferencia de la compasión activa; la comodidad de la solidaridad; la injusticia de la dignidad.

Este domingo, el evangelio y la vida de Alberto Hurtado nos interpelan a encender y sostener ese fuego. No para destruir, sino para iluminar caminos; no para enemistar por enemistar, sino para que arda lo único por lo que vale la pena arriesgarlo todo: la dignidad del hermano, el “nosotros” del que somos parte, la justicia que incluye y la esperanza que transforma.


Evangelio

No he venido a traer la paz, sino la división

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 49-53

Jesús dijo a sus discípulos: Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! 

¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

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